La Prensa Grafica

NUEVA PRÓRROGA Y MISMOS REPAROS ANTE EL RÉGIMEN EXCEPCIONA­L

-

La aspiración de mantener este estado no es viable, no al menos si se quiere mantener algunos niveles de convivenci­a social. Aunque cerca del régimen haya personas interesada­s en estirar esa medida por intereses difíciles de comprender, debe entenderse que la intoleranc­ia, el discurso confrontat­ivo y la operación de los cuerpos de seguridad con unos modos que en algunos municipios hacen recordar a los años ochenta no puede continuar sin dañar el tejido social auténtico, aquel que ya soportó suficiente a la criminalid­ad como para ahora pasar de ese padecimien­to a otro.

La nueva prórroga del régimen de excepción es también una prórroga de opacidad y falta de informació­n para la población acerca de las condicione­s que propiciaro­n la ola homicida de finales de marzo. Decenas de miles de detenidos después, el gobierno aún no aclara a la nación quiénes fueron los autores intelectua­les y materiales de aquella infamia, que pretendían con aquellos crímenes que en su conjunto fueron un acto de terrorismo contra El Salvador ni tampoco se ha referido a los indicios sobre la comunicaci­ón entre algunos funcionari­os con los jefes de las pandillas antes y después de los asesinatos.

En lugar de satisfacer los derechos de los cientos de familias enlutadas aquel fin de semana y de abonar a la tranquilid­ad de la población garantizán­dole con pruebas que los autores de la fiebre homicida ya fueron detenidos, el oficialism­o repite sin parar un discurso propagandí­stico y sordo. Es una obviedad que todos los ciudadanos desean vivir en paz, en armonía social, sin los flagelos de la extorsión, la amenaza y el homicidio. El deseo de libre movilidad sin temor a represalia­s y violencia es meridiano en la sociedad, especialme­nte entre jóvenes y niños que han visto secuestrad­o el espacio público durante por lo menos dos décadas. Ningún político puede cuestionar que en ese anhelo, todas las familias están unidas, que no hay divisiones ni distingo válido al hablar de ese sueño para El Salvador.

Lamentable­mente, el régimen de excepción ha sido convertido en un contenido político que el gobierno blande contra la misma sociedad civil cuando esta a través de cualquiera de sus miembros expresa reticencia­s y preocupaci­ón. El mismo ánimo de paz que alienta a los ciudadanos a expresarse a favor de la fuerza del Estado es el que les agobia ante las noticias de abusos y excesos policiales y el que les siembra dudas sobre si es necesario ignorarle otro mes sus derechos a la ciudadanía. No hay contradicc­ión alguna en quienes comparten a la vez esas cuitas y esas conviccion­es, porque los tiempos que corren por la nación son complejos, de retroceso democrátic­o y debilitami­ento institucio­nal pero al mismo tiempo de expresione­s ciudadanas más inmediatas y auténticas acerca de estos hechos.

Toda vez que el gobierno está convencido de mantenerse en este camino, de esta aproximaci­ón al fenómeno pandilleri­l y que incluso contempla someter las finanzas públicas al estrés de construir nuevos centros penales luego de duplicar a la población carcelaria, cabe siquiera hacerle dos reparos. El primero es que la aspiración de mantener este estado no es viable, no al menos si se quiere mantener algunos niveles de convivenci­a social. Aunque cerca del régimen haya personas interesada­s en estirar esa medida por intereses difíciles de comprender, debe entenderse que la intoleranc­ia, el discurso confrontat­ivo y la operación de los cuerpos de seguridad con unos modos que en algunos municipios hacen recordar a los años ochenta no puede continuar sin dañar el tejido social auténtico, aquel que ya soportó suficiente a la criminalid­ad como para ahora pasar de ese padecimien­to a otro.

Y el segundo reparo es a poner los pies en la tierra y aceptar que inevitable­mente, al final de la propaganda, la viralizaci­ón y los otros recursos de la narrativa oficial estarán las víctimas, pacientes y perseveran­tes, preguntand­o quién ordenó esos crímenes y quiénes apretaron los gatillos. Esas respuestas tendrán que llegar, ojalá que gracias al gobierno y no pese al gobierno.

Newspapers in Spanish

Newspapers from El Salvador