La Prensa Grafica

APUNTES DESPUÉS DE LA TORMENTA O SOBRE UN ESTADO QUE SE RESIGNA

-

Al gobierno de turno le correspond­e la abrumadora tarea de paliar, así ha ocurrido sucesivame­nte con poco éxito porque el riesgo de quienes viven al borde de quebradas y ríos no ha hecho sino aumentar con el paso de los años. Pero sí hay un reclamo indiscutib­le para la administra­ción Bukele: la centraliza­ción de los recursos y el debilitami­ento del poder de gestión municipal conspira contra la atención de las personas afectadas y la velocidad de reacción ante la vulnerabil­idad de los de renta más baja.

Una tormenta asaltó ayer por sorpresa a los capitalino­s; de los estragos e inconvenie­ntes dan cuenta LA PRENSA GRÁFICA, otros medios de comunicaci­ón y muchos ciudadanos que consignaro­n el anegamient­o de calles, colapso de árboles, muros y tapiales a través de sus redes sociales. Tuvo que ver no sólo la violencia de la precipitac­ión sino la acumulació­n de agua de los últimos días, que vuelve el suelo pesado y profundiza la vulnerabil­idad de ciertas condicione­s.

Los desastres naturales así como la afectación de servicios y amenazas a la seguridad propiciada por los fenómenos climatológ­icos no tienen ideología ni partido político, afectan de modo transversa­l a toda la población y es imposible endilgarle la culpa a una institució­n o administra­ción en específico. Pero el Estado no puede deslindars­e de su responsabi­lidad por no invertir lo suficiente en la protección del medio ambiente, la racionaliz­ación del crecimient­o urbano, no invertir lo suficiente en mitigación y haber naturaliza­do durante décadas el concepto de que la vulnerabil­idad residencia­l es proporcion­al a la pobreza.

Esas condiciona­ntes no alcanzan a explicar la fragilidad del entorno urbano, como lo demostraro­n ayer las preocupant­es imágenes de un San Salvador cercado por el agua. Pero es ahí donde los hábitos y usos de consumo, culturales y las soluciones que la población ha encontrado a la marginalid­ad se vuelven en su misma contra. Es que como consecuenc­ia de la exclusión y del alto costo de la tierra y la vivienda, decenas de miles de ciudadanos se agolpan en cinturones geográfica­mente riesgosos, y esa concentrac­ión, esa densidad, multiplica­n todavía más el riesgo.

Al final de esa cadena de taras hay que incluir la deficiente renovación de las infraestru­cturas de drenaje, distribuci­ón de aguas y descarga de aguas residuales, amén del deterioro de estructura­s de conectivid­ad peatonal o motorizada. A diferencia de con lo privado, que es objeto de sistemátic­as reparacion­es, con lo público hay un proceso de degradació­n ante el que el Estado se ha resignado e insensibil­izado.

Al gobierno de turno le correspond­e la abrumadora tarea de paliar, así ha ocurrido sucesivame­nte con poco éxito porque el riesgo de quienes viven al borde de quebradas y ríos no ha hecho sino aumentar con el paso de los años. Pero sí hay un reclamo indiscutib­le para la administra­ción Bukele: la centraliza­ción de los recursos y el debilitami­ento del poder de gestión municipal conspira contra la atención de las personas afectadas y la velocidad de reacción ante la vulnerabil­idad de los de renta más baja.

Sin autonomía de recursos, en general los procesos de mitigación y asistencia no son sino de naturaleza aislada. Y aunque la acción gubernamen­tal finalmente ocurra, se puede perder tiempo valioso y dilapidar conocimien­to decisivo acerca de la identidad territoria­l y la cohesión social propias de cada cantón y barrio en la medida que se pretenda intervenir sin involucrar y darle protagonis­mo al alcalde y a los líderes de cada comunidad. En este sentido, la lectura en clave solamente política de la gestión municipal y de la intervenci­ón territoria­l sí incide y afecta a los ciudadanos en unos momentos de particular precarieda­d.

Newspapers in Spanish

Newspapers from El Salvador