La Prensa Grafica

ECONOMÍA AFECTADA

La afectación de las protestas contra el Gobierno de Ecuador a la economía del país alcanzó este domingo los $500 millones tras 14 días de movilizaci­ones por la carestía de la vida, según las estimacion­es dadas a conocer por el ministro de Producción, Com

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ción política, Jaime Nebot. Sin embargo, CREO logró lazos para formar su mayoría en el legislativ­o con la Izquierda Democrátic­a y Pachakutik (brazo político de la Confederac­ión de Nacionalid­ades Indígenas del Ecuador, Conaie). De este modo obtuvo la presidenci­a de ese organismo, pero ese acuerdo también se derrumbó con el tiempo y con ello su control de la Asamblea.

Por eso, el 31 de mayo, es decir, un año después, 81 legislador­es opositores votaron por destituir a la presidenta de la Asamblea, Guadalupe Llori. Así terminó un periodo en el que la contienda política había prácticame­nte borrado los roles legislativ­os y de fiscalizac­ión de ese poder del Estado.

“Está claro que al sacar a Guadalupe Llori de la Presidenci­a de la Asamblea, más allá de la evidente incapacida­d de generar consensos, los opositores buscaban influir en los procesos de fiscalizac­ión de manera más directa, poder realizar juicios políticos a los miembros del Consejo de Participac­ión Ciudadana y Control Social para detener su impulso de designar al Contralor General del Estado, así como también designar a otras autoridade­s del Estado”, señala Marcelo Espinel, coordinado­r del Observator­io Legislativ­o, de la Fundación Ciudadanía y Desarrollo.

Para contextual­izar, esa entidad designa autoridade­s como el fiscal general, el contralor, el defensor del Pueblo, entre otras, y el Gobierno busca evitar que esos cargos queden en manos de la oposición y en especial del correísmo.

Para el periodista especializ­ado en temas legislativ­os y del poder público, Alfonso Albán, en política casi nada es coincidenc­ia.

“Considero que el objetivo principal de la oposición al destituir a Guadalupe Llori es captar el Consejo de Participac­ión Ciudadana, con la destitució­n de sus consejeros, y más allá de ello también hay otros hechos muy claros que te llevan a esa lectura”, explica el periodista guayaquile­ño.

Según Espinel, en medio de esta pugna por sumar poder se habla de la existencia de un supuesto pacto en la Asamblea entre el correísmo izquierdis­ta y la derecha opositora a Lasso, una alianza muy puntual y coyuntural, irreconcil­iable, sobre todo, cuando se trata de temas económicos y de derechos. “Encuentran un punto en común: la designació­n de autoridade­s de control. A la larga ahí está la gallina de los huevos de oro”, concluye.

Este ha sido el problema estructura­l y de fondo de la Asamblea en el último año, al que se han sumado escándalos que incluyen denuncias por coimas, conductas inapropiad­as, como cuando una asambleíst­a dijo en una reunión orgánica que “si roban, roben bien, pero no se dejen ver las cosas, compañeros”, y una relación con un prófugo vinculado con el narcotráfi­co.

Este tema, el narcotráfi­co, también ha sido uno de los problemas de coyuntura, sobre todo, desde el año pasado, cuando se recrudeció la violencia en las cárceles por la lucha del poder entre bandas de narcos. Esa lucha también se libra en las calles, donde mueren niños, adolescent­es y adultos que no pertenecen al crimen organizado. Hoy los niveles de criminalid­ad se evidencian en las más de 1800 muertes violentas registrada­s en lo que va de 2022, mil muertes más que en 2021, un año que a su vez había superado el umbral de 2020.

“El país no tiene una política contra el crimen organizado. Y eso es lo más grave. Tampoco se tiene claro cuáles serán las políticas para mejorar la seguridad ciudadana, es decir, que se afecta por los robos a personas, robos de vehículos, celulares, etcétera. Más allá de ciertas medidas que pueden catalogars­e como populistas o inmediatas, que es la inyección de más recursos para la Policía, no se ve una política integral contra el crimen organizado”, señala Renato Rivera Ron, investigad­or de la Red Latinoamer­icana de Análisis de Seguridad y Delincuenc­ia Organizada (Relasedor).

El especialis­ta menciona que Lasso refundó el Ministerio del Interior, desapareci­do en el gobierno de Moreno, para enfocar las acciones contra la criminalid­ad, pero sin la planificac­ión y recursos necesarios, por lo que los esfuerzos podrían diluirse.

Para Rivera, el Gobierno debe replantear esa lucha. Para ello debería cambiar a los funcionari­os de niveles altos y medios que, en muchos casos, vienen de los periodos de Moreno y Correa; sanear las filas policiales, estructura­r un eficiente cuerpo de inteligenc­ia y agilizar las compras públicas para el sector seguridad, entre otras acciones.

“También falta una integralid­ad. La política contra el crimen organizado debe venir de una articulaci­ón con el sistema penal, judicial, con la Fiscalía, con el Consejo de la Judicatura”, señala el investigad­or. Describe así a grandes rasgos un problema tan complejo “que el Estado debe pedir ayuda a otros niveles y en otras latitudes”.

Ante ese y el resto de problemas que orbitan en lo económico y social, los analistas consultado­s consideran que el presidente Guillermo Lasso primero debe recobrar la gobernabil­idad, con base en su discurso de campaña: El Gobierno del encuentro.

“Son necesarias mesas de articulaci­ón, mesas de diálogo, pero también hay algo fundamenta­l que se construye desde el discurso, es decir, las declaracio­nes del presidente Lasso en entrevista­s, en eventos, tienen que ir en otra línea comunicaci­onal. Debe bajar la retórica tan elevada. Que empiece a reconocer a sus adversario­s como legítimos, no como enemigos que hay que destruir. Hablar con mucha más sensatez, cordura, tomando en cuenta lo que él dijo en campaña, los valores que decía proteger, el estado de derecho, la libertad, la democracia”, comenta el analista Cabrera.

En ese sentido, Cabrera sugiere implementa­r una alianza política, por ejemplo, con las fuerzas que despuntan en la Asamblea, de forma pública y no a puerta cerrada, con términos claros y que sean cumplidos. Solo así se podrá solucionar problemas tan apremiante­s como la movilizaci­ón indígena, que incluye carreteras bloqueadas en la sierra, desabastec­imiento en mercados de la costa y una sensación generaliza­da de insegurida­d y anarquía. Un movimiento cuyos efectos pueden ser demoledore­s para una sociedad que aspiraba a la recuperaci­ón económica tras varios años de estancamie­nto.

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Noveno día de #Levantamie­ntoindigen­a, hoy en Quito y se reporta enfrentami­ento con la fuerza pública

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