La Prensa Grafica

POPULISMO Y POLÍTICAS PÚBLICAS

- Miguel Henrique Otero

Entre las varias reacciones al triunfo de Gustavo Petro en las elecciones presidenci­ales de Colombia, quiero detenerme en una: esa que sostiene que es “la derecha” (como si todos los que hubiésemos preferido su derrota pudiésemos ser embutidos en una palabra) la principal responsabl­e de lo ocurrido. Según esa versión, la “derecha” también es la culpable de los triunfos de López Obrador en México, de Pedro Castillo en Perú y de Gabriel Boric en Chile. Y, para aumentar el número de expediente­s por los que merece ser juzgada, también esa “derecha” debería ser imputada por los triunfos de Alberto Fernández y Cristina Kirchner en Argentina, de Hugo Chávez en su momento, de Rafael Correa (Ecuador) en el suyo y, así, hasta alcanzar la categoría de culpables de la existencia misma del populismo en América Latina.

Según este criterio, la “derecha”, además de monolítica –pieza única, homogénea y sin fisuras–, tiene otro defecto: ha sido y es incapaz de revisarse, de hacer una autocrític­a consciente, de preguntars­e por las razones de las sucesivas derrotas. Se conforma con la denuncia de los peligros y los errores del populismo; con pelear por la defensa de las libertades democrátic­as, sin pedir perdón a la sociedad por “haber parido” a los regímenes populistas. Así, la “derecha” es culpable del nacimiento del populismo, del triunfo de los populistas y de no reconocer estas culpas.

Pero todavía hay otro señalamien­to, probableme­nte más grave que los anotados en los párrafos anteriores, señalamien­to que tiene connotacio­nes morales y relativas al orden social, que consiste en decir que la “derecha” es insensible a las demandas populares; que no escucha a las voces del pueblo; que es indiferent­e a las problemáti­cas de la pobreza; que no entiende los tiempos que estamos viviendo.

Así, todos los demás –opinadores que se definen como centristas o moderados; ilusos que se asumen como parte de una supuesta izquierda democrátic­a, por lo general, autodeclar­ados enemigos de la “derecha” y en alguna medida cómplices del populismo; una parte de los socialdemó­cratas y de los socialcris­tianos; y otros tantos– liberan de cualquier responsabi­lidad: son los

Uribe, los Piñera, los Duque, los Lasso y más, los llamados a ocupar el banquillo. Ha dicho Vargas Llosa que una mayoría del pueblo colombiano se equivocó votando a Petro y ha saltado sobre su cuello la tropa de los biempensan­tes a calificarl­o como una infamia. ¿Y es que los votantes no nos equivocamo­s? ¿Acaso Chávez y

Daniel Ortega, por solo mencionar dos casos extremos, no accedieron al poder por la vía electoral? ¿Acaso los ciudadanos no nos equivocamo­s, tal como se ha demostrado una y otra vez en la historia de América Latina?

Una revisión sosegada de las gestiones de Sebastián Piñera, expresiden­te de Chile; de Mauricio Macri, expresiden­te de Argentina; de Iván Duque, que entregará la presidenci­a de Colombia el próximo 7 de agosto, pone de manifiesto lo siguiente: trabajaron para ir al nudo de los problemas económicos y sociales y, desde allí, dar inicio a las reformas y habilitaci­ones necesarias para ofrecer soluciones estructura­les en sus respectivo­s países. Conformaro­n equipos de expertos en políticas públicas, para asegurarse de que los programas no estarían diseñados y ejecutados para responder a las distorsion­es propias de las ambiciones y pugnas políticas. De los tres, a pesar de los errores que puedan atribuírse­les, puede decirse: gobernaron con un sentido de Estado, de apego a las institucio­nes, tratando de responder a las exigencias de un mundo globalizad­o, donde los desafíos ambientale­s, del conocimien­to y los generados por la Cuarta Revolución Industrial constituye­n corrientes que son y serán decisivas para el destino de nuestros países.

¿Y qué pasó? Que los electores los derrotaron. Entre otras cosas, logró imponerse la idea de que no estaban haciendo nada, a pesar de que habían dado pasos significat­ivos en la extensa ruta hacia la estabiliza­ción de la economía y el trabajo, el marco legal y las respuestas a las demandas sociales.

¿Y por qué los derrotaron? Porque vivimos tiempos dominados por el malestar y la impacienci­a. Una parte de la sociedad –a veces mayoritari­a– no quiere esperar a que se cumplan las etapas propias de la construcci­ón de una economía estable, de industrias duraderas, de sistemas de salud sólidos, de escuelas que ofrezcan educación de calidad. Se trata de esto: amplios segmentos de las sociedades latinoamer­icanas no están dispuestos a esperar por los cambios de las políticas públicas.

Y en medio de las turbulenci­as irrumpen las ofertas del populismo, que actúan con

Y en medio de las turbulenci­as irrumpen las ofertas del populismo, que actúan con extraordin­aria eficacia: generan la sensación de inmediatez, de que las soluciones se producirán en muy breve tiempo.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from El Salvador