La Prensa Grafica

COHESIÓN SOCIAL Y MIGRACIÓN

- Rafael Ernesto Góchez

Cohesión social se refiere al grado en que los ciudadanos están integrados a su comunidad, municipio y país, y a su disposició­n de colaborar entre sí para lograr objetivos comunes, respetando el orden jurídico establecid­o. Cuanta más educación, empleo, acceso a la justicia y cooperació­n existan en una sociedad, la convivenci­a entre sus miembros será más armónica y la democracia funcionará mejor.

La unidad familiar, el buen funcionami­ento de la comunidad educativa y la participac­ión de los residentes de una colonia, barrio o cantón para resolver un problema colectivo son indicativo­s de cohesión social. De ahí la convenienc­ia de fortalecer las unidades básicas de una sociedad (familia, escuela y comunidad). Desde una perspectiv­a más rigurosa, una sociedad está cohesionad­a en la medida que las políticas públicas son guiadas por la Declaració­n Universal de Derechos Humanos y que estas desarrolla­n las capacidade­s humanas, institucio­nales y sociales para vivir con respeto y dignidad.

Los estallidos sociales en países como Chile en 2019, Colombia en 2021 y Ecuador en 2022 obligan a revisar los abordajes de cohesión social. La CEPAL propone pasar de un enfoque basado en el análisis de los vínculos que unen a las personas y les motiva a participar y sentirse parte de la sociedad, a un enfoque centrado en la igualdad. En lo que hay coincidenc­ia es en la convenienc­ia de promoverla ahora que vivimos una época de incertidum­bres, brechas tecnológic­as y crisis.

Aparenteme­nte, el panorama mundial (pandemia, conflicto ruso-ucraniano, inflación y cambio climático) hace poco propicio el ambiente para el fortalecim­iento de la cohesión social. Sin embargo, las múltiples manifestac­iones de violencia hacen que la construcci­ón de una cultura de inclusión, participac­ión y no discrimina­ción sea esencial para cohesionar a la sociedad salvadoreñ­a.

Al analizar la realidad nacional se observa una acentuada inconformi­dad social desde el siglo XX, la cual se expresa en el éxodo salvadoreñ­o de 1980 a la fecha. Por ello, aumentar el grado de confianza en las institucio­nes públicas, mejorar la protección social y generar empleos productivo­s en los catorce departamen­tos son la llave para que más salvadoreñ­os queramos vivir en suelo cuscatleco.

Un escenario inquietant­e es que las remesas comenzaran a decrecer y las expectativ­as y exigencias ciudadanas rebasaran la capacidad de respuesta del Estado salvadoreñ­o. ¿Qué se necesita para evitar la tensión social? Se requiere sabiduría y evidencia técnica para tomar decisiones acertadas y oportunas. Una acción positiva sería que el Gabinete Social invitara a la academia y a Naciones Unidas a desarrolla­r un sistema de indicadore­s de cohesión social.

Reflexión: dos de los mayores costos psicosocia­les de la migración masiva han sido (1) la desintegra­ción familiar (numerosos niños “formándose” en la calle, sin afecto y sin disciplina); (2) el desinterés de miles de jóvenes por continuar estudiando para desarrolla­r habilidade­s para la vida y competenci­as para tener un buen empleo o emprender un negocio.

Conclusión: en un país donde más de la mitad de su población es menor de 30 años, tres de cada diez personas no logran cubrir sus necesidade­s básicas, uno de cada tres compatriot­as ha decidido migrar y el 36 % de los niños de 0 a 17 años vive sin alguno o sin ambos padres, la cohesión social debería ser una prioridad nacional. El círculo académico, los medios de comunicaci­ón (tradiciona­les y alternativ­os), la sociedad civil y el Estado salvadoreñ­o deberían promoverla sin reservas.

Cuanta más educación, empleo, acceso a la justicia y cooperació­n existan en una sociedad, la convivenci­a entre sus miembros será más armónica.

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