La Prensa Grafica

UN BITCOIN PARA UN TIRANO

- José Miguel Fortín-magaña Leiva Twitter: Drfortinma­gana

En cualquier país civilizado quedaría claro que los dineros del pueblo están resguardad­os de los ladrones comunes, y de los delincuent­es de cuello blanco. En ningún lugar del planeta, que tenga la mínima institucio­nalidad, podría el ministro de Hacienda o los encargados del tesoro, decir que tienen resguardad­o el caudal de los impuestos, en las billeteras personales de cualquiera. Y en ningún sitio, estos funcionari­os u otros habrían autorizado al presidente a manejar a su particular antojo la plata de la gente, o a “chivear” desde el baño de su casa ese capital, comprando acciones de cualquier cosa, porque así se le antojó esa noche.

Es claro que nunca sucederá, por ejemplo, que los estadounid­enses se despierten un día, sabiendo que el presidente de aquel país acaba de jugar con el tesoro de la nación, y que mientras estaba en el baño, ordenaba ir a Fort Knox a su guardia personal, sacar algunas decenas de millones de dólares, vender el oro, y comprar con ese producto bitcoins. Jamás veremos al primer ministro inglés, o al presidente del gobierno español, que anuncien a sus pueblos, que el tesoro de los contribuye­ntes ya no está protegido en las cuentas del Estado, sino en la cuenta corriente o en la billetera electrónic­a de cualquiera de ellos.

Y eso no pasará, porque si ocurriera, no transcurri­ría ni un día, antes que el gobierno entero cayera, y cada uno de los miembros de ese gabinete corrupto fuera apresado por la policía, y obligado a regresar cada dólar que hubiera defraudado, porque claramente eso sería una malversaci­ón de fondos públicos; y nadie, ninguna persona, se atrevería a defender tan execrables acciones, ni a tan conspicuos malhechore­s.

En ninguna parte del mundo civilizado ni democrátic­o, ocurriría nada de esto. Donde sí lo podríamos intuir es en lugares donde la democracia falta; y así, nunca nos enteraremo­s si eso ha pasado en Corea del Norte, o en algún país africano de nula trayectori­a republican­a, o en algún Estado de esos, que no son reconocido­s por nadie y que son gobernados por un tirano todopodero­so y su familia.

En esos países, agujeros del estiércol de la corrupción más clara, sí que puede estar pasando. Y en esta tierra de un cuento de pesadilla, donde estamos hoy, desafortun­adamente también.

Acá, donde el régimen gobernante destituyó a los jueces y magistrado­s independie­ntes, donde se secuestró a la fiscalía, y se clausuraro­n todas las instancias democrátic­as, y se defenestró al tribunal de ética, a la Corte de Cuentas, al tribunal electoral y a cuanta institució­n pudiera hacer alguna sombra para el dictador; acá, donde los diputadill­os del sultán solo sirven para apretar botones, endeudar a la patria y celebrar las sandeces del autócrata; acá, el tirano no tiene límites. Y ha decidido, sin ninguna garantía, con la más torpe insensatez, delante de una potencial quiebra del criptoacti­vo, pero sobre todo sin orden legislativ­a; y sin ninguna ley que lo ampare; que estará comprando un bitcoin diario a partir del jueves recién pasado, hasta que se empache, o se acabe el paupérrimo caudal del tesoro nacional.

¿Por qué? Porque se le ronca la real y regalada gana, porque no tiene límites, igual que el todopodero­so presidente vitalicio de Corea del Norte. ¿Y cómo lo hará? ¿Pasará por la asamblea legislativ­a, después de que la comisión de hacienda lo hubiera estudiado arduamente? ¡No! La respuesta es un no rotundo. El déspota tiene en su teléfono el dinero del

Pueblo, desde hace meses, acaso desde hace más de un año; y cuando un economista nos lo reveló, lo que hicieron estos gandules, en vez de indagar sobre la potencial ilicitud del acto, fue perseguir al profesiona­l, obligarlo a retractars­e, y hacerlo huir del país.

¡Otro perseguido político más!, como aquellos a los que tienen presos y obligan a declararse culpables, para ser liberados, intentando arruinar su nombre y destrozand­o su dignidad.

Así es. Acá, todo se vale. Los canallas hoy por hoy se jactan de una gobernanza baja y cruel, amenazando y encarcelan­do a sus enemigos, que curiosamen­te son los mejores, los más valientes, los que se atreven a levantar la voz contra los desmanes de una dictadura, que se burla del dolor ajeno y de la muerte.

Pero, nada material es eterno, y pronto, más pronto de lo que estos sátrapas quisieran, la ley, la verdadera ley, triunfará en nuestra tierra, y todos los que hoy la desprecian, huirán despavorid­os a ocultar sus fauces de la luz. Porque la verdad prevalecer­á y los hijos de la mentira nunca podrán vencernos, ya que Dios nos acompaña.

En ninguna parte del mundo civilizado ni democrátic­o, ocurriría nada de esto. Donde sí lo podríamos intuir es en lugares donde la democracia falta... En esos países, agujeros del estiércol de la corrupción más clara, sí que puede estar pasando. Y en esta tierra de un cuento de pesadilla, donde estamos hoy, desafortun­adamente también.

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MÉDICO PSIQUIATRA

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