UN BITCOIN PARA UN TIRANO
En cualquier país civilizado quedaría claro que los dineros del pueblo están resguardados de los ladrones comunes, y de los delincuentes de cuello blanco. En ningún lugar del planeta, que tenga la mínima institucionalidad, podría el ministro de Hacienda o los encargados del tesoro, decir que tienen resguardado el caudal de los impuestos, en las billeteras personales de cualquiera. Y en ningún sitio, estos funcionarios u otros habrían autorizado al presidente a manejar a su particular antojo la plata de la gente, o a “chivear” desde el baño de su casa ese capital, comprando acciones de cualquier cosa, porque así se le antojó esa noche.
Es claro que nunca sucederá, por ejemplo, que los estadounidenses se despierten un día, sabiendo que el presidente de aquel país acaba de jugar con el tesoro de la nación, y que mientras estaba en el baño, ordenaba ir a Fort Knox a su guardia personal, sacar algunas decenas de millones de dólares, vender el oro, y comprar con ese producto bitcoins. Jamás veremos al primer ministro inglés, o al presidente del gobierno español, que anuncien a sus pueblos, que el tesoro de los contribuyentes ya no está protegido en las cuentas del Estado, sino en la cuenta corriente o en la billetera electrónica de cualquiera de ellos.
Y eso no pasará, porque si ocurriera, no transcurriría ni un día, antes que el gobierno entero cayera, y cada uno de los miembros de ese gabinete corrupto fuera apresado por la policía, y obligado a regresar cada dólar que hubiera defraudado, porque claramente eso sería una malversación de fondos públicos; y nadie, ninguna persona, se atrevería a defender tan execrables acciones, ni a tan conspicuos malhechores.
En ninguna parte del mundo civilizado ni democrático, ocurriría nada de esto. Donde sí lo podríamos intuir es en lugares donde la democracia falta; y así, nunca nos enteraremos si eso ha pasado en Corea del Norte, o en algún país africano de nula trayectoria republicana, o en algún Estado de esos, que no son reconocidos por nadie y que son gobernados por un tirano todopoderoso y su familia.
En esos países, agujeros del estiércol de la corrupción más clara, sí que puede estar pasando. Y en esta tierra de un cuento de pesadilla, donde estamos hoy, desafortunadamente también.
Acá, donde el régimen gobernante destituyó a los jueces y magistrados independientes, donde se secuestró a la fiscalía, y se clausuraron todas las instancias democráticas, y se defenestró al tribunal de ética, a la Corte de Cuentas, al tribunal electoral y a cuanta institución pudiera hacer alguna sombra para el dictador; acá, donde los diputadillos del sultán solo sirven para apretar botones, endeudar a la patria y celebrar las sandeces del autócrata; acá, el tirano no tiene límites. Y ha decidido, sin ninguna garantía, con la más torpe insensatez, delante de una potencial quiebra del criptoactivo, pero sobre todo sin orden legislativa; y sin ninguna ley que lo ampare; que estará comprando un bitcoin diario a partir del jueves recién pasado, hasta que se empache, o se acabe el paupérrimo caudal del tesoro nacional.
¿Por qué? Porque se le ronca la real y regalada gana, porque no tiene límites, igual que el todopoderoso presidente vitalicio de Corea del Norte. ¿Y cómo lo hará? ¿Pasará por la asamblea legislativa, después de que la comisión de hacienda lo hubiera estudiado arduamente? ¡No! La respuesta es un no rotundo. El déspota tiene en su teléfono el dinero del
Pueblo, desde hace meses, acaso desde hace más de un año; y cuando un economista nos lo reveló, lo que hicieron estos gandules, en vez de indagar sobre la potencial ilicitud del acto, fue perseguir al profesional, obligarlo a retractarse, y hacerlo huir del país.
¡Otro perseguido político más!, como aquellos a los que tienen presos y obligan a declararse culpables, para ser liberados, intentando arruinar su nombre y destrozando su dignidad.
Así es. Acá, todo se vale. Los canallas hoy por hoy se jactan de una gobernanza baja y cruel, amenazando y encarcelando a sus enemigos, que curiosamente son los mejores, los más valientes, los que se atreven a levantar la voz contra los desmanes de una dictadura, que se burla del dolor ajeno y de la muerte.
Pero, nada material es eterno, y pronto, más pronto de lo que estos sátrapas quisieran, la ley, la verdadera ley, triunfará en nuestra tierra, y todos los que hoy la desprecian, huirán despavoridos a ocultar sus fauces de la luz. Porque la verdad prevalecerá y los hijos de la mentira nunca podrán vencernos, ya que Dios nos acompaña.
En ninguna parte del mundo civilizado ni democrático, ocurriría nada de esto. Donde sí lo podríamos intuir es en lugares donde la democracia falta... En esos países, agujeros del estiércol de la corrupción más clara, sí que puede estar pasando. Y en esta tierra de un cuento de pesadilla, donde estamos hoy, desafortunadamente también.