DENTRO DE LA EVOLUCIÓN HISTÓRICA MUY POCAS GENERACIONES HAN TENIDO LAS OPORTUNIDADES DE CAMBIO QUE FLUYEN EN LA GENERACIÓN ACTUAL
El trayecto de la presencia humana en el tiempo se nos va haciendo cada vez más revelador de las características de ese paso inagotable. Y lo que con mayor lucidez hay que tener presente, como expresión de lo que significa la dinámica evolutiva dentro de este proceso, es que en ningún instante hay que perder de vista la responsabilidad frente a dicho quehacer en el tiempo, sean cuales fueren las condiciones individuales y sociales de cada quien. Los seres humanos estamos en el deber ineludible de seguir avanzando y a la vez irnos haciendo más y más partícipes de la visibilidad propia del momento presente. Este es uno de los cambios de máxima relevancia que tenemos entre manos, y estar conscientes del mismo nos provee visiones y herramientas francamente originales. Dentro de todo este panorama dinámico, los afanes de cambio hay que asumirlos en forma ordenada y consistente; esto debe ponerse en práctica con toda seriedad y seguridad, porque cuando hay oportunidades como las que ahora se presentan la primera obligación que las acompaña es la sensatez en el desempeño respectivo. Dejemos de una vez de creer y de pensar que el cambio sólo se produce cuando las iniciativas brotan a borbollones y los procederes se manifiestan en forma alborotada, como en una procesión de imágenes sin autocontrol. Dicho fenómeno, por el contrario, cuando se hace sentir como una experiencia proveniente de la madurez de los tiempos, que es lo que está dándose en estos días a nivel mundial, constituye un muestrario de lo humano más vívido y actualizado, con capacidad inusitada de poner la Historia en el lugar que le corresponde. Hay que asegurar, entonces, que el acaecer histórico se mueva en la forma y con los contenidos requeridos, en función de una mejor vida para todos. Este es y debe ser el objetivo indeclinable, porque si él se pierde de vista, como ha venido pasando en tiempos anteriores, se activa sin tardanza la inoperatividad social, económica y política que tantos desajustes y desperfectos trae consigo. Nosotros, los individuos actuales de este mundo en clara evolución, tenemos la oportunidad y la responsabilidad de hacer bien las cosas, en alianza con el tiempo. Y recordemos todos los días y a toda hora que el tiempo nunca nos falla: somos nosotros los que le fallamos. A partir de esa simple verdad, podemos ir armando el crucigrama de nuestra evolución como individuos y como comunidad. Pongámonos inequívocamente a la orden de dicha evolución, y así podremos ir viendo y recogiendo los respectivos frutos. He ahí la clave del sano progreso y de la vida segura. Dejémonos, pues, de estar intentando saltar bardas; y en vez de eso, alistemos el llavero de las acciones responsables y creativas, para incorporarnos al futuro como se debe.