EL SÚPER DE HOY
Érase una vez que, en noviembre cada dos años, se celebraba la Feria Internacional (en el difunto CIFCO), muy esperada por sus novedades. Novedades industriales, expuestas en los pabellones de países amigos; novedades gastronómicas, saboreadas en restaurantes como el Coche Rojo; y novedades de guilindujes y productos importados, a la venta en los bazares de la feria.
Los papás, a cargo de aperar el ojo de agua para la Lupe Reyes; las mamás, de conseguir las bocas y los ingredientes para el pavo de la Nochebuena; y los cipotes, de suplicar (joder) por las novedades de Juguetilandia.
En aquel entonces, el Súper Selectos contaba con muy pocas sucursales (recuerdo la del Salvador del Mundo y el Santa Emilia), surtidas con lo básico, sin las novedades enlatadas, empaquetadas y embotelladas de la feria.
Pero no todo se compraba en el Selectos. Los granos básicos también estaban disponibles en las tiendas del IRA (el difunto Instituto Regulador de Abastecimientos). Las frutas y verduras en los mercados; y las tiendas de vecindario, al igual que ahora, sacaban de apuro con lo del día a día.
En 1980 explotó la guerra y, durante 12 años, la expansión de los supermercados se detuvo, la oferta se comprimió, y floreció un mercado negro de productos importados.
El boom posguerra extiende el AMSS hacia Soya, Tecla y Antiguo. Se levantan vastos complejos comerciales y residenciales; inicia la guerra de la comida rápida, de las farmacias y los salones de belleza, así como la decidida expansión de los supermercados.
El Santa Emilia sigue ahí, pero ahora son más de 100 Selectos en todo el país y, dependiendo del poder adquisitivo, también vamos a la Despensa de Don
Juan, a la Despensa Familiar, a la Maxi Despensa, al Walmart
(antes Hiper Paiz) y al Pricesmart.
En el súper de hoy, los bazares de la feria se quedarían chiquitos. Cervezas alemanas, pastas italianas, sushi (ya saben de dónde), salsas mexicanas, turrones españoles, vinos de todo el mundo, vodka ruso, polaco o finlandés, frutas y verduras de Chalate, Guate, EUA, Ecuador y Chile.
Una reciente conveniencia, acelerada gracias a la pandemia, es que podemos ir al súper sin ir al súper; tus compras, gracias al .com, en la puerta de tu casa como por arte de magia. También podemos mandar la lista por e-mail, pagar por transferencia bancaria, y solo pasar a traer.
El súper de hoy, además de estimular el consumo, la publicidad, y el constante desarrollo de alimentos y bebidas, alborota nuestra saliva. Ummmm, qué deliciosa variedad de yogures, griegos y sonsonatecos, con albaricoque al fondo y probióticos (sepa Judas qué es, pero ayuda a vender).
Kudos a Calleja, pues ha mejorado muchísimo sus displays. ¿Ya vieron la sección de cafés? Kudos también a nuestros cafetaleros, pues han mejorado muchísimo sus empaques. “No se dejen de Starbucks”, advierte la lorita Pepita.
Para los que han agarrado llave por comer sano, el súper de hoy ofrece opciones sin azúcar, ni grasa, ni gluten, ni sodio; bajas en calorías; altas en fibra... y “probióticos” para la digestión.
Ahora que las chirilicas están escasas, culpa de la “inflazón”, es necesario aprovechar las ofertas que tapizan nuestros periódicos y teléfonos. Además, le sugiero en los pasillos del súper degustar, quien quita lo que probemos sea más barato y rico que la opción de siempre. Recordemos que probando la novia se enamora el galán.
El súper de hoy es un espejo de la salud de nuestra economía; si sus estantes están llenos de productos, sus parqueos de carros de clientes y camiones de proveedores, y sus pasillos de empleados y consumidores, doña Economía está pollona.
Si sus estantes vacíos, sus parqueos sin carros ni camiones, y sus pasillos sin empleados ni consumidores, nos llevó Candanga. Ni quiera Dios.
Una reciente conveniencia, acelerada gracias a la pandemia, es que podemos ir al súper sin ir al súper.