UN NUEVO AÑO, UN AÑO DE LUCHA Hemos de seguir hablando, con toda la fuerza de nuestros pulmones, por los que no pueden, por estar injustamente detenidos, y por los muertos, y por los que debieron huir por la represión del dictador, o por la pobreza en la
Apenas han pasado 6 días desde que comenzó el dos mil veintitrés, y ya podemos imaginarnos cómo será el año que comienza. El mundo mantendrá ese terrible espíritu polarizado que lo ha caracterizado en las últimas décadas, con un imperio que se rehúsa a morir, el soviético bajo el disfraz ruso de Putin; y otro decadente pero todavía con un poderío formidable, el estadounidense; quienes se enfrentan en Ucrania, con el regocijo de una expectante China, que observa, esperando para destronar a cualquiera de los contendientes.
Y mientras eso ocurre, la América Latina también esboza un contorno dicotomizado que ya no se divide en izquierdas o derechas, sino en populistas y en gente sensata, siendo hoy, aparentemente, el momento del péndulo histórico para que el populismo gane la mayoría de las partidas, dejando probablemente en quiebra las economías de los países que en mala hora llegan a gobernar.
La cosa es simple; igual que cualquier negocio o empresa requiere de un buen gerente para que le conduzca, los municipios, Estados o países, también requieren de gente capaz y honesta para que los dirija; pero desafortunadamente los demagogos son por definición sinvergüenzas que timan a la gente, vendiéndoles ilusiones que a la larga son quimeras irrealizables, como un tren supersónico, autopistas colgantes, miles de nuevas escuelas y hospitales, o la gran mentira: que todos en ese país se volverán millonarios, con una mágica moneda que crece en las entrañas de los volcanes, y que hará que su tierra se convierta en una superpotencia, para envidia de los rusos, de los estadounidenses y de los chinos.
El mundo está patas arriba. Por un lado las potencias quieren repartirse el pastel (que es el planeta mismo) y por el otro, los llamados países en desarrollo (nombre que pareciera un eufemismo, porque nunca llegarán a completar ese proceso) se enfrascan en generar más divisiones, para producir el ambiente en el que puedan, los malos, perpetuarse en el Poder.
Parece que a casi nadie le importa verdaderamente lo que pasa alrededor. Los obispos y pastores, en otro tiempo interesados en la verdad, hoy parecen decantarse por lo popular. Los llamados a denunciar y a corregir los atropellos de la autoridad, como son la fiscalía o las procuradurías, hoy los aplauden. Los jueces y magistrados ya no buscan el cumplimiento de la ley. Y el Pueblo, que al fin debería ser el último garante para que sus empleados, los gobernantes, cumplan con su deber, hoy bajan la testuz embrutecidos o paralizados por el miedo.
Pero no nos equivoquemos; siempre la mayoría ha sido la masa manipulable, y siempre ha habido malos funcionarios, civiles, militares y eclesiásticos, que han recurrido a alguna forma de simonía, o que se han plegado a la corrupta lisonja.
Pero también, siempre ha habido grandes hombres y mujeres que a pesar de todo, se han opuesto a lo indebido; y desde la antigüedad, hasta los tiempos de Enrique
VIII y Tomás Moro; o en época de revolución o de autoproclamados césares, como Napoleón; siempre han surgido valientes que se oponen a los desmanes del poder.
No podemos parar. Este año es, por mucho, de una profunda relevancia. Acaso no podremos influir en lo que pasa en Ucrania, Crimea o Rusia; y acaso poco o nada se oirá nuestra voz, fuera de nuestra patria, o dentro de ella, ahogada por el burdo mugido de la tiranía; pero hemos de seguir hablando, con toda la fuerza de nuestros pulmones, por los que no pueden, por estar injustamente detenidos, y por los muertos, y por los que debieron huir por la represión del dictador, o por la pobreza en la que ha hundido al país.
Porque lo creemos con convicción, hemos de seguir intentando que este 2023 sea cuando se consolide la oposición democrática, y que pronto conozcamos los nombres de quienes nos han de representar contra la dictadura.
Hoy inicia el año, y como debe ser, invocamos el nombre de Dios Todopoderoso, para que nos acompañe en una lucha que es justa, y que de muchas formas es una representación moderna del encuentro que pronto habrá, entre nuestro David y el horroroso Goliat de la tiranía, y del siniestro populismo, que pretende destruir la libertad.