CREADORES DE CONTENIDO PARA REDES O DE LAS PARTES Y EL TODO
na nueva conversación entretiene al público salvadoreño, a propósito de las declaraciones del presidente de la Asamblea Legislativa sobre permitir el ingreso de creadores de contenido en redes sociales para darle cobertura a las sesiones plenarias y extraordinarias. Por un lado, se hace hincapié en la relevancia de las plataformas digitales sobre las que se consideran tradicionales; por el otro, se cuestiona si el rol que juegan los ciudadanos dedicados a producir para esos entornos coincide con el de los periodistas.
De más está decir que esa conversación se desarrolla entre descalificaciones groseras a los reporteros de los medios de comunicación independientes, lo cual es elocuente sobre el interés de algunos actores políticos en utilizar esta idea como un nuevo ariete contra el periodismo.
Sea o no el propósito del funcionario al abrir la puerta a los productores para redes sociales, es peregrino ignorar que el consumo de contenido en esas plataformas se ha popularizado transversalmente con fines de entretenimiento e informativos a la vez. La falta de método y de filtros que permitan discernir entre lo que es publicidad, promociones, difamaciones, desinformación ex profeso y producto periodístico van aparejados a ese consumo; sólo una audiencia instruida y deseosa de un producto de calidad puede moderar y perfeccionar su experiencia en esos entornos hasta convertirla en un ejercicio intelectual consistentemente útil.
Aunque no todo el público se sienta empujado a mejorar su experiencia en las redes sociales, ofrecerle calidad, verificación y perspectiva es un reto cotidiano para el periodismo; entre las amenazas tendrá la desinformación patrocinada por actores políticos, fenómeno que todo el mundo democrático ha padecido en la última década, así como la confusión de una época en la que los mismos informadores a veces ceden a la provocación o confunden servicio público con popularidad y se enredan en inútiles disquisiciones en esas plataformas.
Mientras tenga a la fiscalización, al análisis independiente y al servicio a los ciudadanos en el centro de su trabajo, el periodismo contará con una oportunidad en esas y en cualesquiera otras áreas de expresión y divulgación, en especial cuando desde la esfera oficial se pretende sustituir con propaganda gubernamental la información verificada y contrastada de fuentes independientes. Ese afán, con fines de control social y como táctica electoral,
Uestá condenado al fracaso siempre y cuando la sociedad siga siendo democrática. Por supuesto, eso no es casualidad: donde no hay criterio ciudadano no hay periodismo, no hay libertad de información y no hay democracia.
Esa misma democracia es la que exige a los funcionarios abrir las fuentes de información a la ciudadanía, reservar la menor cantidad de documentos posible y justificar de manera sensata esas excepciones. El mismo prurito democrático demanda que las decisiones trascendentales, las que afectarán a toda la nación, pasen a discusión al pleno legislativo, que los motivos detrás de decretos, reformas y proyectos queden claros desde un inicio y que todas las fuerzas políticas representadas en el congreso puedan sin excepción hacer preguntas y presentar balances a sus electores.
Por eso, en esta materia no hay debate, sólo matices, y esa es la razón detrás de las continuas distracciones y provocaciones a propósito de la democracia: al oficialismo le es más provechoso polemizar sobre las partes que sobre el todo, acerca de cuya precariedad no hay dudas.
Que un órgano de gobierno acredite a algunos ciudadanos para que escuchen la dialéctica parlamentaria no es trascendental, ni siquiera si alguno de ellos lo hace con fines propagandísticos, como ya lo hace una batería onerosa de comunicadores contratados por el gobierno. De inmediato entenderán que lo que convierte a un informador en periodista no es un carné sino las preguntas que hace y la independencia con que las formula.
Mientras tenga a la fiscalización, al análisis independiente y al servicio a los ciudadanos en el centro de su trabajo, el periodismo contará con una oportunidad en esas y en cualesquiera otras áreas de expresión y divulgación, en especial cuando desde la esfera oficial se pretende sustituir con propaganda gubernamental la información verificada y contrastada de fuentes independientes.