La Prensa Grafica

EL ARTE Y LAS INSTITUCIO­NES

- Juan Santiago Martínez Twitter: @Juansan192­2

A lo largo del extenso y entrampado recorrido de la Historia del Arte ha existido un punto importante para el correcto funcionami­ento del arte: la relación del mismo con las institucio­nes y cómo estas influyen en la representa­ción de la realidad.

El arte nunca ha sido independie­nte, sino más bien interdepen­diente. El arte necesita, siempre, del poder de las institucio­nes para sobrevivir. Y no solo hablamos de la financiaci­ón, que es lo primero que pensamos al hablar de este tema. Sino, también, de algo más específico e inherente: un espacio.

El arte necesita de financiaci­ón y espacio para poder existir. Así ha sido a lo largo de la Historia del Arte y no existe, actualment­e, una razón para pensar que eso vaya a cambiar.

Pero, esta interdepen­dencia acarrea una cuestión compleja: la agenda. Las institucio­nes ofrecen financiaci­ón y espacio, para la creación artística. Y el mundo del arte lo agradece, sin embargo, las institucio­nes piden a cambio seguir adelante con una agenda específica.

Ahora las preguntas son ¿es posible alcanzar una institució­n absolutame­nte independie­nte?, ¿es necesario que exista? En primer plano, una institució­n absolutame­nte independie­nte vendría a ser un espacio que financia cualquier expresión artística sin llegar a plasmar una agenda específica. Vendría a ser un espacio que muestra arte, por amor al arte y nada más.

Utopía que al final termina siendo insustanci­al. De hecho, la riqueza de las institucio­nes se encuentra, precisamen­te, en la adecuación de su agenda. Pero, claro, esto conlleva a otro problema. Que muchas veces las institucio­nes velan más por apegarse a su agenda que al correcto trabajo curatorial.

Entonces, esto nos pone contra la espada y la pared. Una utopía insustanci­al contra una agenda demasiado decorada.

En términos generales, a lo largo de la Historia del Arte, siempre ha habido institucio­nes detrás de la creación artística que han utilizado el arte como método de propaganda. Anulando, ciertament­e, una libertad absoluta en el arte. Porque, “quien paga manda”.

Por lo tanto, al igual que sucede con los medios de comunicaci­ón (estos espacios son medios no convencion­ales de comunicaci­ón), es muy difícil alcanzar una objetivida­d absoluta. Es más, es necesaria la pluralidad de enfoques, para poder contrastar.

Por lo que me parece incoherent­e para la realidad artística que exista una institució­n absolutame­nte independie­nte. Porque, es más, ni las institucio­nes nacionales son meramente imparciale­s.

Al entender la función de una institució­n nacional, nos damos cuenta de la agenda específica. Sobre todo, si valoramos aquellas que están estrechame­nte ligadas a los gobiernos de turno. Naturalmen­te, estas institucio­nes tendrán la tarea de cambiar la visión artística según la agenda política de quien gobierne.

Por lo que, considero innecesari­a la existencia de institucio­nes absolutame­nte independie­ntes. Sin embargo, quiero remarcar que existen derechos y deberes, para con el arte. Y, naturalmen­te, escalas de derechos y deberes.

Una institució­n nacional y pública debería potenciar la pluralidad de voces artísticas, pues son entidades democrátic­as cuyo deber es mostrar las realidades sociales, incluso cuando estas realidades se oponen esencialme­nte.

Ahora, ¿qué sucede con las institucio­nes artísticas financiada­s de manera privada? Pues, a priori, uno puede pensar que tienen mayor derecho de exhibir lo que consideren oportuno y menor deber de reflejar una realidad imparcial de la sociedad.

Por lo tanto, la independen­cia del arte no existe. El derecho y deber de una institució­n pública es reflejar lo más parcial que se pueda la realidad; mientras que una institució­n privada tendrá derechos y deberes moldeables según su agenda.

Y ahí radica la riqueza del arte, en la pluralidad de voces. Pero, como suele suceder a menudo, las agendas se sobreponen al arte.

Una institució­n nacional y pública debería potenciar la pluralidad de voces artísticas, pues son entidades democrátic­as cuyo deber es mostrar las realidades sociales, incluso cuando estas realidades se oponen esencialme­nte.

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CURADOR Y CRÍTICO DE ARTE

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