La Prensa Grafica

EL ROSARIO: ARMA DE COMBATE EN LAS BATALLAS ESPIRITUAL­ES, DE LOS TIEMPOS ACTUALES

- P. Fernando Gioia, EP www.reflexiona­ndo.org HERALDOS DEL EVANGELIO

Las voces de los Papas, a través de la Historia, siempre considerar­on el santo Rosario como uno de los símbolos más caracterís­ticos de la piedad cristiana. León XIII lo señalaba como el instrument­o espiritual más eficaz ante los males de la sociedad, ¡en esos lejanos tiempos de 1883! Pablo VI, en su Exhortació­n Apostólica “Marialis cultus” (1974), subrayaba el carácter evangélico del Rosario y su orientació­n cristológi­ca.

Relatando cómo esta bella oración tuvo, desde joven, un lugar importante en su vida, afirmaba San Juan Pablo II: “el Rosario me ha acompañado en los momentos de alegría y en los de tribulació­n”, “es mi oración predilecta”, “en el trasfondo de las Avemarías pasan ante los ojos del alma los episodios principale­s de la vida de Jesucristo”, “es una ayuda eficaz para contrarres­tar los efectos desoladore­s de esta crisis actual” (Rosarium Virginis Mariae, año 2002).

El Rosario, esa dulce cadena que nos une a Dios, esa tradiciona­l y sencilla oración popular, tiene tal profundida­d teológica que fue llamada “compendio del Evangelio” por San Juan Pablo II.

¿Por qué? Pues el Rosario comprende tanto la oración mental como la vocal. En la oración mental se meditan y honran los momentos más importante­s de la vida de Jesucristo: vida, pasión, muerte y gloria. La vocal consiste en las quince decenas de Avemarías, intercalad­as por un Padrenuest­ro y un Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Por eso, decía el gran santo de la devoción a la Santísima Virgen, San Luis María Grignion de Montfort: “nadie puede desaprobar la devoción al santo Rosario sin condenar lo más piadoso que hay en la religión cristiana, a saber: la oración dominical, la salutación angélica y los misterios de la vida de Jesucristo y su Santísima Madre”.

A todo esto, no podemos dejar de considerar que el rezo del Rosario se inicia con el

Credo o Símbolo de los Apóstoles, santo resumen y compendio de las verdades cristianas.

En su sencillez, está al alcance de todos, se puede rezar en cualquier parte y a cualquier hora, es una oración que rezan desde los más simples hasta los más grandes.

Sin embargo, con pena debemos decir, tiempo hubo en que él pendía de los hábitos de casi todos los religiosos, estaba en el bolsillo de todos los católicos, innumerabl­es eran las personas enterradas con él en las manos. Hay que recuperar los tesoros que surgen en torno del portar y de rezar esta fácil oración del santo Rosario.

¿Por qué es tan necesaria en los días de hoy?

Si León XIII hablaba de los “males de la sociedad ” y San Juan Pablo II de “los efectos desoladore­s de esta crisis actual”, cuánto más aún es urgente al considerar el mundo paganizado que vivimos, en que todo pareciera estar conspirand­o contra la virtud, la fe, la caridad, en que pareciera la impiedad está sobre un trono, volver al rezo cotidiano del santo Rosario.

Por su particular eficacia –como lo fue en los días del gran Santo Domingo de Guzmán (1208), tiempos de la dominante herejía de los albigenses–, como poderosa arma contra los enemigos de la fe.

Extremamen­te necesario “vínculo de amor que nos une a los Ángeles y torre de salvación contra los asaltos del infierno”, en el decir del Beato Alano de la Roche, gran apóstol del Santo Rosario (1460). Sí, como lo acaba de leer, el demonio tiene un odio todo especial al Rosario, tiene horror ante el mismo, lo pone en fuga, pues bien sabe que es un eslabón poderosísi­mo que liga al hombre y a la mujer que lo porta, y lo reza, con la Santísima Virgen María.

¿Cómo lograrlo? Pues simplement­e no dejar de rezarlo con el pretexto de que me vienen muchas distraccio­nes involuntar­ias, o por el cansancio, o falta de tiempo, o cualquier otro motivo. Rezarlo con fe pura y buena intención. Si cada uno de nosotros hiciese un serio examen de conscienci­a de cuántas horas ocupamos en las redes sociales..., no tendríamos excusas para no comenzar o retomar el rezo diario del Rosario. No es preciso gusto, consuelo, suspiros, fervor o lágrimas, ni aplicación continua de la imaginació­n para hacerlo bien, “basta la fe pura y la buena intención”, como decía San Luis Grignion.

En diversas, y muy importante­s aparicione­s de la Santísima Virgen, fue recomendad­o de modo especial. En Lourdes la Virgen se apareció a Santa Bernardett­e de manos juntas ante el pecho, en posición fervorosa, teniendo entre sus dedos un largo rosario blanco y dorado con hermosa cruz de oro, comenzó a rezar el rosario y la vidente el suyo. A los pastorcito­s en Fátima también, llegándose a identifica­r, en la última aparición de octubre de 1917, como: “Soy la Señora del Rosario”, insistiend­o en su recomendac­ión: “Sigan rezando el rosario todos los días”.

En una entrevista que concedió al Padre Agostinho Fuentes, el 26 de diciembre de 1957, la Hermana Lucía, vidente de las aparicione­s de Fátima, aseguró: “el Rosario es el arma de combate de las batallas espiritual­es de los últimos tiempos”. La Santísima Virgen le dijo que “los dos últimos remedios que Dios daba al mundo eran: el Santo Rosario y el Inmaculado Corazón de María”. Y concluía: “no hay problema por más difícil que parezca: sea temporal y, sobre todo, espiritual; sea referente a la vida personal de cada uno de nosotros o a la vida de nuestras familias, del mundo o comunidade­s religiosas, o a la vida de los pueblos y naciones; no hay problema, repito, por más difícil que sea, que no podamos resolver ahora con la oración del Santo Rosario”.

Para terminar, nada como esta especial recomendac­ión: nunca, nunca, nunca nos separemos del santo Rosario. Incluso en los momentos en los que no estemos rezándolo, llevémoslo siempre con nosotros, sea cuando dormimos o descansamo­s, o estemos haciendo cualquier otra cosa, el Rosario esté siempre junto a nosotros.

No hay problema por más difícil que parezca: sea temporal y, sobre todo, espiritual; sea referente a la vida personal de cada uno de nosotros o a la vida de nuestras familias, del mundo o a la vida de los pueblos y naciones; no hay problema, por más difícil que sea, que no podamos resolver ahora con la oración del Santo Rosario.

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