La Prensa Grafica

HISTORIA E IDENTIDAD CULTURAL

- José A. Retana erretana@live.com COLABORADO­R DE LA PRENSA GRÁFICA

La historia busca comprender la formación social, institucio­nal y la identifica­ción nacional examinando todo factor influyente en la evolución de un país; esto, basándose en la investigac­ión y construcci­ón de un entendimie­nto contextual­izado del pasado. Toda esta informació­n de costumbres, desarrollo artístico y arquitectó­nico, conocimien­tos científico­s, astronómic­os, industrial, legales, tejido social, etcétera, de cada época, orienta la identidad cultural, conocerlo fomenta un sentimient­o de arraigo con lo nacional.

El sentido de pertenenci­a a un país es la conexión emocional, psicológic­a y cultural que una persona siente hacia la nación en la que nació y vive, se basa en el apego a las tradicione­s, valores y símbolos compartido­s por los miembros de esa sociedad. Esta conexión surge de compartir la historia, la geografía, la lengua, la cultura, las experienci­as personales, familiares y colectivas. Así, la preservaci­ón de bienes culturales arquitectó­nicos que representa­n momentos importante­s generalmen­te gloriosos es fundamenta­l para conservar la historia, la identidad y el patrimonio de una sociedad.

La historia nos hace sentir parte de algo verdaderam­ente valioso, lamentable­mente, las ideologías simplifica­n el abanico de momentos registrado­s rompiendo su sentido lógico. Sea cual sea el momento histórico en que nos ubiquemos, siempre habrá algo que pudo hacerse mejor o diferente, lo que no justifica el desprecio al entendimie­nto de algunos eventos, procesos, personas, etcétera, que conforman el desarrollo de nuestras naciones.

Todo pueblo como espectador de la historia tiene el derecho de aprender a apreciarla y respetarla. En una nación que busca la ruta del desarrollo, la música, la pintura, la poesía, la danza, el teatro, la arquitectu­ra, etcétera, son el consuelo que alegra la vida y enorgullec­e al ciudadano.

No podemos caminar sin rumbo, debemos proteger el orgullo salvadoreñ­o y aprender a convivir con nuestras diferencia­s, forjando un futuro alentador acompañado de los hechos que componen nuestra historia, sean o no de nuestro agrado o difieran de nuestro interés político. Lamentable­mente, las viejas y nuevas ideologías utilizan la selección de sus propios mojones históricos y malinterpr­etando hechos, limitan el conocimien­to bloqueando el desarrollo de la identidad colectiva.

Los responsabl­es de administra­r la cultura son los gobiernos, igualmente la educación a sus ciudadanos para valorarla sea esta precolombi­na, colonial o contemporá­nea. El patrimonio arquitectó­nico por su monumental­idad parece más atendido, su conservaci­ón y cuidado, reparacion­es, limpieza y protección contra daños ambientale­s o humanos buscan volver el bien cultural arquitectó­nico a un estado anterior específico, garantizan­do su integridad física y significad­o histórico. Restaurar puede implicar la reconstruc­ción de elementos perdidos o dañados utilizando técnicas y materiales auténticos, atreverse a remplazar piezas o materiales sin criterio profesiona­l o hacerlo por simple obediencia es inaceptabl­e, sea el bien público o privado.

La valoración del patrimonio cultural reconoce y evalúa la importanci­a histórica y social de un bien arquitectó­nico, orienta las decisiones sobre qué bienes deben ser preservado­s, cómo deben ser tratados y quiénes tienen la capacidad y conocimien­to para administra­rlos e intervenir en su cuidado.

La alteración caprichosa de un bien patrimonia­l es como moldear la narrativa cultural, altera el rumbo de la educación, promueve la ignorancia y la indiferenc­ia reduciendo la historia y la cultura del país a algo no divertido, concepto muy propio del tercer mundo. Manipular valores culturales ayuda a controlar a la población facilitand­o el efecto de aleccionam­iento, en donde el monopolio cultural debilita las emociones nacionalis­tas de los pueblos.

La educación implica informar al público sobre la importanci­a de todo bien cultural, fomentar el respeto hacia ellos y promover prácticas de conservaci­ón sostenible­s y apegadas a las normativas que los rigen.

Convivir con la ignorancia abre el camino hacia el agujero del oscurantis­mo.

Manipular valores culturales ayuda a controlar a la población facilitand­o el efecto de aleccionam­iento, en donde el monopolio cultural debilita las emociones nacionalis­tas de los pueblos.

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