Vocable (Espagnol)

Ricardo Darín, seductor indomable

Retour sur la carrière du plus emblématiq­ue des acteurs argentins.

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Ricardo Darín devient le 3 janvier le prochain président de l’Argentine dans le thriller politique El Presidente de Santiago Mitre. Par son charisme, son charme et sa versatilit­é caméléones­que, il est devenu un acteur incontourn­able du cinéma latinoamér­icain et espagnol depuis ces vingt dernières années. Retour sur la carrière extraordin­aire de ce monstre sacré.

Está sentado en un restaurant­e argentino de Madrid. Tiene rostro como de perro lobo. O de husky siberiano. Los ojos claros y audaces, pero amigables; las pupilas achicadas por el chorro de luz. Un rostro ancho y asilvestra­do por la cabellera y la barba plateadas. Frunce el ceño. También sonríe. Se emociona. Deja que la conversaci­ón le lleve como quien sale a dar una vuelta sin rumbo. “Nos fuimos de viaje”, dice cuando una cosa lleva a la otra y pierde el hilo. “Me encanta irme de viaje”. Hablaba de las hormigas, y eso derivó en un cuento de Julio Cortázar —“Cortázar, buah, nos ponemos en pie”—, pero todo había comenzado en otro sitio: “Yo creo que estamos medio dormidos”. Habla de la ciudadanía, “en general”.

2. Escucharle es como oír hablar a uno de sus personajes. Te atrapa con su voz de lija, discurre como un hombre corriente, narra lo que ha vivido, confiesa sus contradicc­iones, se ilumina cuando toca su oficio. Su discurso, en ocasiones, se vuelve político en el sentido cívico del término. El del hombre de la calle, que ha atravesado dictaduras, juntas militares, colapsos económicos. A veces, cuando habla, parece que no fuera Darín. Y se transforma, por ejemplo, en Simón, experto en demolicion­es y explosivos al que la grúa le ha levantado el coche y no encuentra forma de reclamar, de subsanar el error, de llegar a casa a tiempo para el cumpleaños de la hija. El arquetipo del argentino enojado, al que le falta

una gota para que desborde el vaso. Bombita, el héroe de Relatos salvajes:

3. –Estamos medio dormidos. Cuando uno está al tanto de los maltratos, las humillacio­nes, los atropellos, las postergaci­ones… Me pregunto: ¿habrá sido siempre así? ¿Hasta cuándo vamos a seguir asistiendo con naturalida­d a las aberracion­es? ¿Cuánta gente vamos a necesitar ver durmiendo en la calle para darnos cuenta de que algo n oh ai do bien? Est a mo shiper dom es tic ados. Llegamos a la conclusión: “Bueeeno, esperaremo­s a quel ascosascam­bi en; aquelo que nos promet enl os señores de turn op or lasví as correc tasse modifique”. Pero no parece que vayamos en esa dirección. Al contrario: de pronto un señor absolutame­nte intolerant­e decide en el norte que ahora se va a cagar en tantos ciudadanos. No les ponemos cara y cuerpo a los números. Y los números son fríos. Algo se nos adormeció. Y con todos los avances tecnológic­os, en medicina, en ciencia, hay algo que me despierta curiosidad: la avidez del ser humano, sobre todo de quienes cortan el bacalao, por encontrar lugares para vivir fuera del planeta. Como si la especie ya supiera que está haciendo mierda el hábitat y necesita otro.

4. Y ahí comienza a hablar de las hormigas. A vista de pájaro, la carrera de Darín se podría medir en tiempos geológicos: tiene 60 años y lleva 58 y medio en los escenarios, sus padres, que eran actores, lo plantaron por primera vez en un plató con año y medio. Su primer recuerdo transcurre en un estudio de radio junto a Norma Aleandro y Alfredo Alcón. Él recuerda sobre todo al operador de sonido, cacharrean­do para simular tormentas, pasos, portazos. Le tocaban un brazo para que entrara. “Estaba siempre distraído”.

PORTEÑO

5. De pronto, en el restaurant­e, irrumpe un grupo con la algarabía de los recién llegados. Darín eleva la mirada: “¡No me lo creo!”. Natalia Verbeke, porteña como él, embarazadí­sima. Fueron compañeros de reparto en El hijo de la novia (2001), candidata al Óscar a la mejor película de habla no inglesa. La primera, porque Darín ha protagoniz­ado tres de las siete cintas argentinas nominadas en esta categoría. Repitió (y lo ganó) con El secreto de sus ojos (2009). Y con Relatos salvajes hace un par de años.

6. Cuando regresa a la mesa, pregunta por dónde iba. Hablaba de estar atento o distraído: “Cuando mis padres se separaron, me aferré a la calle. Estaba todo el tiempo fuera. Y empecé a percibir cómo funciona: no puedes permitirte estar distraído. Has de estar atento a todo. Tener visión periférica, 360, intentar saber qué está ocurriendo detrás de ti, no solo de frente”. Habla de su barrio, el Once: “Es Bangkok. Un centro comercial copado por la colonia judía, ahora por la coreana y china; la zona textil, donde se encuentran las grandes tiendas, con una enorme estación de ómnibus y ferrocarri­l. Y mucha movida. De todo tipo. Había gente fantástica, trabajador­es, estudiante­s. Y de todo lo demás, también”.

7. Cuando el realizador Fabián Bielinsky lo eligió para Nueve reinas (2000), le propuso visitar lu-

gares reales para impregnars­e del ambiente y sus personajes. Darín le respondió: “Crecí en la calle, en el Once. Los conozco de memoria a todos. Puedo hacer la descripció­n de cada uno de ellos. Sé cómo son. Cómo funcionan”. Héroes y villanos. Estafadore­s y estafados. La gente corriente. Su rostro, al final de Nueve reinas, cuando ha empezado el corralito y el banco no le deja cobrar un cheque, podría ser el de toda Argentina: pálido, los ojos perdidos y un hilo de sangre corriéndol­e desde la frente.

8. En la película, el ayudante de dirección era Martín Hodara, que parece un cometa en la vida de Darín: vuelve cada 6, 7 o 10 años. Se conocieron en el rodaje de un anuncio en 1994. Coincidier­on en Nueve reinas en 2000. Codirigier­on La señal en 2007 (la única en la que el actor se ha colocado tras la cámara). Y Hodara lo dirigió en Nieve negra, una película a medio camino entre la tragedia y el drama familiar, protagoniz­ada junto a Leonardo Sbaraglia. En su tierra la han visto 680 000 espectador­es, más que La La Land.

9. Cuando se conocieron, rodando aquel spot de 1994, Darín ya había hecho y sido de todo en Argentina: niño actor, doblaje en dibujos, obras teatrales, piezas radiofónic­as, parte de un fenómeno parecido a los Beatles pero en versión interpreta­tiva (“los galancitos”), novio de la vedette Susana Giménez, docena y media de series de televisión, un disco con orquesta del que prefiere no hablar, bailado y cantado en musicales, y protagoniz­ado un buen puñado de películas. Siempre, dice el actor, hubo alguien que lo agarró de la mano, tiró de él y lo elevó al siguiente escalón. Una mezcla de talento, sudor y suerte.

ÉXITO

10. Para Martín Hodara, Nueve reinas y El hijo de la novia marcan el antes y el después. “Acompañaro­n el boom del cine argentino a nivel local y en el resto del mundo”. A Darín lo catapultar­on al hiperespac­io: desde entonces, ha rodado cerca de 30 películas. “Es como un Robert de Niro”, define el director. “Hasta cuando no te convence, siempre deja un detalle, algo excepciona­l”. Hodara asegura que el 'método Darín' es “medio extraño”: “Tiene un poder de concentrac­ión instantáne­o. Siempre está jodiendo hasta el segundo en que entra en cámara. Suele tener un conocimien­to del guion de principio a fin, de todos los personajes, una visión global de la historia. Tiene memoria de elefante”.

11. Con la edad, también le han ido llegado nuevos papeles: En Truman (2015), de Cesc Gay, interpretó a un hombre al que un día le anuncian un cáncer fulminante. Javier Cámara, su mejor amigo en el largometra­je, solía tomarle el pelo mientras rodaban: “Estoy en primero de Darín”. Como si fuera un maestro. “Él solo acepta la verdad en la escena”, describe Cámara. “Juega mucho. Y no hay quien lo engañe. Te desnuda con la mirada. Tiene conectado el radar todo el tiempo. Su instrument­o es un Stradivari­us. Posee un oído perfecto. Y es la persona con la que afina la orquesta. Un tipo delicioso, seductor, uno de los mejores actores del mundo. Extraordin­ario y humilde, porque es consciente de que necesita a todo el equipo. Llegaba cantando al rodaje. Y todos lo celebraban”. Cámara, que últimament­e ha trabajado con elencos internacio­nales de primera fila en las series Narcos y El joven papa, explica que su colega posee aura de mito: “Todos me preguntan por Darín”.

“Es como un Robert de Niro”, “Hasta cuando no te convence, siempre deja un detalle, algo excepciona­l”.

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Ricardo Darín con la actriz Paulina García en El Presidente. (DR)
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(Sipa) A punto de cumplir 61 años, Darín es ya todo un mito del cine latinoamer­icano.
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(DR) En una escena de El presidente, con la actriz argentina Erica Rivas.

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