El lujo de enfermarse en México
Le système de santé mexicain profondément inégalitaire.
Le système de santé publique mexicain est au bord du gouffre et la progression de l’obésité et du diabète au sud du Rio Grande est d’autant plus inquiétante. Des millions de salariés n’ont pas accès à la couverture sanitaire. Ainsi, avec seulement 2,7 % de son PIB consacré à la santé, le pays est parmi les derniers du classement de l’OCDE. Portrait d’un pays profondément inégalitaire.
Josefina Ávila Gálvez, de 29 años y originaria del estado de Zacatecas, tuvo que trasladarse este enero a Torreón (Coahuila), a 400 kilómetros, para operarse de una lesión en la vía biliar posterior a una intervención de vesícula. Tras pasar dos días con su familia en esa localidad, con todo el gasto que supone para una economía humilde, el hospital público canceló la operación casi en el mismo momento de abrir, sin previo aviso, porque “no tenían hilo para suturar” o eso le dijeron.
2. Angélica Díaz, nacida en Puebla, trabaja como empleada de hogar en varias casas de la Ciudad de México, pero ninguno de sus patrones le paga el seguro social. Tampoco lo tienen sus padres, campesinos, ella con diabetes y él con hipertensión, que abonan de su bolsillo los gastos médicos. Lo último: una operación de apendicitis para su hermano que les costó 40 000 pesos (unos 2100 dólares), una auténtica fortuna teniendo en cuenta que el salario mínimo es 88,36 pesos diarios. 3. Son solo dos ejemplos de la situación en la que viven muchos millones de mexicanos para los que ponerse enfermos es un lujo solo reservado a las clases pudientes y, curarse de verdad, algo solo al alcance de las élites, a pesar de que el derecho a la salud está consagrado en el artículo IV de la Constitución.
4. “Apenas un 7 % de la población recibe una atención médica digna”, asegura un especialista del centro médico ABC, de la capital mexicana, una de las instituciones privadas más prestigiosas del país. “En el sector público existe falta de atención debido a la escasez de personal, carencia de recursos, tanto diagnósticos como terapéuticos, y sobrecarga de trabajo”, sostiene Jimena Ramírez de Aguilar, médico internista que compagina la sanidad pública con la práctica privada en ese hospital.
5. Sobre el papel, el 100 % de los mexicanos tienen algún tipo de cobertura sanitaria. Según el Gobierno de Enrique Peña Nieto, en 2016 el Seguro Popular (SP) —que atiende a los más pobres, pero que no es totalmente gratis ya que el paciente debe pagar una cuota anual y parte de las intervenciones y medicamentos— cubrió a 53,3 millones de personas; el IMSS (seguro social) y el ISSSTE, para los funcionarios y sus familias, a 78, más el millón inscrito en las Fuerzas Armadas y en la petrolera estatal Pemex. Los números no cuadran, porque la cifra supera a la de población (unos 123 millones). La explicación es que muchos están duplicados en uno o varios seguros al tiempo que otros ni siquiera saben a qué tienen derecho y no se registran. El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), por su parte, manejaba la cifra de unos 100 millones en 2015 y en su Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo del tercer trimestre de 2017 señala que unos 32,6 millones de trabajadores no tienen acceso a los servicios de salud. Es decir, que dos de cada tres personas con actividad productiva carecen de esta prestación, lo que no es de extrañar en un país con más del 50 % de su fuerza laboral empleada en la economía informal. Una portavoz de la Secretaría de Salud confirmó las cifras, mientras su titular, José Narro, ha dicho que "un
sistema de salud único sería lo más conveniente para México", si bien añadió que ese objetivo llevaría tiempo porque, antes, debería implantarse la cobertura universal.
6. Al margen de las estadísticas, que se complican aún más por ser México una república federal, el hecho es que, en el día a día del paciente, el sistema sanitario mexicano es un ogro burocrático, fragmentado e ineficiente, con listas de espera interminables y lastrado, además, por las enormes desigualdades entre las ciudades y el campo. “Oaxaca, por ejemplo, es, en algunas zonas, desde el punto de vista sanitario, igual que África, pero sin leones”, asegura con desparpajo Ramírez, que también ejerció como médico rural. 7. México, segunda economía de América Latina, ocupa uno de los últimos puestos de la OCDE en gasto en salud (solo el 2,7 % del PIB, frente a una media del 6,6 %) y tiene una esperanza de vida de 74 años, una de las más bajas, frente a los 84 de los españoles o japoneses; ostenta el segundo puesto en obesidad (el 33 % de los adultos, solo por detrás de EE. UU.), tiene solo 2,4 médicos por cada 1000 habitantes frente a la media de 3,4 de la OCDE y la diabetes es ya casi una epidemia nacional. Sin embargo, a pesar de ser un problema de vida o muerte, la salud no ha sido de momento un tema que hayan mencionado en estas semanas de precampaña los candidatos presidenciales en las elecciones de julio.
El sistema sanitario mexicano es un ogro burocrático, fragmentado e ineficiente, con listas de espera interminables.