“Lamento que no haya en cada calle de Buenos Aires un piano”
Interview de Martín Perino, pianiste du documentaire Solo
Solo, documentaire d’Artemio Benki (le 30 juin sur les écrans) brosse le portrait de Martín Perino, pianiste virtuose argentin interné dans l'hôpital psychiatrique Borda à Buenos Aires, qui tente grâce à l’art de retrouver une vie en société. Loin de tout pathos, le film interroge sur cette frontière entre « normalité » et « folie ». Rencontre avec Martín Perino qui porte la flambeau du film depuis le décès de son réalisateur.
El documental Solo nos adentra en el hospital psiquiátrico del Borda, en Buenos Aires, un lugar que se aproxima a una ciudad por su tamaño: tiene su iglesia, su cancha de fútbol y sus calles con nombres de médicos. En uno de los primeros planos de la película vemos a un hombre de espaldas que anda con un taburete, se acerca a un escenario al aire libre, se sienta delante de un piano eléctrico que parece bastante cutre y, en un instante, sus manos vuelan por el teclado como si estuviera en una sala de conciertos de Buenos Aires. Es Martín Perino, al que todos los residentes del Borda llaman 'el maestro'. Desde ese momento, la cámara no se alejará ya de él. Este músico es el personaje que será el tema central del documental. El director, Artemio Benki, nos adentra a su mundo, el de un artista e interno del hospital psiquiátrico en lucha contra su encerramiento interior, entre angustias y desesperanza, pero con el arte como arma terapéutica. Seguimos su camino para volver a la vida ‘real’. Sin embargo, Solo no se puede resumir únicamente en el retrato de un artista atormentado en proceso de superación. Es más bien una película sobre la frontera, la que separa al mundo de 'la normalidad' del de 'la locura'. Martín, como un funambulista, avanza sobre el hilo tendido entre estos dos mundos: solo, pero también acompañado.
2. Vocable: ¿Cómo surgió el proyecto con Artemio? Martín Perino: Fue en 2014, yo estaba tocando el piano en el hospital y vino una chica francesa, que se presentó como escritora, y me propuso un encuentro con Artemio Benki. Él vino varias veces a compartir tiempo conmigo y, en su cuarto viaje a Buenos Aires, me comunicó su intención de hacer una película y empezó a filmar…
3. Vo: ¿Cómo fue el proceso de rodaje? ¿No fue duro ser el material principal del documental?
M. P.: Fue un proceso muy largo, ¡creo que tenían unas 150 horas filmadas! Fue un rodaje muy intenso anímicamente, con largas jornadas. Terminábamos exhaustos. Yo me disponía a hacerlo lo más tranquilo posible, pero, a veces, no me sentía bien y tuvimos que suspender el rodaje varias veces. Pero, en este proceso lento, rescato la rapidez de Artemio.
4. Vo: El documental se llama Solo y trata de tu soledad, la de los otros internos, pero, al mismo tiempo, la película retrata mucha solidaridad dentro del hospital… M. P.: Sí, totalmente. Hay mucha solidaridad entre los compañeros del Borda. Y, gracias a la película, afloró la importancia de ‘lo colectivo’.
5. Vo: La cinta muestra también el poder del arte en el proceso terapéutico… M. P.: Si hay una cosa que me llevo para siempre de ese momento es que había una ruptura muy grande de los muros que pueden separar 'los normales' de 'los no normales’ por decirlo de una manera tonta. Tener momentos para expresarnos, escucharnos, divertirnos, llorar… eso rompe cualquier muro porque es vida. En cuanto a mí, el piano me ha exigido mucho y yo le he exigido mucho, pero pudimos por fin encontrar una forma de dialogar…
6. Vo: Cuéntanos la colaboración con Sole, la coreógrafa de danza que vemos a lo largo de la película. M. P.: Conocí a Sole durante mi internamiento. Me la presentó el organizador de los eventos del centro cultural y fue una manera de romper esta soledad. Fue una experiencia muy enriquecedora, porque antes trabajaba siempre solo y el hecho de poder incorporar la danza a la música, de poder desarrollar un proceso creativo, juntos, basado en la improvisación, fue un aprendizaje para mí. Hemos pensado en juntarnos de nuevo, pero ahora con la pandemia no se puede.
7. Vo: ¿Cómo llevas esta pandemia? ¿Puedes desarrollar nuevos proyectos creativos? M. P.: Pues lamento que no haya en cada calle de Buenos Aires un piano… Sigo tocando, componiendo y tengo total esperanza de tocar en público, pero... ¡no en modo virtual! Con la pandemia, descubrí la escritura. Encontré en la palabra una especie de salvación muy grande y muy necesaria en estos momentos. Por primera vez en mi vida, eso me hace sentir muy bien.
8. Vo: Con la muerte de Artemio Bunki, el año pasado, ahora llevas la llama de la película, ¿no es así?
M. P.: La muerte de Artemio es una tristeza muy profunda para mí. Un dolor que llevo muy dentro: me ha dejado estupefacto frente a la idea de mi propia muerte y es la primera vez que me pasa. Y, por supuesto, asumo con total verdad y con alegría el poder llevar la llama de la obra de Artemio. Fue una apuesta enorme, esta película, por su parte y, desde la distancia, puedo ver la magnitud de su gesto artístico. Hoy le diría: “gracias por tu confianza”.