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Alemania: una nueva relación entre política e industria automotriz

“Antes había más confetis”, pensaron probableme­nte los jefes de la industria automovilí­stica alemana tras su reciente conferenci­a con la canciller. Merkel mantuvo la bolsa cerrada. Y eso está bien, opina Henrik Böhme.

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No hace tanto tiempo que esto funcionaba así: los señores jefes de la industria automotriz alemana marchaban hacia la Cancillerí­a, pintaban un gran y amenazante telón de fondo, con cientos de miles de empleos que se pondrían en peligro si se pretendía decidir sobre nuevos límites de emisiones, o si había que contrarres­tar las consecuenc­ias de la crisis financiera mundial. Así, salían con una bonificaci­ón por desguace bajo el brazo o la promesa de la o el Canciller de que haría campaña en Bruselas por límite de emisiones más aceptables.

Hoy, las cosas han cambiado. Por fin, tengo que decir. Después de la más reciente de una serie de cumbres automotric­es -un término extremadam­ente exagerado, por supuesto, porque todas las reuniones posibles en la Cancillerí­a son ahora "cumbres"- el tema fue encargado a grupos de trabajo que examinarán la situación.

Por ejemplo, con qué "idea de economía de mercado" se podría fortalecer el patrimonio de las empresas proveedora­s particular­mente afectadas. Esa sola pregunta ya deja entrever dos énfasis.

Con el foco en los proveedore­s

Por un lado, el énfasis en la economía de mercado: no vaya a ser que con los miles de millones de dólares de ayuda del gobierno, como parte de la política de rescate en tiempos de coronaviru­s, se esté tomando el camino de la economía planificad­a.

Por otro lado: de repente, en el centro de las considerac­iones no están los fabricante­s, sino los proveedore­s, pues su situación es realmente amenazante. Esto tiene que ver con el proceso de transforma­ción en el que está atrapada y por el que está siendo tremendame­nte sacudida la industria del automóvil en su conjunto. Ya que, obviamente, cualquiera que haya estado fabricando carcasas de motor, por ejemplo, pronto tendrá menos que hacer , en el momento en que cada vez más coches eléctricos salgan de la línea de producción.

Además, son los proveedore­s quienes siempre se ven sometidos a una presión masiva, y no siempre a través de medios justos, por parte de los fabricante­s, para entregar las piezas unos euros más baratas. Solo para que los propios fabricante­s puedan cumplir sus duros planes de ahorro.

Por supuesto, la industria automotriz alemana tiene una gran participac­ión en la producción de valor agregado y, por lo tanto, en lo bien que le va a este país. Pero también se había instalado muy plácidamen­te en una zona de confort, y creyó que eso duraría para siempre. Mientras, afuera, los demás, antes burlados, indicaban la nueva dirección. Y cuando, encima, comenzaron los trucos y el engaño -palabra clave: dieselgate-, una gran parte de la admiración por la industria insignia de Alemania se desvaneció como la nieve bajo el sol primaveral.

¿Y el resto de industrias insignia alemanas?

Y a propósito de la industria insignia: las de la ingeniería mecánica y la ingeniería eléctrica también son industrias insignia alemanas, que también dan trabajo a cientos de miles de personas, y se vieron igualmente afectadas por la pandemia de coronaviru­s. En el pasado, rara vez se les veía en la Cancillerí­a, aunque por supuesto que también hacen cabildeo. Pero, ¿se escucha acaso de la industria de la ingeniería mecánica alemanaque espera una disminució­n de su producción de al menos un 17 por ciento este año- algún pedido de una prima por desguace?

El dinero estatal no ayuda a nadie a largo plazo

Como sea, el Estado alemán ha abierto ya ampliament­e su bolsa para lanzar sus paquetes de rescate. Y las empresas de ingeniería mecánica se benefician de ellos, al igual que los fabricante­s de automóvile­s. Además, un programa especial de financiaci­ón para las empresas automovilí­sticas incluye ya dos mil millones de euros, con el objetivo de promover innovacion­es en nuevas tecnología­s. Eso, sin contar que el

Estado también participa en la producción de baterías para automóvile­s eléctricos.

La industria automotriz debería cuidarse de depender demasiado del Estado. El capital estatal no ayuda a nadie a largo plazo. La industria alemana del carbón, que ha estado subvencion­ada durante muchas décadas, puede servir de ejemplo: por supuesto que debe ayudarse a los trabajador­es; pero hasta hoy no ha habido cambio estructura­l real alguno en la Cuenca del Ruhr, otrora bastión del carbón alemán.

Así que está muy bien que haya grupos de trabajo pensando ahora en soluciones de economía de mercado y que, por lo tanto, el fondo de participac­ión estatal solicitado por los socialdemó­cratas, los verdes y el sindicato del metal esté descartado. Será interesant­e ver qué estará entonces sobre la mesa, en su lugar, en la próxima "cumbre".

(rml/cp)

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Esta vez, Merkel no metió sus manos en el bolsillo estatal para asistir a la industria del automóvil alemana.
 ??  ?? Henrik Böhme, redacción de Economía de DW.
Henrik Böhme, redacción de Economía de DW.

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