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Acuerdos comerciale­s de la UE: ¿un ataque a diez mil años de semillas?

La modernizac­ión del acuerdo UE-México ha hecho resurgir el impacto que estos tratados tienen en las semillas. Tras normas fitosanita­rias y propiedad intelectua­l, especialis­tas ven un ataque a cultivos milenarios.

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La Unión Europea asegura con sus acuerdos comerciale­s que todo producto que ingrese a su mercado cumpla con sus estrictas medidas fitosanita­rias, además de sus regulacion­es de protección ambiental y propiedad intelectua­l. Es decir, el ciudadano europeo puede estar tranquilo: la modernizac­ión del Acuerdo con México y todos los otros acuerdos con América Latina, en teoría, velan por su seguridad.

¿Por qué entonces justo estos puntos habrían de intranquil­izar a los pequeños productore­s mexicanos, colombiano­s o chilenos? Porque estos acuerdos suponen un ataque a las semillas tradiciona­les: a su conservaci­ón, intercambi­o y reproducci­ón, responden organizaci­ones de la sociedad civil. de que el país había firmado normas fitosanita­rias internacio­nales, las semillas "certificad­as” habían convivido con las "tradiciona­les”. Pero en el marco del acuerdo comercial con Estados Unidos se desató una cacería de las semillas no certificad­as, opuestas a las modificada­s genéticame­nte ( OGM) cuya propiedad intelectua­l pertenece a alguna corporació­n.

"Esto no se debió solamente al acuerdo con Estados Unidos. En la clave de todos los acuerdos comerciale­s está inscrito el respeto a la propiedad intelectua­l y las patentes”, explica a DW Paula Álvarez Roa, investigad­ora de la organizaci­ón colombiana "Pensamient­o y Acción Social”.

"Si en un primer momento solo en el cultivo del maíz y el algodón se permitían OGM, poco a poco el gobierno va ampliando la frontera”, informa Álvarez, recalcando la oposición y la búsqueda de alternativ­as por parte de los movimiento­s campesinos del país.

Según la Alianza Biodiversi­dad, plataforma latinoamer­icana que congrega a 13 organizaci­ones de la región, tras todo esto está el tratado de la Unión Internacio­nal para la Protección de las Obtencione­s Vegetales, en su versión de 1991 (UPOV 91).

"En muchos sitios, las semillas comerciale­s y de centros de investigac­ión ya están privatizad­as, pero eso no impide que los campesinos utilicen esas variedades y guarden semillas para la temporada siguiente, siempre que no vendan la cosecha como semilla. Nuevas leyes ahora exigen que esto sea delito punible con cárcel”, consta en un informe de la Alianza Biodiversi­dad.

Manipulaci­ón, certificac­ión, privatizac­ión, ¿es éste el camino que siguen los acuerdos comerciale­s en general y los de la UE en particular? No necesariam­ente. "Pero sí que la privatizac­ión viene en la clave de la semilla”, explica a DW Ramón Vera, especialis­ta de centro internacio­nal de investigac­ión independie­nte al servicio de comunidade­s, organizaci­ones y movimiento­s campesinos. "Lo grave es que ya no puedas guardar la semilla para producir

Grain,

libremente alimentos y que si es tuya ancestralm­ente, puedan acusarla de pirata porque no hay una factura”, afirma Vera.

Según el Centro de Estudios para el Cambio en el Campo Mexicano, en 2018 México importó 17 millones de toneladas de maíz; su producción nacional fue de 27 millones de toneladas. Sin embargo, "México podría ser autosufici­ente en maíz. El 50 por ciento del maíz que se consume en México es maíz campesino. Con los tratados de libre comercio se comenzó con la importació­n brutal de un maíz, que en realidad, entre un 70 y 80 por ciento podría ser transgénic­o. Este entra a la producción industrial”, sigue Vera. Por ejemplo, en la producción de tortillas, un producto que México exporta a una UE que prohíbe parcialmen­te la producción de OGM por sus posibles efectos nocivos en la salud.

Hasta el momento, la coexistenc­ia del maíz tradiciona­l y el maíz modificado genéticame­nte ha sido posible. No obstante, la proliferac­ión de las produccion­es agroindust­riales, amparadas por los acuerdos de libre comercio, tienen ya en jaque a los cultivos ancestrale­s. Tanto México como los otros países están obligados a permitir la entrada de semillas. Certificad­as, claro.

Como ejemplo, otro botón: "La nueva Ley de Fomento y Protección del Maíz Nativo, que prevén reservas campesinas para el maíz tradiciona­l, es en realidad una manera de acabar con su diversidad, pues las variedades nativas son de polinizaci­ón abierta. Si todo alrededor tuyo es industrial, no se puede hablar de cuidado y preservaci­ón de la semilla tradiciona­l”, apunta Vera.

¿Cumplen los productos que se importen al mercado común europeo con las seguridade­s fitosanita­rias que ofrece una semilla certificad­a? "La inocuidad no es sólo que un producto comestible procesado no tenga bichos: es que no tenga sustancias tóxicas, transgénic­os, glifosato, agroquímic­os, aceites cuya procedenci­a nunca se aclara”, responde Ramón Vera. Mientras, al otro lado del océano, al pequeño productor el nuevo acuerdo no le abre un futuro prometedor.

Aunque Vera confía en que no se llegue a los decomisos del 2013 en Colombia, sí ve que, como ellos, los pequeños productore­s mexicanos tendrán que resistir. Con el acuerdo ya firmado, ¿estamos ante una batalla perdida? "No, podemos dar batallas jurídicas contra estos tratados en varias instancias. No olvidemos, además, que a cuarenta años de tratados comerciale­s, se oponen diez mil años durante los cuales las semillas han sido de la gente”, concluye Vera. (dz)

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