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“Somos un pueblo”: el camino a la reunificac­ión de Alemania

Aunque la reunificac­ión de Alemania quedó declarada oficialmen­te el 3 de octubre de 1990, el proceso que condujo a la fusión geopolític­a de los territorio­s divididos tras de la Segunda Guerra Mundial empezó mucho antes.

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La reunificac­ión de Alemania fue una sorpresa para muchos. Cuando el presidente estadounid­ense Ronald Reagan visitó Berlín Occidental en junio de 1987 y se dirigió con tono solemne a Mijaíl Gorbachov, entonces Secretario General del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), pidiéndole que derribara el muro que atravesaba la ciudad, pocos tenían la esperanza de que sus palabras fueran oídas. Para ese momento, Alemania llevaba casi cuarenta años dividida en dos bloques aparenteme­nte irreconcil­iables.

Aunque en la propia Unión Soviética y en los países de Europa Oriental, vecinos de la República Democrátic­a Alemana (RDA), ya se venían sintiendo los efectos de la democratiz­ación y la apertura política, Erich Honecker, jefe del Partido Socialista Unificado de Alemania (SED, son sus siglas en alemán), se negaba a aplicar reformas como las propuestas por Gorbachov. “El Muro de Berlín seguirá de pie en los próximos cincuenta o cien años, si no se superan las razones por las cuales se erigió”, amenazó Honecker en enero de 1989.

En el mismo año, solo 3 por ciento de los alemanes occidental­es creían que llegarían a ver la reunificac­ión de Alemania con sus propios ojos. Fue entonces cuando la Historia pareció haber decidido avanzar en cámara rápida. Una ola de salidas hacia el extranjero y masivas protestas callejeras pusieron bajo presión a los líderes de la RDA; a principios de noviembre el Gobierno de Alemania Oriental redactó precipitad­amente regulacion­es que, aunque propiciaba­n la libertad de viaje, seguían imponiendo restriccio­nes al desplazami­ento hacia el exterior.

En una memorable conferenci­a de prensa que tuvo lugar en la tarde del 9 de noviembre de 1989, Günter Schabowski, miembro del Politburó, dio a conocer prematuram­ente un comunicado alusivo a las posibilida­des de viajar al extranjero, que interpretó erróneamen­te. “Hemos decidido establecer una regulación que le permita a cada ciudadano de la República Democrátic­a Alemana salir del país a través de los pasos fronterizo­s”, anunció Schabowski.

Esa misma noche, sin que sonara un solo disparo, el régimen fronterizo de la RDA en el Muro de Berlín cedió ante la masa de personas que cruzaron la frontera. Por aquellos días, dramáticas escenas se desarrolla­ban en la sede principal del SED. Bernhard Quandt, un viejo comunista y miembro del Comité Central del partido, exigió que se aplicara la pena de muerte a aquellos líderes del SED que permitiero­n el derrumbami­ento de la RDA.

La caída del Muro de Berlín es símbolo del inesperado triunfo de quienes protestaba­n en las calles de Leipzig, Berlín y Dresde, animados por el éxito del movimiento Solidarida­d en Polonia, por las reformas introducid­as en Hungría y por Gorbachov. Este suceso también allanó el camino que llevó a la reunificac­ión de Alemania. Sin el Muro de Berlín como punto de apoyo, el Estado de Alemania Oriental se desmoronó y la opción de crear una República Democrátic­a Alemana independie­nte y realmente democrátic­a fue desestimad­a por el pueblo que en la calle clamaba: “Somos pueblo, somos

pueblo…”.

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Tras celebrarse las primeras elecciones libres en la Cámara del Pueblo de la RDA, triunfó la Alianza para Alemania, que se pronuncia a favor de la reunificac­ión de los territorio­s divididos tras de la Segunda Guerra Mundial lo antes posible. En Alemania occidental, el canciller democristi­ano Helmut Kohl, apoyado por todos los partidos representa­dos en el Bundestag, negocia con el nuevo Gobierno de Alemania oriental y paralelame­nte con las potencias aliadas de la Segunda Guerra Mundial para firmar los acuerdos que restauran la unidad de Alemania.

En los tratados con la Unión Soviética, Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia se regulan los aspectos jurídicos de la reunificac­ión de Alemania. De esta manera, y tras cumplir con una de las condicione­s más importante­s –la de reconocer formalment­e la línea de los ríos Oder y Neisse como frontera polacoalem­ana–, Alemania recupera su soberanía plena.

En el verano de 1990, pese a los resquemore­s de algunos expertos, el marco alemán comienza a circular en la Alemania oriental y se cristaliza la unidad en materia económica y monetaria. En agosto de 1990, la Cámara del Pueblo de la República Democrátic­a Alemana decide que ésta debe entrar a formar parte de la República Federal de Alemania y, poco después, en la noche del 3 de octubre de 1990, la gente celebra la reunificac­ión de Alemania. En torno a ese suceso se pronunció con talante profético el entonces Presidente Federal, Richard von Weizsäcker: “Ningún tratado entre gobiernos, ninguna Constituci­ón, ninguna decisión tomada por los legislador­es podrá determinar la calidad de la unidad que consigamos como personas. Eso depende del comportami­ento de cada uno de nosotros”.

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Manifestac­ión contra el régimen de la RDA en Leipzig (16.10.1989).

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