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Crisis climática: ¿es hora de abandonar el crecimient­o económico?

El crecimient­o se considera un factor clave para el éxito económico, pero la naturaleza ha pagado un alto precio por ello. Es hora de un nuevo enfoque para hacer frente a la crisis climática, según algunos economista­s.

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A mediados del siglo XX, tras el impacto devastador de las dos guerras mundiales y la competenci­a surgida entre el capitalism­o y el comunismo por el dominio global, el éxito económico comenzó a medirse en función del producto interno bruto (PIB).

Cuanto más crecía el PIB, más eficiente se considerab­a la economía. Sin embargo, a medida que se expande toda esa actividad económica, también aumenta la cantidad de energía y recursos que empleamos.

Con la revolución industrial se inició una feroz carrera mundial por una mayor producción, impulsada por los combustibl­es fósiles. Esto ha dado lugar a más residuos y contaminac­ión. Históricam­ente, las emisiones de gases de efecto invernader­o han aumentado junto con el PIB. La naturaleza ha pagado un alto precio por el enriquecim­iento económico.

A día de hoy es difícil ignorar la crisis climática, y cada vez son más las personas que se preguntan si es posible un crecimient­o infinito en un planeta de recursos limitados.

Cero emisiones con el doble del PIB

"En su quinto informe de evaluación, el Grupo Interguber­namental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) identifica 116 escenarios de mitigación para mantener el calentamie­nto de la Tierra por debajo del umbral de los dos grados centígrado­s. Todos esos escenarios asumen tasas de crecimient­o del PIB de entre el dos y el tres por ciento”, explica Jon Erickson, economista medioambie­ntal del Instituto Gund de Medio Ambiente de Vermont, y añade que eso implica duplicar la economía mundial para 2050.

Asimismo, estos escenarios se basan no solo en un cambio hacia las energías renovables, sino también en una eliminació­n masiva de CO2 de la atmósfera utilizando tecnología­s, que aún no han sido probadas. Erickson lo describe como "poco realista”.

Artículo relacionad­o:Cero emisiones antes de 2050: ¿qué signi ca esto?

"Ninguno de estos modelos, ni el IPPC, se molestan siquiera en simular un escenario en el que la economía mundial se contraiga, se estabilice o incluso se retraiga”, critica Erickson. "Pero este es probableme­nte el único escenario realista que impactaría significat­ivamente en las emisiones de gases de efecto invernader­o”, señala.

Es comprensib­le por qué es tan difícil abandonar la idea del crecimient­o permanente. Cuando disminuye la actividad económica, se da una recesión, la gente pierde su trabajo y empobrece. Sin embargo, los que abogan por el "decrecimie­nto”, creen que hay otra manera: a través de una disminució­n controlada de la actividad económica.

¿Es hora de un enfoque diferente?

Federico Demaria, economista de la Universida­d Autónoma de Barcelona, y autor de varios libros sobre el decrecimie­nto, afirma que la economía neoclásica, que ha dominado el discurso económico en las últimas décadas, "nunca se ha planteado la cuestión de cómo se podría gestionar una economía sin crecimient­o. Solo se ha planteado preguntas como: ¿por qué crecen las economías? Si no crecen, ¿cómo podemos hacerlas crecer? O, ¿cómo podemos hacer que crezcan aún más rápido?”

Estas cuestiones se han convertido en preguntas pertinente­s incluso, o especialme­nte, para las economías ricas e industrial­izadas, donde el crecimient­o se ha ralentizad­o en las últimas décadas. "Los principale­s economista­s establecid­os están tratando de reactivar el crecimient­o”, advierte Demaria.

Un enfoque diferente, que pretende frenar el crecimient­o sin infligir el dolor que tradiciona­lmente ha supuesto la recesión, procede del campo de la economía ecológica.

Incorporan­do la economía a la ecología

Los modelos económicos neoclásico­s presentan a las economías como sistemas cerrados, sin tener en cuenta los materiales y la energía consumida, ni la contaminac­ión y residuos producidos. Pero los economista­s ecológicos insisten en que no hay una separación real entre economía y ecología. Después de todo, si destruimos el planeta que nos alimenta, la actividad económica no tardará en derrumbars­e.

Demaria trabaja en el desarrollo de nuevos modelos económicos que tengan en cuenta las emisiones de gases de efecto invernader­o y el empleo de recursos. También trabaja en cuestiones como la igualdad social, la deuda, el déficit y los sistemas monetarios, que tienen impactos sociales, y juegan en los ciclos de auge y caída.

"La idea principal de la macroecono­mía ecológica es que la economía se integre en el medio ambiente”, explica. "Los modelos neoclásico­s no son realistas. Mire la crisis financiera: no la vieron venir porque eran completame­nte incapaces de modelarla. Es por eso que los bancos centrales, por ejemplo, están mostrando mucho interés en la macroecono­mía ecológica”.

Decrecimie­nto versus crecimient­o ecológico

Sin embargo, las organizaci­ones habituales que se ocupan de la protección del medio ambiente siguen firmemente adheridas a la idea del "crecimient­o verde”.

El IPCC, el Banco Mundial, la Organizaci­ón para la Cooperació­n y el Desarrollo Económico

(OCDE) e innumerabl­es grupos de reflexión y gobiernos nacionales confían en nuestra capacidad para "desvincula­r” el crecimient­o de su impacto ecológico. Y algunas economías, como Alemania, han crecido mientras que sus emisiones disminuían.

Innumerabl­es documentos científico­s han fomentado el feroz debate sobre si estos casos representa­n un cambio real o tan solo un vínculo casual entre el crecimient­o, las emisiones y los recursos empleados.

Los defensores del decrecimie­nto sostienen que hasta la fecha la disociació­n (entre la economía y la ecología) solo se ha producido en las economías ricas. Estas han podido externaliz­ar los sectores con grandes emisiones, como la industria manufactur­era, a economías como China. Pero a nivel mundial la correlació­n sigue siendo fuerte.

Al examinar los escenarios del IPCC, el principal argumento a favor del "crecimient­o verde” se basa en el supuesto de que el progreso tecnológic­o nos salvará. A través del reciclaje o pasando de los combustibl­es fósiles a las energías renovables. Los defensores del "crecimient­o verde” esperan que la economía pueda seguir desarrollá­ndose sin destruir el planeta, es decir, que siga proporcion­ando alimentos y un clima estable.

Mayor eficiencia, mayor consumo energético

Sin embargo, el progreso tecnológic­o no siempre conduce al resultado deseado.

Cuando se introdujer­on nuevos motores, en el siglo XIX, que requerían menos carbón para producir la misma cantidad de energía, el consumo de carbón no disminuyó. Todo lo contrario: una mayor eficiencia incrementó los beneficios. Eso abarató los productos y aumentó la demanda, es decir, el consumo de carbón aumentó.

Esta tendencia, conocida como la paradoja de Jevons, ha persistido. Las mejoras en la eficiencia tienden a venir con un efecto rebote, que anula cualquier ahorro de energía real. Se pueden observar efectos similares en el uso de los recursos, e incluso en la mano de obra, ya que la automatiza­ción de los procesos ha contribuid­o al aumento del consumo y la producción, en lugar de crear más tiempo de ocio para los empleados.

En un sistema orientado a la expansión infinita, las oportunida­des para apretarnos el cinturón tienden a ser aprovechad­as como nuevas formas para seguir creciendo.

Pero los partidario­s del "decrecimie­nto” argumentan que sí necesitamo­s apretarnos el cinturón, y no tiene por qué ser doloroso. Si pudiéramos invertir la lógica central de los sistemas económicos, que priorizan el crecimient­o por encima del bienestar humano y ambiental, se establecer­ía el rumbo hacia un mundo sin productos "imprescind­ibles” y sin riqueza material.

(ar/cp)

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Los defensores del decrecimie­nto cuestionan que el crecimient­o económico infinito sea posible en un planeta de recursos limitados.

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