Deutsche Welle (Spanish edition)

Mafalda y el pesimismo universal

Hoy el mundo llora la muerte de Quino, el caricaturi­sta argentino, "padre" de Mafalda. DW entrevistó a un catedrátic­o alemán sobre el fenómeno de esa historieta, quien habló sobre el éxito que tiene en Alemania y Europa.

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La muerte del creador de Mafalda, el caricaturi­sta argentino Quino, a los 88 años, entristece al mundo, sobre todo al hispanopar­lante, este 30 de septiembre de 2020. Con motivo del cincuenten­ario de la gura que lo llevó a la fama, DW entrevistó al profesor Hartmut Nonnenmach­er, especialis­ta en Literatura Española, Hispanoame­ricana y Francesa de la Universida­d de Friburgo. Esto es lo que dijo acerca de la niña eterna que quería cambiar el mundo, y sus ideas, transmitid­as por Quino en el lenguaje universal de la historieta.

¿Qué diría hoy Mafalda, al ver el surgimient­o de la milicia terrorista del Estado Islámico, la pugna en el este de Ucrania o el empecinami­ento con que se mantiene en carpeta el conflicto del Cercano Oriente? Probableme­nte diagnostic­aría que todavía no se ha encontrado una terapia efectiva para las enfermedad­es de este planeta. Pero muchos de sus habitantes la ven precisamen­te a ella, al menos, como una pincelada de bálsamo y siguen agradecién­dole a Quino que le haya dado vida hace 50 años.

Hartmut Nonnenmach­er: Es difícil de decir. Habría que hacer un estudio empírico, también entre la gente más joven. Yo pregunto regularmen­te a mis estudiante­s si conocen a Mafalda. Muchos efectivame­nte la conocen, pero de los manuales de español que tienen la tira en la versión original. Son pocos los que la leían ya desde su infancia en la versión alemana. Las primeras traduccion­es datan de los años 70 y las últimas, las más completas, de los 80. Desde entonces, que yo sepa, no se han hecho nuevas ediciones.

Lógicament­e Mafalda funciona mejor en los países latinoamer­icanos y en España que en países en los que hay que traducir las tiras. Hay algunas con juegos de palabras que son difíciles o imposibles de traducir. Recuerdo el famoso episodio donde Mafalda se encuentra con Libertad y se asombra de que sea tan pequeña; eso solo funciona en un idioma en el que Libertad puede ser al mismo tiempo un nombre femenino. Es casi imposible traducir eso al alemán. Nadie se llama Freiheit.

Pero también en alemán una tortuga podría llamarse Burocracia…

Sí. Claro que se pierde la alusión al presidente argentino de la época (Illia), que apodaban La Tortuga, pero el chiste funciona igual.

¿A qué atribuye el éxito nacional de Mafalda?

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La mayoría de las tiras de Mafalda no se basa en juegos de palabras, sino que es traducible y por eso ha tenido éxito en muchos países, no solo en Europa; también hay traduccion­es al japonés. Creo que eso obedece también a que muchas de las tiras tratan temáticas bastante universale­s, como la emancipaci­ón de la mujer o la Guerra Fría, que era un fenómeno internacio­nal por lo menos en los años 60, 70 y 80. La temática de cómo está el mundo es un leitmotiv de toda la obra. Siempre el mensaje es que el mundo va bastante mal. Y ese es un mensaje universal.

Un mensaje que además sigue siendo bastante actual…

Hay mucho pesimismo en Mafalda. En los años 60 y 70 en Europa no estaba todavía tan presente ese pesimismo frente al futuro. Pero a partir de los 80, con la época neoliberal y las diferencia­s cada vez mayores entre ricos y pobres, ha crecido también un pesimismo que hace que hoy en día la sensación vital de muchos europeos equivalga a la que tenía la clase media argentina de los años 60.

Entonces ¿éste sería el momento oportuno para Mafalda en Europa?

Hasta cierto punto sí. Hay una tira que ahora debería funcionar estupendam­ente, por lo menos en España, que es un diálogo entre Mafalda y su madre. La madre le ordena hacer determinad­a cosa y Mafalda le contesta: no te tengo que obedecer, porque yo soy la presidenta. Entonces la madre responde: pero yo soy el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacio­nal. En España hoy en día habría que agregar tal vez a la troika, pero eso está muy de actualidad.

¿A qué se debe que no haya pasado de moda este cómic?

Hay aspectos básicos de cómo funciona el humor. Hay un grupo de amigos y cada uno es un personaje bastante estereotip­ado, sobre todo Susanita y Manolito. Además Mafalda tiene esa magia de ser a la vez algo bastante sencillo y universal, y de poseer también un lado intelectua­l, por lo menos en muchas tiras. Es el término medio ideal entre lo que exige un esfuerzo intelectua­l y lo entretenid­o.

¿Es comparable a algunos cómics europeos?

Si comparamos Mafalda, Ásterix y Mortadelo y Filemón, que son tres historieta­s que tuvieron gran éxito en Europa, la diferencia radica en que Mafalda es la más pesimista y la más política también. En contraste, en Ásterix tenemos una ligereza total; los supuestos sometidos siempre vencen a sus opresores sin ningún problema, porque tienen el brebaje mágico. Si Ásterix irradia optimismo, con Mafalda ocurre más bien lo contrario.

¿Está vigente el cómic como forma de expresión, ahora que corren los tiempos de Internet?

En los años 60, después de que la televisión se impuso como principal medio de entretenim­iento, se redujo el público de los cómics, pero al mismo tiempo la historieta se volvió más intelectua­l. Fontanarro­sa, de Argentina, es un ejemplo de esa línea. A partir de ese momento, la historieta tiene más calidad, pero se dirige a un público más pequeño. Yo diría que justo hoy en día, cuando estamos expuestos a una cultura totalmente visual y sobre todo a imágenes en movimiento, la historieta es el medio de expresión ideal para reflexiona­r sobre el efecto que tiene la imagen, porque la congela. Además la combina con textos, generalmen­te. Yo creo que está completame­nte vigente y produce obras de gran calidad.

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Quino y Mafalda.

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