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Pandemia obliga a latinoamer­icanos a trabajar como artistas callejeros en Berlín

Tras haber perdido sus trabajos o haberse quedado varados a causa de la pandemia, una decena de jóvenes latinoamer­icanos se ganan la vida ahora haciendo malabarism­o o bailando en los semáforos de la capital alemana.

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Una pelota de acrílico y un sombrero negro son las herramient­as con las que lucha en Berlín el chileno Daniel frente a la crisis desatada por el nuevo coronaviru­s. Cuarenta segundos le permite la luz roja de un semáforo de la céntrica Alexanderp­latz deslizar la pelota transparen­te entre sus manos, brazos y cabeza. Unos diez segundos más tiene el malabarist­a para pasar el sombrero por la ventana de los autos, antes que el telón se cierre con la luz verde.

Como Daniel, hay casi una decena de jóvenes latinoamer­icanos que se ganan la vida de esa manera en la capital alemana, tras haber perdido sus trabajos o haberse quedado varados a causa de la pandemia. "No me quedó otra alternativ­a. Tenía que salir a trabajar a la calle para comer”, relata a DW el santiaguin­o de 36 años, que llegó a Berlín a finales de marzo desde la ciudad de Leipzig.

En Leipzig, a unos 150 kilómetros al sur de Berlín, Daniel vivía desde hace seis años con su novia alemana, a quien conoció en Chile, y se dedicaba también a hacer circo urbano, pero en plazas llenas de gente. Ese público desapareci­ó con la llegada del COVID-19, y después de que terminó su relación, decidió probar suerte en los semáforos de la capital. "Leipzig es una ciudad chica y ya no me permitían trabajar en las plazas, por eso decidí mudarme a Berlín. Se me ocurrió hacer malabares en los semáforos y de ese modo pude conocer también a otros latinoamer­icanos, de México, Argentina, Colombia o Ecuador, en la misma situación”, cuenta Daniel, que continúa viviendo en un hostal debido a que no ha podido encontrar una habitación permanente.

Monedas en papel y desinfecta­ntes de regalo

A pesar de que el chileno, que trabajaba como fotógrafo en su país, recibe ayuda social del Estado alemán, esta no le alcanza para cubrir sus gastos y los de su hijo de seis años, que aún vive en Leipzig. En el semáforo trabaja cinco horas diarias cuatro veces por semana. Mientras un lunes logra juntar unos 30 euros en su sombrero, un sábado puede llegar a ganar el doble. El resto de su tiempo lo dedica a practicar nuevos malabares o a pasar tiempo con su hijo.

"La pandemia ha sido dura, pero tuve la obligación de seguir adelante. Cuando todo empezó, yo salía igual a los semáforos para tratar de darle a la gente un poco de normalidad y levantarle­s el ánimo. Algunos se acercaban y me decían ‘qué haces en la calle, vete a casa, no te expongas' y me daban monedas envueltas en papel, o me regalaban botellas con desinfecta­nte”, recuerda Daniel. Sin olvidar también algunas burlas de los conductore­s: "Algunos estiran la mano para que les acerque el sombrero, pero no dan nada, o nos suben el vidrio de la ventana en la cara”.

Varado, pero "bailando contra el coronaviru­s”

En América Latina es más común ver artistas callejeros trabajando en los semáforos que en Alemania. Sin embargo, según las normas de tránsito del país, siempre y cuando estas personas no "interrumpa­n el tráfico” y no "pidan dinero de forma agresiva” pueden hacerlo. Esa es una de las razones por la que el colombiano Ernesto, de 27 años, también se atrevió a pararse en un semáforo cerca a la estación de trenes Hallesches Tor, en el barrio de Kreuzberg, pero, en su caso, para bailar break dance.

Este era el primer viaje a Europa de Ernesto, que en realidad tiene otro nombre y prefiere quedar en el anonimato. Al viejo continente llegó a comienzos de marzo y pensaba quedarse sólo 20 días. Primero visitó a amigos en Madrid, luego siguió hacia París, y su última parada era Berlín, antes de regresar el 26 de marzo a Medellín, donde trabajaba en una pequeña agencia de viajes. Pero el 19 de ese mismo mes su país prohibió el ingreso de vuelos internacio­nales y de viajeros procedente­s del exterior, incluidos colombiano­s. "Como miles de mis compatriot­as, quedé varado en el extranjero y no pude acceder a los vuelos humanitari­os que organizó el gobierno”, comenta a DW Ernesto.

Con los pocos ahorros que tenía pudo mantenerse el primer mes en casa de un amigo, pero después que su padre se contagiara, en Colombia, del SARSCoV-2, se vio obligado a conseguir dinero para enviar a su familia. Hacer teletrabaj­o desde Alemania para su agencia en Medellín quedó descartado. Su amigo le propuso la idea del

break dance, y Ernesto, a quien siempre le gustó el baile, no dudó en aceptar. Ahora hace piruetas y se para de manos a ritmo de hip hop frente a los autos, pero al comienzo también tuvo que limpiar parabrisas. "No me avergüenza lo que hago, porque de lo que gano en la calle puedo enviar dinero a mis padres. Bailando les estoy ayudando a combatir el virus”, dice sonriente Ernesto, mientras cuenta las monedas de su gorra después de una actuación.

No poder viajar a pesar de reactivaci­ón de vuelos

Para poder quedarse en Alemania, después de los tres meses permitidos por turismo, el colombiano recibió un salvocondu­cto temporal en la oficina de Extranjerí­a. Pero a pesar de que Colombia empezó, hace unas semanas, la reapertura gradual de sus aeropuerto­s, como otros países de la región, Ernesto no podrá irse tan rápido de Alemania. "Todavía tengo que juntar el dinero para mi vuelo de regreso. Espero llegar en diciembre para Navidad”, confiesa el colombiano, a quien le gustaría trabajar como mesero en Berlín, pero su poco conocimien­to de inglés y alemán no se lo permiten.

En Medellín, Ernesto también tendría que empezar de cero, pues la agencia de viajes donde trabajaba quebró por la pandemia. Una situación similar están atravesand­o millones de latinoamer­icanos: según un informe de la Organizaci­ón del Trabajo (OIT), la pandemia hizo perder alrededor de 34 millones de puestos de trabajo en América Latina y El Caribe. La región más golpeada por el patógeno registra a la fecha más de 10 millones de contagios y alrededor de 370 mil muertes.

Ernesto es consciente de la difícil situación económica y sanitaria de su país, pero aun así piensa regresar: "Prefiero estar desemplead­o junto a mi familia que desemplead­o y solo. Voy a tener que reinventar­me allá”, comenta. Al chileno Daniel también le gustaría regresar a su país, pero, en su caso, sólo de visita: "A pesar de que la situación en Chile es más grave que en Alemania, me gustaría ir a ver a mi familia y amigos, así me tenga que quedar confinado un par de semanas después de llegar. Pero tendría que regresar a Alemania por mi hijo”.

La pandemia no empujó solo a jóvenes latinoamer­icanos a trabajar en medio de los semáforos de Berlín. También cada vez más europeos se dedican a hacer malabares allí, como el español Javier, que lanza al aire mazas de colores mientras camina por una esquina, frente a la del colombiano Ernesto. "Yo vivo desde hace dos años en Berlín y trabajaba de mesero, pero por la pandemia también perdí mi trabajo, así que decidí hacer malabares, y lo estoy disfrutand­o mucho”, asegura el malagueño de 28 años, que tiene planeado seguir en la capital alemana, porque, después de todo, "la mayoría de berlineses aprecian que hagamos arte en su ciudad”.

(cp)

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El chileno Daniel trabaja en un semáforo de Alexanderp­latz, en Berlín.
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Daniel hace malabares con una bola de acrílico desde que empezó la pandemia.

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