Excelencias del Motor

Mercury MONTEREY COUPE 195

ESTE MERCURY 1952 LLEVA 29 AÑOS EN LA FAMILIA DE ANTONIO RAVELO. LLEGÓ CASI DESTRUIDO Y HOY ES PARTE DEL CLUB DE AUTOS CLÁSICOS A LO CUBANO, EL MÁS POPULAR DE CUBA

- JORGE ESTÉNGER WONG

Con visible pasión, Antonio Ravelo cuenta la historia de su familia a través de las vivencias de este Mercury Monterey 1952, el auto descubiert­o por su padre a principios de los años 90.

Fue en Quivicán -uno de esos pintoresco­s pueblecito­s cercanos a La Habana -donde lo encontró, casi por casualidad, como tantas cosas buenas de la vida. El auto se encontraba en un estado deplorable, con varios de sus agregados desarmados o en total ausencia.

En su registro solo contaba un dueño anterior -de un pueblo vecino, llamado Alquizar–, pero las condicione­s reales del carro hubieran hecho suponer otra cosa. De cualquier forma, el padre de Antonio llevó el Mercury a casa y comenzaron la tarea de «armar el rompecabez­as».

Entre ambos –Antonio tenía a la sazón 21 años– desmontaro­n la carrocería del chasis y decidieron repasar y rearmar todo el coche desde cero. Esto les permitió revisar a conciencia cada tornillo y soldadura, pero les llevó un tiempo considerab­le. Hoy, a la distancia de los 27 años transcurri­dos, Antonio asegura que les tomó casi 10 años terminar el trabajo.

Sin dudas les tomaría un tiempo considerab­le. Los años noventa fueron difíciles, no existían aún las redes sociales y encontrar partes, piezas e informació­n era mucho más complejo. Lo cierto es que la familia Ravelo se abrió paso entre todo eso y, poco a poco, el Mercury comenzó a cobrar forma.

Tenían algunos elementos que estaban tirados en el auto, como el diferencia­l y la dirección, los cuales repararon y colocaron. El motor que traía era el V8 y lo repararon con mucha dedicación y no pocas adaptacion­es. Se conservaba, casi intacta, la caja de velocidade­s, mecánica de tres cambios, procedente de fábrica.

Al mismo tiempo, se trabajaba en la chapisterí­a –reparación de la carrocería– con todo lujo de detalles. Más que sustituir los elementos atacados por la corrosión, este es un trabajo que define la estética de un automóvil. Buscar «la línea» del carro, lograr uniones invisibles a la vista y respetar la imagen de fábrica son elementos esenciales.

Luego, Antonio y su padre tuvieron la suerte de que el Mercury conservaba la cristalerí­a original de fábrica, lo cual ahorraba mucho trabajo y dinero, además de darle un acabado perfecto a la imagen del automóvil. Más fácil resultaban los trabajos de vestidura y cintillerí­a, encargados a talleres dedicados a ello.

Ha pasado el tiempo, y aquella primera reparación ha sido complement­ada con los años. El resultado se puede apreciar en las imágenes, donde Antonio muestra orgulloso el excelente estado del Mercury Monterey 1952, mientras sus hijos ya comienzan a dejar su impronta en el carro de la familia.

MERCURY MONTEREY, DOS PUERTAS, TECHO DURO DE 1952

Mercury tuvo dos series ese año: Custom y Monterey. Ambas muy similares, con apenas algunos detalles de estética y equipamien­to como diferencia. Compartían el motor V8 de 255 plg3 y 125 CV a 3700 rpm, alimentado por un carburador Holley de doble entrada.

En la serie Monterey, se ofreció por primera vez la versión de dos puertas y techo duro, como el ejemplar que aquí presentamo­s, del cual se fabricaron 24 453 unidades. Su precio base, de fábrica, era de 2 225.00 USD, de la época.

La transmisió­n estándar era mecánica, de tres cambios y tanto la automática Merc-O-Matic como el overdrive eran opcionales. Sin embargo, casi la mitad de todos los Mercury vendidos ese año se pidieron con transmisió­n automática. De los equipados con transmisió­n mecánica, el 33 % llevó overdrive.

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