Jesús enseña a buscar la felicidad del otro, a sufrir con el que sufre
OCTAVA ESTACIÓN
que han aprendido de Él a sufrir con el que sufre, Él les enseñó con el testimonio de su vida que el amor va mucho más allá del afecto sensible hacia la otra persona, más allá de la admiración, del deseo de poseer al otro, el mirar y el poseer no son en fin la realidad del amor.
Nos enseñó que el amor verdadero tiene que ser una realidad profunda, un don y solo don, no debe pedir nada a cambio porque deja de ser amor, es una entrega apasionada para buscar la felicidad del otro, ser cristiano debiera significar que es alguien que será siempre, que sabe llevar y conllevar la debilidad del otro, que comparte con el otro tanto
El papel Las mujeres, desafiando las leyes, lloraron y lamentaron la condena de Jesús. Esas mujeres no se dejaron intimidar, se presentaron como antorchas encendidas entre la multitud que miraba al Hijo de Dios.
la felicidad como la infelicidad, que uno es una parte del otro en todo, un amor así es por naturaleza misericordioso, que nada experimentado en la misericordia puede ser misericordioso porque el Padre es misericordioso y siempre nos ofrece así su amor.
Jesús no dice que la misericordia es la expresión fundamental del amor del Padre hacia el hombre, sino comprendemos lo que es la misericordia, no hemos entendido la misión a la que fue enviado Jesucristo, aquellas mujeres vivieron la misericordia, tal vez en su honor necesitaba purificarse, pero tenía motivos para compadecerse, miraron a Jesús que acababa de levantarse por segunda vez del suelo, lloraron sin consuelo y lo escucharon, así es su misericordia y su amor.
Es enorme el número de hombres que nacen, viven y mueren sin haber usado ni una vez su alma, sin haber amado, aprender amar cuando busque en su dolor supremo, se compadezca de las mujeres es el desafío que tenemos quienes deseamos aceptar al padre de misericordia como nos los ofrece Jesús.