Capitalinos recorren camino de misericordia en el Santo Entierro
Procesión Cien caballeros cargan al Cristo Yacente, como signo de sacrificio
Lo que hacemos es para honra y gloria del Señor, es una catequesis, una forma de predicar”. Mario Raudales Santo Entierro No es una debilidad la misericordia, es la fortaleza de Dios y debe ser la fortaleza del hombre”. Carlos Rubio P. San Martín de Porres
Las calles de la capital lo vivieron. El Santo Entierro fue un signo de devoción, fervor y amor por Dios hecho hombre y muerto en la cruz por los pecados del mundo.
Cientos de capitalinos y turistas acudieron a la celebración de este acto litúrgico que cerró la jornada de reflexión desarrollada el Viernes Santo.
Esta procesión es una de las más antiguas celebradas por el pueblo católico. Según registros históricos, la primera vez que se realizó fue en 1615 en Salamanca, España.
La misma constituye un recorrido con la imagen de Jesús después de haber sido bajado de la cruz, cargado por José de Arimatea y Nicodemo, y acompañado por la Virgen María y María Magdalena.
Agradecimiento
Pero más que una procesión, para los Caballeros del Santo Entierro, encargados de llevar en hombros la impresionante anda de dos toneladas, el Santo Entierro es una forma de agradecer a Dios su sacrificio por el mundo.
Más de 100 caballeros, divididos en turnos de g r upos de 44 personas, participaron con devoción en este acto.
Según Mario Raudales, presidente de la Sociedad de los Caballeros del Santo Entierro, son más de 80 años en los que este grupo se ha dedicado a preparar esta procesión para que la población pueda vivir este signo del amor de Dios.
“Este momento es de mucha alegría, porque no hay muerte sin cruz ni cruz sin victoria, entonces se trata de eso, de recordar que hace más de dos mil años vino el señor Jesucristo a la tierra a librar al hombre de los pecados”, expresó el religioso.
“Murió con un compromiso y ese compromiso es que todo el que crea en él tendrá vida eterna”, agregó.
Detalló que la procesión lleva un orden bíblico, el cortejo es encabezado por la imagen de Pedro, seguido por San Juan Evangelista y después María Magdalena.
Atrás de esta imagen sigue la del Cristo de la Divina Misericordia, que le siguen los hijos y nietos de los Caballeros del Santo Entierro, que portan un estandarte.
Seguidamente, a la procesión se integra la imagen del Cristo Yacente y a este le siguen las siete palabras de Jesús en la cruz portadas por los siete angelitos.
Y al final de la procesión, la imagen de María Dolorosa acompañada por dos ángeles y seguida por las tres Marías.
Un mensaje
Según el padre Carlos Rubio, párroco de la iglesia San Martín de Porres, estas imágenes también transmiten un mensaje, que en este año es de misericordia.
“Tenemos todas las obras de misericordia que debemos de practicar, darle de beber al sediento, darle de comer al hambriento, visitar al preso, vestir al desnudo, visitar al enfermo, todas estas obras de misericordia que las tenemos aquí”, explicó.
“Este es un hermoso mensaje de consolar al reo, consolar al triste o afligido, comenzar a orar por los vivos y los difuntos, sufrir con paciencia los defectos, son obras de misericordia y eso
es lo que estos hermanos quieren representar y recordarnos”, agregó.
Rubio dijo que como cristianos se debe recordar que el centro de la Iglesia es ser misericordiosos “porque esa es la grandeza de Dios”. “No es una debilidad la misericordia, es la fortaleza de Dios y debe ser la fortaleza del hombre, solo practicando y viendo estas obras de misericordia obtendremos misericordia el día que tengamos el encuentro cada uno con el Señor”, reflexionó.
El párroco también pidió no olvidar que “la misericordia es una actitud meramente cristiana y humana”.
“Quien no es misericordioso no puede pedir misericordia”, reiteró.
El Santo Entierro inició a las 5:00 de la tarde del Viernes Santo y culminó pasadas las 7:00 de la noche con la presencia de cientos de capitalinos.
Para ayer sábado, la Iglesia Católica celebró la resurrección de Jesucristo con una vigilia en la que se realizó la bendición del agua y del fuego como señal de luz que alumbra la vida nueva después de la muerte. Este es el penúltimo acto de la Semana Mayor, en la que se ha conmemorado la pasión y muerte de Jesús, que hoy resucita de entre los muertos para subir a la derecha del Padre