Rembrandt retrata a Jesús en sus grabados
Muestra. Jesucristo y otros personajes del Antiguo y Nuevo Testamento en los grabados del artista holandés, expuestos en el Centro de Arte El Bozar de Bruselas
Los grabados de Rembrant reviven en una exposición en Bruselas, Bélgica. La colección de obras en blanco y negro, expuesta al público en el Centro de Bellas Artes Bozar, develan una faceta instantánea, doméstica y cercana de la obra gráfica del artista holandés.
Rembrandt van Rijn ( 1606- 1669), considerado el artista en la cúspide de la pintura del siglo XVII, en su tiempo fue más famoso y estimado como dibujante y grabador. Y eso es lo que muestra la exhibición denominada “Rembrandt en blanco y negro”, en la que se plasma el “talento fotográfico” de un maestro en el uso de la luz y la humanización de los personajes, que pare- cían mortales.
Considerado como uno de los artistas más deslumbrantes del siglo XVII y, sin duda, es el maestro indiscutible de la edad de oro de la pintura holandesa y, como está escrito en numerosas historias del arte, “uno de los profetas de la civilización”.
La exposición conformada por 85 grabados originales, de los fondos propios de la pinacoteca, estará abierta hasta el 29 de mayo.
La colección de grabados despliega el lado menos familiar del artista.
Jesús, parte del contenido
Desde alegorías bíblicas a escenas de la vida diaria; pasando por un campesino, un desnudo femenino; autorretratos y paisajes, los grabados son diversos.
Mendigos, figuras populares, paisajes y desnudos pueblan los cuadros del artista,
Rembrandt fue también un gran dibujante y un grabador genial. El artista dejó cerca de 1.500 dibujos y 400 grabados.
que representan escenas de la vida cotidiana del Antiguo y del Nuevo Testamento.
Una aplicación desarrollada especialmente para la exposición del Bozar muestra el proceso de producción al detalle y presenta una perspectiva inédita de los cuadros.
Entre las obras más conocidas de la exposición resaltan “Grabado de cien florines”, en el que se plasma una escena de Jesucristo hablando a sus discípulos, un cuadro que data de 1648.
Y junto a este encontramos el delicado autorretrato Rembrandt apoyado en un muro (1639), y la panorámica Vista de Ámsterdam (1640-1641).
Como parte de la colección sobresale además el cuadro “Adán y Eva” con rasgos redondos y gorduras, angus- tia y miedo. Con este detalle Rembrandt estaba interesado en mostrar a seres humanos con los que el espectador pudiera familiarizarse.
No hay color, todo es blanco y negro.
Pero, la pregunta que salta a la vista es “¿qué hace que estos grabados sean tan especiales?”, las respuestas son varias y se entrecruzan: el “talento fotográfico” del artista muchos años antes de que existiese la técnica, y su “sentido de la oportunidad y capacidad de observación”, que transforman cada grabado “en una especie de instantánea del momento perfecto, justo antes o después de la acción”.
Y es que, para el pintor el fin último del arte, más allá de línea y el color, era la “poesía”. Esa misma creencia -“sin una atmósfera la pintura no es nada”, decía también para fijar sus objetivos con claridad- le llevó al grabado como método rápido, casi instantáneo, para ilustrar ambientes, sensaciones y estados de ánimo.
Para Rembrandt el grabado no era un mero vehículo para los estudios preliminares para un óleo, sino una “disciplina artística por derecho propio”. Es por ello que la reputación de Rembrandt como artista se asentaba en la exquisita belleza y la enorme sensibilidad que se plasma en sus grabados.
Aunque tenía adversarios que lo consideraban un hereje antiacadémico y una persona disoluta con una complicada y licenciosa vida sentimental