Los catrachos le mostraron lealtad a su amada Bicolor
Estadio repleto Los hondureños llenaron el Olímpico. “Vamos a ganar contra el mundo y lo que sea”, gritaban...
A pie, en transporte público o en vehículo propio, ayer todos los caminos conducían al Estadio Olímpico.
La Bicolor agotaba un round más para mantener viva la esperanza y ellos, los verdaderos fieles, no podían dejarla sola. No, de ninguna manera...
Más allá del rival y las críticas hacia la expedición de Jorge Luis Pinto, había que enfundarse en los colores patrios y hacer sentir el peso de la casa. No importaba el sacrificio.
Optimismo por la H
“Tengo 25 años de seguir a la Selección, he visto unos 30 o 40 partidos fuera del país. Estamos en las buenas y en las malas”, así hablaba Noé Santos, que desembarcado de Houston (Estados Unidos) y pintado de azul arribaba al coloso sampedrano para gritar por la H. Junto a él llegaron miles de hondureños para gritar, saltar y empujar a su querida Bicolor.
“Vamos a ganar contra el mundo y lo que sea. Desde que tengo uso de razón ya sabía qué era el fútbol”, afirmaba Ofelia Castañeda, que llegaba desde Tela junto a su esposo Rigoberto Mejía.
Cuarenta y dos años de casados y una sola razón para estar en el Olímpico. Allí, había diversas historias y distintas edades unidas por un mismo sentimiento: Honduras.
Ni el amor podía con la H...
“La Bicolor gana o gana, creo que con un 3-0, aunque no será fácil”, dictaminaba la catracha Geraldina Pineda ante la sonrisa de su esposo salvadoreño Luis Gómez. Y es
que en medio de los hondureños, algunos salvadoreños se abrieron una grieta para apoyar a la Selecta, pero definitivamente eran opacados por los eufóricos anfitriones.
No importaba si se llegaba pintado o con camisa, lo esencial era demostrarle al mundo que el hondureño “se muere” por su Selección.
Tan solo se escuchó el primer pitazo de la noche y la feligresía catracha derramó su recital de muestras de apoyo para su equipo. El ¡uffff! se hacía sentir con cada llegada catracha y los silbidos inundaban el inmueble cada vez que el rival se acercaba. No se opacaron por nada y al final se fueron con la satisfacción de haberle cumplido a su patria