Invitado ¿Constitución o reelección?
poder los diputados actúan conforme a su retórica: “La Constitución es pura babosada”. “La Constitución puede violarse cuantas veces sea necesario”, “¿Porqué si otros roban es bueno y si nosotros robamos es malo?”; esta realidad puede presentarse en otras esferas de un gobierno donde, en un ambiente de caos, se percibe que el titular del Ejecutivo manda en los demás poderes, a pesar de que la Constitución dicta que “el gobierno debe ser ejercido por los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, en forma independiente y sin relaciones de subordinación entre ellos” (art. 4). Además, si un Presidente, aprovechándose de su poder absoluto, desea reele- girse, este mismo artículo lo prohíbe: “la alternabilidad en el ejercicio del poder es obligatoria, la infracción de esta norma constituye delito de traición a la patria”.
Igualmente, si un expresidente muestra sus aspiraciones reeleccionistas, los artículos 239 y 374 se lo prohíben. A pesar de ello se quiere conducir a un partido que nació defendiendo la Constitución hacia la desobediencia de la misma, amparándose en que “si el actual presidente viola la Constitución nosotros también lo haremos...” ¡Esto es el caos!
A los políticos no les importa que el Código Penal (art. 330) los amenace con reclusión de 6 a 10 años si violan, entre otros, los artículos ya mencionados.
Tampoco les preocupa que el Acta Constitutiva de las Fuerzas Armadas obligue a estas a defender la Constitución y la alternabilidad en el poder.
Hasta ignoran un potencial “baño de sangre” si la desesperación lleva al pueblo a ejercer su derecho de “recurrir a la insurrección en defensa del orden constitucional” (art. 3).
Parodiando a Shakespeare en su obra Hamlet: “Reelección o no reelección, esa no es la cuestión”, “Constitución o no Constitución, esa es la cuestión”, y para Honduras la cuestión es “ser o no ser…” hora los políticos quisieran ser outsiders. Se dijo que “un outsider” puede quitarle el poder al Partido Nacional. Y lo creyeron. El anglicismo, ya incorporado al glosario de la ciencias políticas catrachas, hace referencia a alguien de “afuera”. Un personaje cuestionador y ajeno al sistema político establecido, el de los partidos tradicionales, los bonsái y los nuevos. Todos ellos conforman el stablishment, ya no pueden presentar a alguien de su seno, como un outsider porque todos son parte del sistema, lo han alimentado y se han alimentado de él. Entonces el desvelo se produce en la búsqueda de dar la impresión de serlo o en identificar a algún actor en la sociedad. Los outsiders pueden ser verdaderos idealistas, muy raros. Casi siempre son oportunistas. Alcanzar posiciones sin esfuerzo, por lo general sin méritos y sin las capacidades indispensables. A veces, con poco interés en el estudio. Sin obligación de rendir cuentas ante una organización política. El outsider surge como una expresión espontánea por su cuenta o entusiasmo de sus amistades. Así ha sido aquí y en cualquier parte del mundo. De lo anterior desprendemos entonces que el personalismo ya dañino en nuestro sistema político electoral, en un outsider se exacerba. Y lo otro que se revela como característica intrínseca de un proyecto de outsider, concretado o no, es la improvisación. Si la incauta hondureñidad con un sistema de partidos ha sido víctima de la improvisación, ¿qué tal con un outsider? Pero por ahora no hay ninguno a la vista. Lo que en error llaman outsiders, son ciudadanos con buena imagen, viajeros con banderas de neutralidad apolítica, porque de este sistema vigente son parte fundamental. En él viven, lo defienden y se lucran del mismo. Lo que sí puede quitarle el poder al Partido Nacional es la visión patriótica y organizada que se concrete en confrontación, articulación y consensos. ¿Un outsider? ¿Otro oportunista? No. Busquemos políticos preparados, valientes y solventes
Se quiere conducir a un partido que nació defendiendo la Constitución hacia la desobediencia de la misma (...), no les importa que el Código Penal (art. 330) los amenace con reclusión de 6 a 10 años”.