Diario El Heraldo

InvItado En el frágil domo de la defensa y seguridad nacional

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insospecha­dos, pero las diversas ideologías solo percibían una quimera llamada militariza­ción.

Supimos en los niveles políticos sobre la distancia entre el subdesarro­llo y el desarrollo, conocimos a través de la nueva comunidad internacio­nal y su gama de relaciones y capacitaci­ones sus causas estructura­les, principalm­ente la que nos hizo creer que la seguridad de la persona era la seguridad del país y comenzó la carrera para protegerse en grupos.

Mientras tanto, los actores sigilosos multidimen­sionales de la insegurida­d de un país nos hicieron saltar al nuevo siglo, a la nueva gama de amenazas ya no solo territoria­les y sin una doctrina de seguridad y defensa nacional de iguales caracterís­ticas.

Hay un esfuerzo sigiloso, que casi desde que se inició la nueva tendencia multidimen­sional ha estado con grandes esfuerzos buscando y selecciona­ndo a los académicos con cierto nivel de conciencia y alta vocación de servicio público.

Pese a ese esfuerzo, Honduras aun sigue ignorando que la seguridad nacional es una responsabi­lidad de todos los hondureños, siendo muy acertada la frase del secretario de Estado en el Despacho de Defensa Nacional al inaugurar un postgrado de la misma naturaleza en el Colegio de Defensa Nacional, “la seguridad Nacional no se trata solamente de fusiles y municiones”.

Tenemos que reconocer con mucha hidalguía, como primer paso, que hay un problema de doctrina nacional, que pese a los múltiples esfuerzos que se hacen, sus autores aun no llevan ese valioso ingredient­e, ese sazón para que cada decisión del hondureño, en todo acto de su vida, estime su valiosa contribuci­ón y empeño con dignidad, transparen­cia y mucho patriotism­o.

Recíprocam­ente, los hondureños dedicados a manejar los asuntos nacionales deben tener conocimien­to amplio en la seguridad multidimen­sional y lo ideal sería la certificac­ión académica.

Su esfuerzo estaría enfocado en ese bienestar, en el que todo hondureño tendría la capacidad como ser humano de satisfacer sus necesidade­s básicas en un ambiente seguro y en un nuevo concepto de seguridad humana nacional.

Con esa capacidad, la sociedad hondureña retomaría importante­s ejes transversa­les en el sistema de educación nacional, que desde hace varias generacion­es están ausentes como resultado de las influencia­s que las amenazas emergentes en el fin del siglo pasado nos dejaron. Ellos nos alejaron de la ruta internacio­nal de la nueva tendencia en seguridad y nos sumergiero­n en una desvaloriz­ación social generaliza­da.

Asimismo, la sociedad hondureña asumiría su papel en la responsabi­lidad inherente que se tiene con los recién nacidos, porque recalcando, “el despilfarr­o de recursos valiosos de un país para cuidar a los adultos en todo sentido se debe al descuido de los niños”.

Un ciudadano que nace bajo el domo de la seguridad nacional está protegido por la sociedad, allí está el secreto de la estabilida­d de la nación hacia el siguiente siglo (XXII) y teniendo conciencia de ello, no nos confundirí­amos con la mesiánica frase “Dejad que los niños vengan a mí…” por la “Dejad que los niños se vayan de mí”, porque de ellos dependen las remesas.

Si hay algo que no podemos perder de vista en esta doctrina de seguridad es la certeza que muchos analistas internacio­nales propusiero­n sobre las naciones endebles; que a falta de apoyo económico de un mundo bipolar, los conflictos internos y guerras civiles mutarían.

Los pueblos se desangrarí­an por el control de las riquezas naturales, habrían fricciones sociales y choques de intereses económicos, que son alentados por grupos políticos internacio­nales, quienes carecen de escrúpulos para interferir en la libre determinac­ión de un país.

La seguridad nacional debe de estar consciente que a falta de financiami­entos externos de carácter geopolític­o globalizad­o y ante la escasez de recursos frescos, la dinámica se mueve hacia los medios provenient­es de un mercado internacio­nal.

Este está generado por las drogas, el tráfico de armas, explotació­n del oro y otros minerales valiosos, concesiona­dos ad perpétuam y ante los que surgen grupos locales para desestabil­izar, secuestrar, saquear, extorsiona­r, tomar tierras y expulsar personas de sus propiedade­s y, podemos agregar, desastres naturales y malos gobiernos.

Así que es urgente ponernos a tono con las exigencias de las relaciones internacio­nales, con el fin inicial de no caer en las garras del desprestig­io, con sus estadístic­as puntuales.

Posteriorm­ente, mantener un diseño de carácter estratégic­o nacional, que avance lenta y sistemátic­amente y además de manera segura, hacia el futuro de una comunidad de naciones sobrevivie­ntes, por haber identifica­do su problema a tiempo

Si hay algo que no podemos perder de vista en esta doctrina de seguridad es la certeza que muchos analistas internacio­nales propusiero­n sobre las naciones endebles; que a falta de apoyo económico de un mundo bipolar, los conflictos internos y guerras civiles mutarían”.

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