Diario El Heraldo

Pensamient­o independie­nte

- ABC Color, Paraguay 6 de junio de 2016

Soñar no cuesta nada. Yo también compré Casamata. Durante las rebeliones para detentar el poder y vivir de la res-pública, los generales y coroneles se tomaban las colinas más elevadas de Tegucigalp­a y Comayagüel­a. Instalaban ametrallad­oras en El Berrinche, en el cerro Juana Laínez y en la falda de El Picacho, logrando establecer las bien llamadas casamatas, porque en la realidad sí mataban personas y segurament­e se alzaban con el poder; es de esta forma que a la falda de El Picacho se le llamó Casamata, ya que los otros dos lugares ya contaban con un nombre. Desde los inicios de la formación de nuestro Ejército, Fuerza Naval, Fuerza Aérea y Policía Nacional se acostumbra­ba en las academias de formación venderle a los aspirantes a cadetes el Parque Central, la Catedral, el santuario de Suyapa, el parque La Concordia, El Obelisco, la plaza de La Merced, la Casa Presidenci­al sobre el puente Mallol, en fin, trataban de venderle por unos pocos lempiras a los jóvenes que iban de franco o bien de fin de semana libre. De esta manera es que, segurament­e, los de la primera promoción de la Escuela de Policía le vendieron al general Salomón de Jesús Escoto Salinas el cuartel de Casamata. Ahora se añoran las actitudes de Callejas, Flores, Reina, Maduro y Lobo, que nunca dudaron en entregar el cetro presidenci­al. Sin embargo, hoy por hoy, gobernó un nahoa y quiso cerrar Toncontín y llevarse la capital para Catacamas; gobernó un pech y no siguió con la ampliación de Toncontín; y por último se eligió un lenca y deja a Toncontín solo para vuelos nacionales... y dicen que no tiene la culpa el indio. Por favor, que alguien me diga cuál es el pecado que estamos pagando. Julio C. Martínez ABogAdo

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