La FIL 2016 celebra letras de América Latina
Literatura La Feria Internacional del Libro de Guadalaja rinde homenaje a un continente vital y sin muros, lleno de letras y sueños
Un brindis por las diferencias y un compromiso conjunto en una época donde las identidades de los hispanohablantes sienten una amenaza que llega del norte en un idioma que no es el propio, se vive en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL).
El encuentro literario que llega a su 30 edición celebra a América Latina, un continente vivo, en constante movimiento, conformado por más de 620 millones de personas repartidas en 20 países, unidos por el idioma, separados por ideologías.
Hablan los Alfaguara
Durante la feria, la editorial Alfaguara preguntó a ocho gana- dores de su premio de novela si existe América Latina y el resultado fue sencillo y contundente: “No existe ningún muro que pueda derrotar a nuestra lengua: el español”, dijo el autor nicaragüense Sergio Ramírez.
En una publicación que recoge El País de España, los escritores definieron que las más de 20 naciones de la región conforman también una patria creada por las palabras.
Y mostraron con orgullo su pertenencia a este territorio que vive y respira en los libros. Por ejemplo, la colombiana Laura Restrepo (Delirio, 2004) citó a algunos de sus ciudadanos ilustres: Pablo Neruda, Julio Cortázar o César Vallejo.
“Es en la novela latinoamericana donde nos hemos defendido de la desmemoria y de los poderes fácticos que quieren contarnos una historia mentirosa”, dijo en su intervención el colombiano Juan Gabriel Vásquez (premio 2011 por “El ruido de las cosas al caer”).
Vásquez habló de la generación “que creó un continente con la palabra”. Ficciones como “Terra nostra”, “Cien años de soledad” y “Pedro
Más de mil 900 editoriales procedentes de 44 países participan cada año en la FIL.
Páramo” son, según él, ejemplos de la utopía literaria.
“América Latina existe, pero solo puede ser avistada desde el exterior o desde el exilio”, leyó Andrés Neuman (“El viajero del siglo”, 2009) en un texto que resaltó las contradicciones que forman parte de la identidad común.
Por su parte, el peruano Santiago Roncagliolo, ganador del Alfaguara por “Abril rojo” en 2006, ahondó en el exilio y cómo este creó valores compartidos. Sus padres abandonaron Perú en 1977, dos años después de que se instalara un gobierno militar. Su destino fue México. “América Latina derribó sus muros en México”, afirmó.
Pero no todo fueron elogios para el istmo. “Somos el continente de la soledad”, dijo Elena Poniatowska, premiada por el Alfaguara en 2001 por su obra “La piel del cielo”.
La escritora mexicana, Premio Cervantes, recordó que 40 millones de personas declararon en 2013 no saber leer. Entre ellos está el 8% de los menores de 15 años, un porcentaje que aumenta al hablar de Guatemala o Nicaragua. “Me gustaría que todos pudieran leer en América Latina”, agregó.
Por su parte, el más reciente galardonado por “La noche de la Usina” este 2016, el argentino Eduardo Sacheri, resumió la historia de la región en varias palabras: lengua, pobreza, unión contra Estados Unidos, el exilio, los titanes literarios y las contradicciones llenas de deseo y pérdida. “Nuestra identidad tiene que ver con un fuerte
El premio Alfaguara nació en 1997 y premió por primera vez al cubano Eliseo Alberto.
sentimiento de derrota, pero lo mejor de esta son las posibilidades que alberga”, expresó.
Vargas Llosa
La FIL fue además un encuentro cercano con el Nobel peruano Mario Vargas Llosa. El escritor, quien repasó su trayectoria literaria y aprovechó para presentar su más reciente obra “Cinco esquinas”, se definió como el “superviviente del ‘boom’” latinoamericano.
Llosa recordó que “el ‘boom’ rescató a un grupo de escritores que hasta entonces estaban asfixiados por la falta de comunicación entre ellos”.
En una publicación de El País, el escritor explica el “boom” como: “No fue un movimiento estético con elementos compartidos: lo fantástico apenas supone un tronco común pese al estereotípico. No fue una generación: entre Carpentier y Vargas Llosa se abrían más de 30 años. “Lo que nos unía era un determinada manera de contar las historias, un modelo de escritura que permitía que la obra fuera creativa y que durara en el tiempo”.
Además, que dos hitos marcaron el despegue del movimiento literario. Una conferencia de Borges en París –“ya casi ciego, mirando al vacío con un francés perfecto y anacrónico”y la hiperactividad editorial en Barcelona