AtaLaYa Seguridad pública en Nicaragua y Honduras
que me acompañó en un frustrante primer viaje.
Pude observar más ese régimen en mi calidad de presidente de la Comisión de Derechos Humanos de Centro América (Codehuca), entre 1984 y 1990, y luego en mis primeros seis años como Comisionado Nacional de los Derechos Humanos, del 2002 al 2008.
En 2005 conocí al director de Policía, Francisco Javier Bautista Lara, un intelectual y colaboré en su caso, cuando fue destituido arbitrariamente por el presidente Bolaños, hasta que fue restituido por orden de la Corte Suprema de Justicia; asumió de nuevo su cargo con toda dignidad para luego renunciar de inmediato por las posibles represalias.
Una vez fui a la cárcel de mujeres y conocí el funcionamiento de un proceso “maquilador”, así como la producción artesanal de cojines muy finos, iniciada por una abogada condenada por estafa, quien me aseguró que al recuperar su libertad continuaría esta actividad. Una rehabilitación con reincorporación social, sin aspavientos. Si la memoria no me falla, la directora era Aminta Granera Sacasa, antes hermana religiosa y en ese tiempo oficial de la Policía. Ella ha sido directora de la Policía por tres períodos consecutivos, por su desempeño intachable.
Un hondureño que ha vivido por más de treinta años en Europa fue a Nicaragua en el 2015 para montar un progra- ma de terapia mental por medio del arte; me dijo que a cualquier hora del día y de la noche gozó de la seguridad en todos los lugares donde fue. Seguridad de la que doy fe pues la gocé en visitas a diferentes ciudades. Dos testimonios que no son cuentos de camino real.
Aquí, en cambio, no tenemos garantizadas ninguna de las seguridades propias de la persona humana. Ni la alimentaria, ni la seguridad pública, tampoco la jurídica y desde el gobierno anterior se viene consumando el magnicidio contra la seguridad social.
No hay estabilidad en la carrera del funcionario público cumplidor de la ley.
El general de Policía Juan Carlos Bonilla, que quebró el espinazo al contubernio entre policías y delincuentes, fue destituido y ha resistido su injusta separación del servicio activo. Se le tiene en un exilio disimulado, después de demostrar que es posible ser director de la Policía Nacional sin corromperse.
Ahora se nos amenaza a las personas honestas -que somos mayoría- con implantar la Doctrina de la Seguridad Nacional que pone en grave riesgo la seguridad, integridad y dignidad de la persona humana, como parte de la estrategia para mantenernos ocupados en contradicciones secundarias, mientras los reeleccionistas traidores a la Patria ya cantan victoria.
Honduras es paraíso de la delincuencia organizada transnacional, hace papel higiénico del Protocolo de Palermo; sigue tolerando que haya sicarios en la Policía que usan avituallamiento gubernamental; los narcopolíticos boicotean la profesionalización de las Fuerzas Armadas y mil cosillas más.
Don Armando, aquí todos los días son lunes en que ni las gallinas ponen, pero podríamos empezar a exportar ese producto que nos salvó antes, porque huevitos habemus
Luz Ernestina Mejía
os hondureños enfrentamos desafíos personales como cualquier otro ciudadano del mundo. Desafíos económicos, educativos, informativos, medio ambientales, de salud, de sobrevivencia en condiciones normales y anormales como a las que estamos sometidos. Precisamente o más, por ser habitantes de un tercer mundo, lo que no implica que facultades, conocimientos y aspiraciones también lo sean. No del ciudadano común, para quien la vida es pura lucha. El ignorado excepto en épocas electorales, quien pareciera, desesperanzado, siempre se acerca a la mesa electoral, deposita su voto y espera el cambio. Espera y no desespera. Y periódicamente el círculo vuelve a cerrarse: se acerca a la mesa electoral, deposita su voto y a esperar el cambio. Otros no se acercan, no depositan su voto y también esperan el cambio. Y afianzan su propio círculo. Surrealismo cívico. El desafío económico en ciertos sectores es tasado tal una economía de guerra. Dicen que acostumbrados, ni nos enteramos. O más bien, arrojados como somos los hondureños, lo soportamos. Solo Dios sabe cómo viven los menos afortunados. Espartanos podría ser un calificativo aplicable a las mujeres y hombres de Honduras. Aunque a veces nos quejamos, pero en forma inaudible. No escuchan, no se enteran. La seguridad personal y jurídica aquí presenta más desafíos: no pueden tenerse por derechos adquiridos, es asunto de conquistarlas. Amenaza constante. El reconocimiento por méritos es sueño. Qué desafíos los del artista, del intelectual comprometido con la realidad, los del que añora un quehacer respetado, independiente del poder. Todo es desafío en Honduras. ¿Será que esta vez también volveremos a cerrar el mismo círculo: acercarnos a la mesa electoral, depositar el voto y a esperar el cambio? Y que como antes, como siempre, el cambio llegue solo para quienes detenten el poder. Este es ahora el gran desafío, que esta vez ese círculo perverso no se cierre: que no esperemos el cambio, que lo exijamos. Y lo hagamos
El general de Policía Juan Carlos Bonilla, que quebró el espinazo al contubernio entre policías y delincuentes, fue destituido y ha resistido su injusta separación”.