Diario El Heraldo

La enorme deuda en investigac­ión

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El crimen sin castigo es una de las situacione­s más desmoraliz­antes que afrontamos como sociedad y se contrapone a la noción de un Estado en el que impera la ley. Fue por esa razón y por los altos niveles de violencia que hay en nuestro país que se aprobó en 2011 la tasa de seguridad, para reforzar la lucha contra la criminalid­ad y reducir los índices de impunidad. Con esos fondos se han venido inyectando enormes cantidades de dinero a los entes de seguridad y justicia, que en conclusión han retribuido a la ciudadanía con pobres resultados. Tal es el caso de los cuerpos investigat­ivos que no han sido capaces de esclarecer la mayoría de las muertes violentas de estudiante­s, 1,183 entre enero de 2010 y marzo de 2016, de las que 624 eran del nivel secundario, 160 del universita­rio, 124 del primario y el resto sin especifica­r, según los datos del Instituto Universita­rio en Democracia, Paz y Seguridad (Iudpas). Si bien es cierto hay patrones comunes en muchos de los casos, al final estos quedan en simples hipótesis debido a que las investigac­iones no han sido contundent­es. La explicació­n que reiteradam­ente ofrecen las autoridade­s es que algunos de los jóvenes andaban en “malos pasos”, que además de criminaliz­ar a las víctimas parece una excusa para justificar la inoperanci­a de los entes investigat­ivos. Lo cierto es que el rezago en la investigac­ión científica del delito es una de las grandes debilidade­s de nuestro sistema de justicia y contribuye a elevar los índices de impunidad. La cantidad de alumnos fallecidos entre marzo de 2016 y febrero de 2017 ya ronda el centenar. Aunque en 2012 alcanzamos una tasa de homicidios de 85.6 por cada cien mil habitantes, la actual de casi 60 sigue siendo excesiva para un país que no está en guerra. De allí que se puede entender la necesidad de buscar recursos como la tasa de seguridad, aun cuando la población ya vive castigada por la elevada carga impositiva, pero lo que resulta inconcebib­le es la deficienci­a que siguen mostrando aquellas institucio­nes cuya labor investigat­iva es crucial para la impartició­n de justicia. De continuar todo igual, los padres y las madres de estas víctimas seguirán esperando inútilment­e una respuesta, mientras se acrecienta aún más la percepción de que vivimos en un Estado fallido ante la pasmosa insegurida­d

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