Entre líneas De este lado del río
el presentador. Hubo aplausos en el fondo.
Sin embargo, nadie se acordó del oficial de migración que había detenido la expulsión. Su compasión, extraña al espíritu implacable de la campaña antimigratoria, podría costarle cara. Tampoco se comentó que la travesía migratoria es demasiado peligrosa para arriesgar a una persona sola, con tantas dificultades mentales y de comunicación.
Pero como esas, hay otras actitudes que revelan maneras de entender la migración. Recordemos que la mayoría de nuestros migrantes sale del campo o de zonas marginadas sin educación ni experiencia en la vida urbana. Su adaptación a la estructurada cultura de Estados Unidos es un proceso lento y penoso, que puede tomar varios años y a veces no concluye.
Este choque cultural provoca rechazos en algunos sectores. Ningún país recibe con simpatía migraciones masivas. Nosotros mismos vivimos el caso hace unas décadas con la migración salvadoreña. De modo que las reacciones negativas -minoritarias en Estados Unidos- sí son comprensibles y deben ser consideradas en una política nacional de migraciones, que no tenemos.
Los conflictos de nuestra gente con las personas nativas, con las autoridades y entre ellos mismos, las violaciones a la ley, tienen su origen en la escasa educación, aún en español, de la mayoría de nuestros migrantes. Tan despreocupadas han sido nuestras visiones durante décadas que no entendemos el problema: la migración denuncia el fracaso de las incompetencias económicas, políticas y sociales; financia la pobreza con el trabajo de otros pobres, que arriesgan vida (a veces la pierden) y hoy son humillados y amenazados mientras continúan buscando su esperanza.
No nos equivoquemos. En Estados Unidos todos saben que los migrantes buscan allá lo que durante generaciones aquí les ha sido robado y dilapidado por la corrupción y la inoperancia política. Esta condición no produce simpatías.
A juzgar por la ligereza con que casi todos observamos la precaria situación de esos compatriotas, pareciera que no nos afecta su tragedia. No quisimos ver que, con o sin Trump, esta crisis estaba en camino y que ya Obama, sin bullas, expulsó a tres millones de migrantes durante sus mandatos.
Es posible que el plan del señor Trump no logre el éxito deseado. Sin embargo, sí reducirá la migración en volúmenes que afectarán la nuestra. Entonces vendrán numerosos compatriotas que aumentarán el desempleo, y algunos la inseguridad. Será también inevitable la reducción de las remesas familiares, esenciales para la economía. Quizás el propósito declarado de desbaratar la globalización económica sea más factible. Aunque no todo este objetivo fuese logrado, el comercio mundial sufrirá una contracción importante, dañina para nuestros países.
Sorprende el silencio que sobre estos temas mantienen los partidos políticos. Quizás estén reservando sesudos programas de gobierno para la campaña presidencial.
Ojalá. Buenos técnicos los hay en todos los partidos, para ofrecer a los electores algo mejor que deplorables tonadas y añejos chocoyos.
Y los líderes… bueno, ellos han de saber que ahora es más fácil llegar, es más difícil mantenerse y es más fácil caer.
Es decir, se puede llegar con cuentos y todavía es posible sobrevivir con cuentos. Pero con los cambios que ya comienzan en el mundo, mantenerse con cuentos equivaldrá a retener el poder y perder el país. Venezuela es un caso anticipado
La migración denuncia el fracaso de las incompetencias económicas, políticas y sociales”.
“Sorprende el silencio que sobre estos temas mantienen los partidos políticos”.