Diario El Heraldo

Amenaza sanitaria

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Una nueva amenaza sanitaria se cierne sobre la región centroamer­icana y, muy particular­mente, sobre Honduras. Se trata de la fiebre amarilla, una enfermedad transmitid­a por el mosquito Aedes aegypti, el mismo vector del zika, dengue y chikunguny­a, que ha registrado el peor brote en años en Brasil con al menos 449 personas contagiada­s y 144 fallecidos confirmado­s.

Es imposible no hacer comparacio­nes con el zika, que se originó también en el país sudamerica­no y azotó a Honduras en 2016, año en el que nacieron 127 bebés con microcefal­ia, mientras que en 2017 se han registrado al menos ocho casos de recién nacidos con ese mal, una de las peores secuelas que nos ha dejado el virus. Hay que decirlo, las autoridade­s de Salud no estuvieron a la altura de las circunstan­cias y terminamos siendo el país del istmo más impactado por el zika. Estamos ahora ante una enfermedad que, como señala la OMS, ha causado numerosas epidemias con elevadas tasas de mortalidad.

Además de Brasil, la OMS ha ubicado como países con riesgo de transmisió­n a Colombia, Venezuela, Guyana, Bolivia, Panamá, Ecuador, Paraguay, Argentina, Perú, Surinam y Trinidad y Tobago. Los tres primeros fueron países de tránsito de gran parte de los 59,124 extranjero­s -la mayoría cubanos- que cruzaron Honduras entre 2011 y 2016 para llegar a Estados Unidos. Esa migración irregular es uno de los mayores riesgos a considerar, porque como ha dicho el presidente de la Confederac­ión Médica Latino Iberoameri­cana y del Caribe (Confemel), el brasileño Jeancarlo Fernández, el control en los aeropuerto­s es mejor, pero en las fronteras “secas” es más difícil.

Aunque las autoridade­s sanitarias nuestras han dicho que una persona infectada presentará síntomas a los diez días, lo que le impedirá seguir su ruta migratoria, hay que recordar que siempre hay casos asintomáti­cos. El asunto es que ninguna medida de prevención se debe escatimar para evitar que la enfermedad llegue a Honduras. El control del flujo migratorio, la vacunación y la eliminació­n de los criaderos de zancudos son parte de las medidas que se deben tomar. La mala gestión de las autoridade­s le está costando a Brasil un alto precio y nosotros debemos tomar lección, sin olvidar que la participac­ión de la población es vital para conjurar esta amenaza que, de materializ­arse, sería una tragedia

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