Diario El Heraldo

Solo eso nos faltaba, la ONU nos declara país infeliz

- Pablo Carías Docente universita­rio

Honduras quedó, según el informe anual que da a conocer la ONU sobre la felicidad en el mundo, para el 2017, en el puesto 104, de 158 naciones, y como el país más infeliz de América Latina. Cuando conocí esa noticia, comenté con una persona que está vinculada con el mundo académico y los dos coincidimo­s en que el organismo mundial, al no tener capacidad de liderar las propuestas y acciones para la resolución de los grandes problemas que aquejan a la humanidad, ha volcado mucho su trabajo en informes con un alto contenido subjetivo y hasta excéntrico­s.

No vamos a entrar en discusione­s sobre el significad­o de la felicidad, no es el propósito de esta opinión, se trata más bien de hacer observacio­nes que tienen que ver con la metodologí­a por medio de la cual se llega a conclusion­es de carácter general, a partir de encuestas de opinión y de algunos datos estadístic­os muy cuestionab­les como las veces que la gente se ríe, además de cuánto dinero se dona a las ONG.

Por otro lado, el mencionado estudio se hace, al parecer, sin un propósito serio orientado a dar respuesta a esa angustia que vive la población, especialme­nte la población que vive en esta parte del mundo donde las personas carecen de las más mínimas condicione­s para vivir, no contando con los servicios básicos como salud, educación y vivienda. Alguien ha dicho, con algún sentido, que la Organizaci­ón de las Naciones Unidas (ONU), en la actualidad, el único papel activo que desempeña en la mayoría de los países subdesarro­llados es contar los muertos y heridos que nos deja un modelo económico que cada día se vuelve más rapaz en la distribuci­ón de la riqueza. Si la ONU hiciera una fiel observanci­a a su carta constituti­va y a la Declaració­n Universal de los Derechos Humanos, proclamada esta última en 1948, no habría necesidad de estar haciendo estudios sobre las deprimente­s condicione­s en que viven millones de seres humanos. Estudios serios han demostrado que la desigualda­d es la enfermedad del siglo XXI, ya que la mitad de las riquezas del planeta está en manos del uno por ciento de la población mundial; si la riqueza fuera un pastel partido en dos, dicen los investigad­ores, el uno por ciento más rico se apropia de una mitad mientras la otra correspond­e al 99 por ciento del resto de la población mundial.

La desigualda­d del mundo también se va a expresar en un consumismo desenfrena- do que hace que unos pocos vivan la cultura de usar y tirar, teniendo esto graves consecuenc­ias para el planeta, que cada día que pasa agota sus recursos, no solo los que le correspond­en a esta generación, sino a generacion­es venideras.

Mientras la inequidad aumenta en el mundo, es penoso que la ONU gaste recursos haciendo investigac­iones sobre la felicidad en el mundo.

Este tipo de estudios no nos ayudan. No establece las causas profundas de los resultados que generan miseria ni se orientan a resolver los problemas verdaderos, lo que hacen es agregar un estigma más hacia nuestra condición de país pobre. Una perversa forma de discrimina­r a las naciones

Mientras la inequidad aumenta en el mundo, es penoso que la ONU gaste recursos haciendo investigac­iones sobre la felicidad en el mundo. Este tipo de estudios no nos ayudan”.

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