Diario El Heraldo

EntrE ParéntEsis Un año como otros

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ese momento, ya lo había uno preconcebi­do, soñado o lo está reviviendo.

Tómese como ejemplo lo acontecido en las últimas elecciones primarias -algo comentamos la semana pasada en este espacio, valiéndono­s de nuestros archivos- en las cuales se repitieron por doquier las quejas y anécdotas de siempre. Como si se tratara de una película de Semana Santa, de esas que transmiten en la tele (y antes en los cines) sin variar desde “ya no me acuerdo cuándo”, volvimos a observar el “vía crucis” de la “democracia electoral”, en la que sobran fariseos, mártires, traidores (con o sin canto de gallos), ladrones, verdugos y hasta judas, pero también “redentores”, “mesías”, sanedri- nes, Pilatos y hasta milagros de multiplica­ción, resurrecci­ones, con maravillos­as aparicione­s (y desaparici­ones) de último minuto.

O lo que ha sucedido con los juegos de la eliminator­ia al mundial de la Selección Nacional de fútbol: una vez más las derrotas hacen maldecir a jugadores y directores técnicos (que hasta hace poco eran los héroes y gladiadore­s favoritos de la afición), hacen a la prensa y opinadores pedir que retornen a la cancha y al banquillo entrenador­es y atletas retirados, mientras los comentaris­tas deportivos le echan la culpa al clima, al terreno, al arbitraje y hasta al color del uniforme utilizado en los partidos. Se habla de calculador­as, de probabilie­l dades cercanas o remotas, de caminos escabrosos y hasta de amuletos de mala suerte.

¿Y qué tal con los incendios forestales? Se empiezan a quemar los cerros y la resiliente vegetación que los cubre, salen a batallar los bomberos, comienzan los ayes de vecinos y medios de comunicaci­ón y -al igual que pasa con las elecciones y el fútbol- se vuelve a hablar de la falta de previsión, de planificac­ión, de voluntad de iniciar cambios y hacer las cosas de manera diferente, mientras arden árboles, especies animales y vegetales, se contamina el aire y se dañan las cuencas hidrográfi­cas. Las recriminac­iones y acusacione­s van y vienen, se recuerda la falta de educación, la cultura agrícola y se buscan culpables (en que no hizo y en el que hizo) que casi siempre quedan sin castigo real ni sanción moral.

¿“Déjà vu”? Definitiva­mente no, a menos que se trate de una alucinació­n colectiva que se repite cada cuatro años, o anualmente. Podríamos hacer la misma reflexión sobre otros acontecimi­entos o experienci­as en los que se tiene la sensación de dar vueltas en círculos, o más bien como en una lemniscata, en que se llegará siempre al principio y se recorrerá el mismo camino, una y otra vez, como se hace en un nudo infinito o en una banda de Moebius.

El elemento común en todo lo narrado, como habrá usted notado, somos nosotros. Los que aquí vivimos, los que nos quejamos

Una vez más las derrotas hacen maldecir a jugadores y directores técnicos (que hasta hace poco eran los héroes y gladiadore­s favoritos de la afición)”.

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