Invitado Desarrollo sostenible de la pesca y acuicultura
en la institucionalidad que la rige; así, en la mayoría de los países de nuestra región, la jerarquía institucional pesquera y acuícola se ha mantenido en segundo (viceministerios, subsecretarías o comisiones nacionales) o tercer nivel (direcciones generales, departamentos o institutos desconcentrados) lo que resulta, en la mayoría de los casos, en una débil presencia sectorial en la agenda política para el desarrollo nacional y, consecuentemente, en menor acceso a recursos para el aprovechamiento del potencial sectorial en beneficio de la población.
En contraste, en el marco del Poder Legislativo, la reciente creación de comisiones específicas de pesca y acuicultura en los congresos o asambleas de los países, refleja la creciente relevancia que las legislaturas otorgan al capital pesquero y acuícola nacional, para bene- ficio de su sociedad. La labor legislativa es esencial no solo en la creación de leyes sectoriales y marcos de medidas regulatorias que garantizan la sostenibilidad de los recursos, sino en apoyo al Ejecutistos vo a través de asignación presupuestal específica y de diversas acciones coordinadas de política pública para el desarrollo sostenible del sector. Es así que, reconociendo la necesidad de articular esfuerzos entre los dos ámbitos, la FAO en América Latina y el Caribe impulsaron la creación del Foro de Parlamentarios de la Pesca y la Acuicultura de América Latina y el Caribe. Este mecanismo tiene como esencia el impulso de acciones legislativas para incrementar la contribución de estos sectores a la seguridad alimentaria y nutricional, el alivio de la pobreza, el fortalecimiento de las economías nacionales y la sostenibilidad de sus recursos pesqueros y acuícolas.
El Foro fue creado en 2014 en la Ciudad de México, y una segunda edición tuvo lugar en Brasilia, Brasil, en 2015. Este año, República Dominicana es el país anfitrión, donde se tratará un importante portafolio de temas orientados a la inclusión del pescado en la alimentación escolar; la inclusión de pescadores artesanales y acuicultores de recursos limitados en los sistemas de protección social; la seguridad ocupacional de los pescadores que emplean el buceo y el fortalecimiento de la resiliencia de las comunidades ribereñas a los efectos negativos del cambio climático. Este encuentro fortalecerá los avances realizados y permitirá analizar acciones legislativas concretas para impulsar la pesca y la acuicultura en América Latina y el Caribe
son otros tiempos. Lo que parecía imposible, el descubrimiento y potencial castigo de la corrupción, comienza a vislumbrarse. Persistirán, a saber por qué lapso, nuestras reservas derivadas de la frustración y el escepticismo que arañan la conciencia ciudadana. Se arraigó la percepción, dura realidad para algunos, de que la justicia “es una serpiente que solo muerde a los descalzos” aunque no fuera exactamente así. A varios ricos se los tragó completos. Entendida la justicia serpentaria como una muy injusta y rastrera. Es lo que trasciende. Los juicios llevados conforme a derecho no son noticia aunque sean la mayoría. Pero ese es otro asunto. Lo importante es que lo que pareciera a destiempo de la Maccih en la ejecución de sus mandatos es asunto de espera. Que no sea infinita. Espera que desespera. La burocracia, la hipersensibilidad del poder, los grandes intereses amenazados, unidos a la desconfianza en la función pública y los problemas cotidianos de los hondureños, nos convierte en incisivos veedores de lo que pareciera ser la última esperanza de una nación sin impunidad y sin corrupción: la acción efectiva de la Maccih. Acción que parecen acompañar el Poder Judicial y la Fiscalía General, por las razones que sean. El resultado es lo que importa. En uno de los países más corruptos, todo mundo se dice honrado. No hay condenas ejemplarizantes a servidores públicos que han exhibido un sentido patrimonial del erario. Y como este es un pueblo pequeño, donde todos nos conocemos, y hasta nos queremos y algo de erráticos tenemos, una imputación nos puede producir incredulidad y hasta pesar, contradictorio con el anhelo de justicia y el cese de la corrupción y su impunidad que tanto demandamos. Pero se tienen que acabar. Los dineros de la corrupción, de los cuales nunca se conocerá el monto total, han podido significar el país seguro y de oportunidades que nos robaron. Como se dijera: “caiga quien caiga”. Estos son otros tiempos. Es de darles la lectura correcta
La importancia social de estos sectores, sin embargo, no se refleja en su justa dimensión en la institucionalidad que la rige”.