El crimen se hunde en El Pozo
Los que durante sus mandatos o sus grandes jolgorios no hicieron nada por frenar la ola de criminalidad, ahora, a lo cínico, dicen que el gobierno de Juan Orlando Hernández Alvarado sigue haciendo “show” con el traslado masivo de peligrosos delincuentes a la cárcel El Pozo. Olvidan que besaron bandoleros y posaron con narcos. ¡Solapados!
En febrero pasado la jefatura del indómito recluyó en El Pozo a 755 miembros de las pandillas MS-Salvatrucha y de la 18, quienes desde el centro penal de San Pedro Sula ordenaban extorsiones, crímenes, secuestros y asaltos, entre variadas fechorías, de acuerdo a la Fuerza Nacional de Seguridad Interinstitucional (Fusina).
La acción causó asombro entre los sampedranos ante el inusual despliegue masivo de militares y policías, tal como ocurrió hace una semana con el envío de 384 internos del reclusorio visto como “impenetrable” por otros gobiernos cuyos jefes se mostraron ineptos o cómplices de temibles cuatreros. Directores carcelarios eran tutores de asesinos.
El abuso debe acabar. Embestir redes criminales no es tarea fácil para ningún mandatario pero tomar el tema de la seguridad de trampolín político (como en el pasado reciente) es imperdonable para aquellos que “arreglan” con saliva lo que curtieron de pus. Si nadie de ustedes tuvo agallas, ¿por qué rotular de circo la mudanza de terribles reos?
Sería subjetivo a nuestro criterio afirmar en qué porcentaje ha mermado la ola delincuencial, pero sí se han dado golpes significativos a extorsionadores, a bandas
"Los sampedranos desean, por fin, respirar. No más reos en el penal de la capital industrial".
de asesinos y carteles de la droga que fueron protegidos por mandos policiales, militares y políticos con quienes se repartieron el botín de sus picardías. ¿Lo negarán?
Si para rivales es “falsa percepción” el bajón de crímenes, suponemos, hablando de conjeturar en todo, que los anteriores a Hernández Alvarado ni siquiera vieron su pereza por descuartizar a malvivientes soñados de “reyes” en los penales. Si a la delincuencia nadie la azota ni la castiga es inaudito que la veamos como una “bendición”. Quienes escudan a forajidos que también duerman en El Pozo