Que prevalezcan la verdad y la justicia
Un hecho que refleja la escalada de violencia que hay en la mayor parte de nuestro país ocurrió el domingo en la capitalina colonia Villa Nueva, escenario de al menos tres masacres que han dejado 16 muertos en los últimos diez meses.
La madrugada del domingo fue hallado el cadáver mutilado de un joven de 20 años cuyo progenitor horas después fue asesinado a balazos. Tras un lapso de confusión y suposiciones ante los dos hechos sangrientos, trascendieron en los medios los testimonios de familiares que responsabilizaban del segundo suceso a unos elementos policiales. Fue hasta entonces que la Secretaría de Seguridad emitió un comunicado admitiendo el hecho y explicando que fue producto del intercambio de disparos que se generó luego que el doliente atacara a los uniformados a bordo de una patrulla que investigaban la masacre de siete personas ocurrida hace poco más de una semana. Los testigos han negado que hubo tal provocación.
Si las circunstancias y los hechores de la muerte del hijo deben ser esclarecidos para que se haga justicia, con más razón las del padre en aras de la confianza y credibilidad que debe inspirar la institución policial entre la ciudadanía. Las razones del supuesto ataque a los agentes, o la culpabilidad de estos si no actuaron en defensa propia, deben ser establecidos para devolver la tranquilidad a una población que tiene aún muy presente la implicación de uniformados en hechos criminales que siguen impunes y, peor aún, continúan en las filas policiales.
No se puede negar que el proceso de depuración ha avanzado, pero tampoco que hay aún mucho trabajo por hacer.
La Secretaría de Seguridad debe rendir cuentas a la ciudadanía en este caso en particular, para desvirtuar cualquier duda sobre el proceder de los agentes involucrados, o sobre su voluntad y disposición para actuar en contra de quienes abusen de su poder o se conduzcan al margen de la ley. Solo así la Policía Nacional será vista como una aliada y no como una amenaza, y podremos dar pasos conjuntos en el gigantesco reto de recuperar la tranquilidad que la corrupción, la pobreza y la violencia nos han arrebatado