Un estorbo llamado Julieta
Sí. Julieta ha sido un estorbo. Uno para todos aquellos que se negaron fervientes a cumplir con la sagrada carrera de la docencia tal como lo hace el impune asesino, aquel con armas, este con la infame displicencia que no le importó dejar huérfano de conocimientos al sediento de saberes, si a ese sediento en su tortuoso camino por conseguir un trabajo o para convertirse en el auténtico líder en el que Honduras pondría sus más grandes anhelos, sueños y esperanzas. Julieta ha sido un estorbo, sin duda. Uno que con mucha valentía puso un hasta aquí a los abusos de un grupúsculo de dizque sindicalistas que mantenían secuestrada la institución, como si lo verdaderamente importante era aumentar las canonjías para unos pocos en desmedro de las urgentes necesidades en el precario ambiente del aula que, por varios años, perdió la bendita oportunidad de ser aquel lugar en el que docente y alumno fuesen lo mismo, en una simbiosis maravillosa. Ha sido un estorbo Julieta. Uno que afrontó a las lacras de la corrupción. Esas mismas lacras internas y externas que hacían fiesta de los recursos públicos que con tanto sacrificio ha pagado la colectividad hondureña, pero que en su oscura administración fueron vulnerables al desfalco en una triste e ignominiosa historia que conocimos hasta el vómito y el hartazgo. Eres un estorbo Julieta. Uno que ahora vuelve a ocuparse de la permanente intriga de aquellos que nunca dieron la cara, de aquellos que siempre usaron las ilusiones de los estudiantes para sus propios fines, que continúan presentes como el gato de monte agazapado al acecho de la presa universitaria para tornarla en aquel feudo tenebroso que creíamos olvidado.