EntrE línEas ¿El fin de la política?
para alcanzar el desarrollo y abatir la desigualdad.
Las ideologías son percepciones de la realidad social, no engendros del mal ni hadas del bien, creados por la guerra fría. Son parte de la psicología colectiva y de la psiquis más profunda del individuo.
Se observan en germen ya en la familia. Ahí, de los mismos padres y en el mismo hogar, hay hijos “bien portados”, dóciles, estudiosos, respetuosos, dentro y fuera de casa; y hay otros indisciplinados, rebeldes, que no respetan autoridad ni reglas.
Los unos, “conservadores”, cómodos con las reglas establecidas, se resisten a los cambios; los otros, “renovadores”, cuestionan todo, retan la autoridad y disfrutan situaciones nuevas.
En la sociedad, la gente actúa en formas parecidas: unos combaten el cambio, otros lo promueven, y algunos negocian entre los extremos. Es la reacción del ser humano, individual y colectivo, al cambio y al devenir, que rigen en la historia, en la ciencia, en la naturaleza, en el pensamiento y en la sociedad.
Tales reacciones inspiran las ideologías, y estas se expresan en la política. Es en esa confusa interacción de todos, a veces conflictiva, que los humanos todavía buscamos algún sentido al devenir histórico, y donde rastreamos el camino hacia la igualdad de oportunidades, en paz y convivencia social razonables. Descontando los extremos, no están ahí los ángeles ni los demonios inventados por la guerra fría.
Ahora bien, si las fuerzas inevitables del cambio inspiran las ideologías, ¿cómo es que ocurre tal cambio, y cómo se transforma en devenir?
Estudiando estos temas, Pitirim Sorokin, organizador de la Facultad de Sociología de Harvard, observó que la acción social se mueve siempre entre extremos, como un péndulo. Es decir, las ideologías alternan entre la izquierda y la derecha, en continuo retorno a políticas ya conocidas.
¿Cuáles fuerzas mueven el péndulo entre izquierda y derecha?
Con ese mismo enfoque de Sorokim, más descriptivo que explicativo, podemos observar cómo tras el péndulo operan las prácticas económicas que responden a las ideológicas de la izquierda y de la derecha.
Y es en sus prácticas económicas que la izquierda y la derecha crean crisis que luego demandan medidas impopulares para la gente. Pierden sus momentos de poder, porque aplican criterios ideológicos muy abstractos directamente a realidades económicas muy concretas, con resultados similares, aunque por vías diferentes: déficit fiscal y comer- cial, inflación, deuda pública elevada, desigualdad social y concentración de la riqueza.
El constante vaivén del péndulo es provocado por el peso de los errores macroeconómicos de ambos grupos de poder.
Cuando uno de los dos agotó su viabilidad política, llega el otro con nuevos cantos a ofrecer el rescate, que no llega, pero que cuesta a la gente dolorosos y repetidos programas de ajuste.
Pues entonces no se trata de ignorar la ideología ni de matar la política. La economía, como toda ciencia, tiene sus reglas cuya violación nunca queda impune.
Sin embargo, es posible trabajar con ellas para lograr objetivos políticos e ideológicos diversos. No tan lejos, Canadá y Chile han sido hasta ahora ejemplos notables, más distantes están los países escandinavos.
Se trata, en cambio, de actualizar las doctrinas políticas de los partidos y dotarlos de su propia institucionalidad.
Para eso sirven los partidos políticos en la democracia. Si los nuestros no lo intentan siquiera, ¿para qué diablos los queremos?
En la sociedad, la gente actúa en formas parecidas: unos combaten el cambio, otros lo promueven, y algunos negocian entre los extremos”.