Economía De las causas de la informalidad
Decía Groucho Marx que “la política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico y aplicar después los remedios equivocados”. Y la verdad es que los gobiernos son especialmente buenos para identificar problemas técnicos, pero tienden a ser profundamente ignorantes sobre lo que motiva el actuar de la población. Suponen que la gente responderá a sus ordenamientos sin chistar y sin jamás poner en duda el altruismo del gobierno.
Pero los hondureños llevan décadas viendo gobiernos ir y venir y su respuesta no ha cambiado: obedecen pero no cumplen, simplemente se adaptan. La naturaleza humana es terca pero predecible: jamás una persona irá contra sus intereses o se doblegará voluntariamente ante las preferencias burocráticas.
No tengo modelos matemáticos a mi alcance que me permitan dilucidar las causas del desempeño de nuestra otra economía, pero observo la forma en que actúa y responde ante la interminable andanada en la forma de normas, reglas, procedimientos e impuestos. Con una observación que me dice mucho: el uso del dine- ro en efectivo está creciendo con celeridad.
En lugar de procurar la confianza de la población y avanzar hacia la construcción de una economía cada vez más eficiente, las acciones gubernamentales aceleran el crecimiento de la economía informal, cuyos impuestos se privatizan: los cobran inspectores, policías municipales, líderes, prestamistas, pero nunca llegan al erario. En lugar de simplificar el pago de impuestos y disminuir los costos y trámites para la creación de empresas formales, la estrategia incentiva la informalidad donde, con todo, los pequeños empresarios enfrentan menores costos y operan fuera del radar gubernamental. La lógica del informal es impecable, pero su efecto ha sido de disminuir el crecimiento agregado de la economía.
Por encima de todo, la realidad cotidiana sigue siendo sumamente onerosa para el hondureño que anda a pie, por los costos de la extorsión, por la arbitrariedad e impunidad con que actúan algunos niveles de gobierno y por la enorme disgregación y desorden en trámites y normativas. La noción de que la población se va a ordenar sin que el gobierno entre en orden primero es contradictoria con la naturaleza humana. El ejemplo comienza en casa.
En el corazón de todo yace la contradicción inexorable entre la experiencia de la población y el voluntarismo gubernamental, y no se puede ir contra la corriente. Parece que desde siempre la lógica de la estrategia económica ha sido imposición en lugar de convencimiento, autoridad en vez de liderazgo. Pero la imposición ya no funciona en la era de la globalización.
El país requiere orden y atención a las pequeñas grandes cosas, como que la población tenga seguridad y sienta que puede confiar en las instituciones y sus normativas. Más simplicidad y menos burocracia. Si seguimos así, la respuesta ciudadana será la de inmovilizarse y, en la lógica ancestral, hacer como que cumple. El resultado inevitable será menor actividad económica, gaste lo que gaste el gobierno en infraestructura y programas sociales. ¿De quién será la culpa? Como siempre, será de la población y de los empresarios que no entienden las “instrucciones” del incomprendido gobierno
La noción de que la población se va a ordenar sin que el gobierno entre en orden primero es contradictoria con la naturaleza humana. El ejemplo comienza en casa”.