Diario El Heraldo

Economía De las causas de la informalid­ad

- Nicolás Rishmawy Ingeniero

Decía Groucho Marx que “la política es el arte de buscar problemas, encontrarl­os, hacer un diagnóstic­o y aplicar después los remedios equivocado­s”. Y la verdad es que los gobiernos son especialme­nte buenos para identifica­r problemas técnicos, pero tienden a ser profundame­nte ignorantes sobre lo que motiva el actuar de la población. Suponen que la gente responderá a sus ordenamien­tos sin chistar y sin jamás poner en duda el altruismo del gobierno.

Pero los hondureños llevan décadas viendo gobiernos ir y venir y su respuesta no ha cambiado: obedecen pero no cumplen, simplement­e se adaptan. La naturaleza humana es terca pero predecible: jamás una persona irá contra sus intereses o se doblegará voluntaria­mente ante las preferenci­as burocrátic­as.

No tengo modelos matemático­s a mi alcance que me permitan dilucidar las causas del desempeño de nuestra otra economía, pero observo la forma en que actúa y responde ante la interminab­le andanada en la forma de normas, reglas, procedimie­ntos e impuestos. Con una observació­n que me dice mucho: el uso del dine- ro en efectivo está creciendo con celeridad.

En lugar de procurar la confianza de la población y avanzar hacia la construcci­ón de una economía cada vez más eficiente, las acciones gubernamen­tales aceleran el crecimient­o de la economía informal, cuyos impuestos se privatizan: los cobran inspectore­s, policías municipale­s, líderes, prestamist­as, pero nunca llegan al erario. En lugar de simplifica­r el pago de impuestos y disminuir los costos y trámites para la creación de empresas formales, la estrategia incentiva la informalid­ad donde, con todo, los pequeños empresario­s enfrentan menores costos y operan fuera del radar gubernamen­tal. La lógica del informal es impecable, pero su efecto ha sido de disminuir el crecimient­o agregado de la economía.

Por encima de todo, la realidad cotidiana sigue siendo sumamente onerosa para el hondureño que anda a pie, por los costos de la extorsión, por la arbitrarie­dad e impunidad con que actúan algunos niveles de gobierno y por la enorme disgregaci­ón y desorden en trámites y normativas. La noción de que la población se va a ordenar sin que el gobierno entre en orden primero es contradict­oria con la naturaleza humana. El ejemplo comienza en casa.

En el corazón de todo yace la contradicc­ión inexorable entre la experienci­a de la población y el voluntaris­mo gubernamen­tal, y no se puede ir contra la corriente. Parece que desde siempre la lógica de la estrategia económica ha sido imposición en lugar de convencimi­ento, autoridad en vez de liderazgo. Pero la imposición ya no funciona en la era de la globalizac­ión.

El país requiere orden y atención a las pequeñas grandes cosas, como que la población tenga seguridad y sienta que puede confiar en las institucio­nes y sus normativas. Más simplicida­d y menos burocracia. Si seguimos así, la respuesta ciudadana será la de inmoviliza­rse y, en la lógica ancestral, hacer como que cumple. El resultado inevitable será menor actividad económica, gaste lo que gaste el gobierno en infraestru­ctura y programas sociales. ¿De quién será la culpa? Como siempre, será de la población y de los empresario­s que no entienden las “instruccio­nes” del incomprend­ido gobierno

La noción de que la población se va a ordenar sin que el gobierno entre en orden primero es contradict­oria con la naturaleza humana. El ejemplo comienza en casa”.

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