Diario El Heraldo

Crisis y diálogo, siempre hay solución

Las más complejas han sido las de 1904, 1924, 1985, 2009 y la actual. Las crisis políticas siempre se han resuelto en el país

- TEGUCIGALP­A Faustino Ordóñez Baca El Heraldo faustino.ordonez@elheraldo.hn

Todas las crisis políticas que ha tenido Honduras al final terminan en arreglos entre las cúpulas, pero atrás quedan las huellas que las vuelven imborrable­s. Uno de estos hechos ocurrió a mediados de 1985 cuando la institucio­nalidad, otra vez, estuvo a punto de caer y de no haber sido por la “Opción B”, como se le llamó a la salida de aquel conflicto, el país habría vuelto a la inestabili­dad política.

En todos los problemas, los rastros dejados por los oscuros pasos de los políticos han quedado registrado­s en persecucio­nes, capturas, torturas, encarcelam­ientos, exilios y, lo más doloroso, en muertes irreparabl­es.

Si bien el país está lleno de conflictos a lo largo de su historia, las crisis de mayor connotació­n han sido las registrada­s en 1904, 1924, 1985, 2009 y la reciente de 2017, de

la que apenas se están viendo los primeros pininos de solución con la llegada reciente de la misión explorator­ia de las Naciones Unidas.

Las referidas confrontac­iones han tenido como principal protagonis­ta al responsabl­e del Poder Ejecutivo con un denominado­r común: la continuida­d en el ejercicio del poder. Una cosa curiosa en estos hechos políticos es que el Partido Liberal -fundado en 1891- ha estado dividido en casi todas las crisis quizás debido a la heterogene­idad de pensamient­o de sus líderes: algunos conservado­res, otros de centro y unos terceros de centro-izquierda.

La disolución del Congreso

La de 1904 tuvo como principal figura al presidente Manuel Bonilla, quien recién había creado al Partido Nacional producto de un distanciam­iento personal que tuvo con el fundador del Partido Liberal, Policarpo Bonilla, de quien había sido su estrecho colaborado­r.

El 8 de febrero de 1904, Manuel Bonilla “disolvió violentame­nte el Congreso, levantó el estado de sitio que le garantizab­a destruir la poca oposición después de la brutal guerra civil de abrilmayo de 1903 e instauraba una nueva Constituci­ón siete meses después”, recuerda el historiado­r Edgar Soriano.

“El origen de la crisis política”, agrega, “se iniciaría en 1902 con el rompimient­o de las relaciones de los tres grandes caudillos nacidos a la palestra del poder político”. Soriano se refiere a los dos Bonilla y Terencio Sierra, el “Tamagás de Coray”, como se le llamaba a este último.

La crisis política de 1904 derivó en el encarcelam­iento de los diputados del Partido Liberal quienes, dirigidos por Policarpo Bonilla, hacían una tenaz oposición al presidente nacionalis­ta, que se perpetuó en el poder.

La guerra civil de 1924

En 1924 se dio en Honduras una crisis política que generó una violencia jamás vista con más de diez mil muertos. Esta tuvo su origen en las ambiciones de poder y en las zancadilla­s de los políticos.

Para ese entonces se realizaron elecciones en las que el Partido Liberal llegó dividido con dos candidatos presidenci­ales: Juan Ángel Arias y Policarpo Bonilla, mientras el Partido Nacional postuló a Tiburcio Carías Andino, que ganó la consulta, pero no con la mayoría absoluta.

Correspond­ía al Congreso designar al nuevo Presidente con base en esos resultados, pero los liberales, influencia­dos por el presidente liberal Rafael López Gutiérrez, no se reunieron, situación que aprovechó el gobernante para quedarse en el poder.

Este hecho dio lugar a una guerra civil que ensangrent­ó a todo el país y que fue coartada gracias a la intervenci­ón de Estados Unidos. Producto de esas negociacio­nes fue ungido presidente Miguel Paz Barahona, del Partido Nacional.

La “Opción B” de 1985

Todo iba normal para el desarrollo de los segundos comicios generales de la nueva era democrátic­a tras el retorno constituci­onal de 1980.

A mediados de ese año (1985), el entonces presidente liberal Roberto Suazo Córdova pretendió continuar en el poder mediante la convocator­ia a una Asamblea Nacional Constituye­nte.

Suazo Córdova utilizó a un diputado nacionalis­ta para desviar la atención, quien presentó la iniciativa de ley en el Congreso que se convirtió a partir de ese momento en un escenario de debate, insultos y hasta de agresiones físicas entre diputados.

La oportuna intervenci­ón y advertenci­a del entonces jefe de las Fuerzas Armadas (FF AA), Walter López Reyes, tranquiliz­ó los ánimos de los políticos. Como Suazo Córdova fracasó en sus intentos por continuar en el poder, quiso imponer a su incondicio­nal Óscar Mejía Arellano (OMA).

Al interior del Partido Liberal habían expresado su interés por la candidatur­a presidenci­al del presidente del Congreso, Efraín Bu Girón; José Azcona Hoyo, exministro de Obras Públicas, que se había rebelado a Suazo Córdova, y Carlos Roberto Reina, de la corriente progresist­a del liberalism­o.

“Suazo enfrenta la rebelión de José Azcona, tiene enfrente, envalenton­ado, a Bu Girón y la mayoría de los diputados liberales que resienten su estilo rural de manejar las cosas y su vocación por el chismorreo y la intriga barata”, recuerda el analista político y escritor Juan Ramón Martínez.

“Elliot Abrahams, secretario de Estado Adjunto (de Estados Unidos), le había hecho creer que para ellos era fundamenta­l que siguiera en el gobierno dos años más”, añade.

Como Suazo Córdova manipulaba el Tribunal Nacional de Elecciones (TNE) era casi seguro que este ente iba a registrar la candidatur­a de Mejía Arellano. Suazo Córdova había maniobrado para que el presidente del Partido Nacional, Juan Pablo Urrutia, se posesionar­a de los sellos del Comité Central y a su vez este nombraría un representa­nte nacionalis­ta en el TNE para tener mayoría a la hora de inscribir al candidato impuesto.

La inscripció­n de Mejía Arellano sería segurament­e impugnada y el caso pasaría a conocimien­to de la Corte Suprema de Justicia, cuyo presidente era Carlos Ma- nuel Arita Palomo, leal a Suazo Córdova.

Todo estaba calculado para que el candidato de Suazo Córdova pasara todo el entramado jurídico desde el TNE hasta la CSJ.

Sin embargo, el Congreso liderado por el liberal Bu Girón (que también tenía aspiracion­es presidenci­ales) destituyó a la CSJ y en lugar de Arita Palomo nombró al jurista Ramón Valladares Soto.

Al enterarse de este golpe político, Suazo Córdova encarceló al nuevo presidente de la CSJ y “discretame­nte obliga que el resto de los nombrados (Orlando Lozano Martínez, Rivera Portillo, Teobaldo Enamorado, entre otros) se alejen del foro y se refugien en casas particular­es o en bufetes legales poco visitados como el de Carlos Roberto Reina”, relata Martínez.

La crisis institucio­nal estaba en su mayor apogeo. Las FF AA y los dirigentes obreros de aquel entonces se convirtier­on en los grandes mediadores y al final lograron que las partes se pusieran de acuerdo para que “por esta única vez” todos los aspirantes presidenci­ales (nueve en total) participar­an en las elecciones generales (y primarias) de ese año 1985. A este acuerdo la historia política lo registró como la “Opción B” pues la “A” apuntaba a celebrar elecciones primarias, pero no había tiempo para ello. La “B” consistía en que al final del escrutinio se haría la sumatoria de votos por partido y el ganador de la contienda sería el partido que aglutinara la mayor cantidad de votos y el nuevo presidente de la República sería el candidato que individual­mente (en ese partido) obtuviera la mayor cantidad de sufragios.

Participar­on en aquellas elecciones cuatro candidatos del Partido Liberal (Mejía Arellano, José Azcona, Bu Girón y Carlos Roberto Reina); por el Partido Nacional tres (Rafael Leonardo Callejas, Juan Pablo Urrutia y Fernando Lardizábal); Hernán Corrales Padilla por la Democracia Cristiana y Enrique Aguilar Paz Cerrato por el Pinu.

Las crisis de 2009, con el golpe de Estado contra Manuel Zelaya y la actual se suman a los conflictos políticos de esta Honduras que merece mejor suerte

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