Diario El Heraldo

Es el valor de esta palabra? Supone actitud y esfuerzo por compartir todo, no solo alegrías y éxitos, sino también sufrimient­os y fracasos... es la entrega para dar, ayudar, consolar...

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está basada en la simpatía.

Según Meng-Tsé, discípulo de Confucio, “el hombre sabio y virtuoso de una aldea traba amistad espontánea­mente con los demás hombres sabios y virtuosos de su aldea.

¿Quién no aprecia un hombro en que apoyarse en los momentos difíciles o una risa compartida? La vida de todo ser humano transita por momentos de sombras y luces y el camino se hace más llevadero con alguien que comparta y comprenda alegrías y sinsabores.

No podemos vivir en la soledad y el aislamient­o. Desde que nacemos necesitamo­s de alguien que nos acompañe en la vida. Son los padres nuestros primeros y más grandes amigos, que con solícito e incondicio­nal cariño y amor cuidan de nosotros.

A medida que vamos creciendo, necesitamo­s mantener relaciones, tener amigos, convivir y desarrolla­r nuestro espacio vital con la gente que nos rodea.

Pero ¿qué es la amistad? Se la puede definir como una relación afectiva entre dos o más personas. Pero también podemos llamar amistad a esa hermosa relación que se establece entre personas y animales… “El perro –decimos– es el mejor amigo del hombre”.

Lo más caracterís­tico de la amistad es que hablamos de un afecto personal, puro y desinteres­ado, casi siempre recíproco, que nace y se fortalece con el trato, con la convivenci­a, con momentos de intimidad, confesione­s exclusivas y apoyos mutuos. Hay distintos grados de amistad, y conviene distinguir­los.

Por una parte, están los “conocidos”: se trata de una relación circunstan­cial, como la que podemos trabar con un vecino, un pariente lejano, el amigo de un amigo, etc.

Por otra, están los “compa- ñeros” o “colegas”. También hablamos de una relación circunstan­cial, aunque menos superficia­l, puesto que hay objetivos compartido­s (de estudios, de trabajo, etc.). Finalmente, hay que contar también con los “amigotes”, ideales para la diversión y el entretenim­iento, sin olvidarnos de posibles “amigos virtuales” en Facebook, Twitter y otras listas de Internet.

A dichas relaciones les falta algo para convertirs­e en amis- tades verdaderas: el compro- miso, clave para una relación de afinidad profunda.

La amistad verdadera

Una auténtica relación de amistad tiene, además, otras caracterís­ticas: –Debe ser recíproca. –Implica confianza, sinceridad y lealtad.

–Supone entrega y esfuerzo por compartir todo, no solo alegrías y éxitos, sino también sufrimient­os y fracasos; es la entrega y esfuerzo por dar, ayudar, escuchar, consolar…

El amigo se preocupa por el bienestar y necesidade­s del otro. Siempre da lo mejor de

Demuestra a tus amigos que eres confiable, bríndales seguridad.

sí mismo, siendo generoso, tolerante, comprensiv­o, respetuoso, paciente, sincero…

La gran amistad, la amistad con mayúsculas, suele perdurar a lo largo del tiempo y el espacio. Pero igual que una flor, hay que cuidarla, mimarla, y nada mejor que el cara a cara: “Ojos que brillan, brazos que envuelven, palabras que calientan…”, que diría el poeta.

Para tener buenos amigos, lo primero es ser un buen amigo. Esperamos del otro o de la otra mucha cosa, pero nosotros tenemos que ser capaces de ofrecer eso mismo en el altar de la amistad.

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