Con otra óptiCa El salto

de treinta años, lo que lleva a uno a plantear: “si pudieran darse cuenta de su fuerza, aquilatar su poder monstruoso de cambio, ver qué fácil es conquistar al destino si le pierdes el miedo y arrebatarle el futuro al presente mediante un golpe de suerte, una audacia generacional, un propósito de existencia, en- tenderían que ello equivale a su instante de salvación pues cuando los jóvenes no pelean hoy por el mañana los captura y secuestra el pasado”.

Vivimos una Honduras preñada con frutos aún no maduros, cierto; jugosas vetas, vainas, bayas por cosechar; sociedad que ignora su vasta y posible dimensión humanista e internacional, pudiendo convertirse en modelo de justicia con tan solo un poco más de coraje y atrevimiento de parte de sus habitantes; reino del sueño y la esperanza, como de lo concreto y lo cierto. 2021 debe transformarse en gritos de rebeldía y reclamo, empuje y arrebato, momento de expulsar a las momias del vecindario, al dios falso del altar, a pútridos profetas y apóstoles como a políticos rateros y ladrones, sus correctos nombres, en vez del común eufemismo “corruptos”.

Toda insurrección cultural comienza por definir a lo inmediato sin maquillaje ni mentiras, aplicando el justo apelativo: que este es un sistema injusto y cruel, construido para expoliar al ciudadano en beneficio de una minoría plutocrática a la que nada interesan los derechos humanos y que practica cinismo y falsedad. Tal es el enemigo.

Que 2021 apunte a ser, pues, consigna, lanza y pendón; propuesta de enmienda y proyecto de desarrollo, construcción de la república nueva. Quienes no sueñan nunca despiertan