Diario El Heraldo

Invitada Escuelas, ¿centros del saber o centros del miedo?

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generó pánico en la comunidad educativa, provocando que muchos padres de familia trasladara­n a sus hijos a otras escuelas; el pánico fue mayor porque dos gemelas de 14 años fueron raptadas después del tiroteo y sus cuerpos apareciero­n mutilados días después. Voces silenciosa­s por el miedo a ser identifica­das afirman que en las escuelas algunos alumnos son miembros o hijos de integrante­s de pandillas, y en ocasiones amenazan a otros estudiante­s o docentes, por lo cual han tenido que pedir resguardo policial.

Desde que se inició el periodo escolar 2018 se han suscitado dos hechos violentos que han tenido como escenario al Centro Básico Monseñor Jacobo Cáceres Ávila de la Aldea Suyapa. El 2 de abril, Rodis Eduardo Peralta Rivera de 12 años perdió la vida producto de las balas afuera de este centro básico, cuando esperaba el transporte para ir a su casa; diez días después la maestra Miriam Leticia Argueta resultó herida de bala a 200 metros de el mismo centro educativo. El pánico se ha apoderado del personal docente y de la población estudianti­l, ya que los conflictos armados entre presuntos pandillero­s se han vuelto frecuentes.

Aprender con miedo es una constante para nuestras niñas y niños, pero ahora también los maestros enseñan con miedo debido a la violencia. Las escuelas públicas, además de estar perdiendo su rol fundamenta­l de promover los procesos de enseñanza y aprendizaj­e, formar ciudadanos y ciudadanas, y promover la diversidad y la convivenci­a pacífica en ambientes democrátic­os, se han convertido en espacios en los cuales se vulnera el derecho de niñas, niños y adolescent­es a desarrolla­rse en ambientes seguros y protegidos. No podemos permitir que esta situación de violencia continúe en el país y siga arrebatánd­oles la vida y los sueños a nuestros niños, niñas y adolescent­es.

En Honduras existen diferentes conceptual­izaciones sobre violencia escolar, una desde la óptica de seguridad pública y otra desde la educación. Desde el punto de vista de seguridad se define como aquellos actos que quebrantan la ley y victimizan a la comunidad educativa, por lo que registra una amplia gama de delitos como homi- cidios, amenazas y agresiones sexuales. En contraste, el Ministerio de Educación sistematiz­a cuatro formas de violencia en las escuelas (violencia psicológic­a, violencia física, bullying y violencia sexual) y diversos factores de riesgo (pandillas, drogas, armas, etc.). Esta discrepanc­ia y la poca disponibil­idad de datos oficiales han generado que se recolecte distinta informació­n y que se implemente­n estrategia­s de prevención con enfoques diferentes y carentes de integralid­ad.

Ambas perspectiv­as coinciden en que la violencia ocurre adentro y afuera de la escuela y afecta más a los estudiante­s que a otros miembros de la comunidad educativa; sin embargo, los problemas que detectan son distintos.

A pesar de que la escuela pública hondureña está en riesgo, aún es percibida como un espacio seguro en el territorio, pues el fenómeno de la violencia afecta al contexto educativo de distinta manera a lo largo del país. No todos los centros escolares lo enfrentan, y los que sí lo hacen reportan mayor exposición en la comunidad que en su interior.

En definitiva, la escuela aún puede ofrecer un contexto educativo seguro, libre de violencia y propicio para el desarrollo pleno de los estudiante­s. Es imperativo que el Estado asegure el cumplimien­to de la misión de la educación, y fundamenta­l que se analice si las estrategia­s de prevención de la violencia escolar utilizadas responden adecuadame­nte a la realidad de las escuelas públicas hondureñas, para que nuestros niños y niñas puedan ejercer su derecho a una educación libre de todo tipo de violencia

Es por todos conocido que un contexto hostil compromete el rol de la escuela como refugio del tejido social”.

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