País soñado La importancia de llamarse como se debe
la injusticia, la desigualdad, la barbarie, tienen que ver directamente con los valores humanos que estimulan la filosofía, la literatura y la creación artística.
El genial dramaturgo irlandés murió pobre en el París de 1900. Enterrado en las afueras, años después lo trasladaron al cementerio Pere Lachaise. Miles de turistas pasan por allí, algunas damas besaban su tumba y el pintalabios se pegó a las paredes, manchándolas. En su obra “Una mujer sin importancia” escribió: “Un beso puede arruinar una vida humana”; las autoridades pensaron que miles de besos podrían arruinar su lápida, entonces los borraron y la acristalaron.
En el mismo camposanto está protegida con un guardia y una valla de metal la fosa de Jim Morrison, el estadounidense vocalista de The Doors, que se fue a vivir a París para leer y escribir, y murió en 1971 a los 27 años. Algunos mitómanos se descontrolaban sobre su nicho tocando guitarra, drogándose, derramando licor y otros excesos que aquí no puedo decir.
El cementerio Pere Lachaise es inmenso, la cuarta
Nosotros, que tanto lo necesitamos, vivimos de espaldas a la cultura; olvidamos el arte, el conocimiento y lo estamos pagando caro”.
turística de París, recibe dos millones de visitantes al año, que buscan los sarcófagos de míticos de la literatura: Molière, Balzac, Proust, Saint-Exupéry, Gertrude Stein y el Nobel guatemalteco Miguel Ángel Asturias. De la música: Chopin, Bizet, Liszt, Rossini, Edith Piaf, María Callas e Isadora Duncan. De la pintura: Modigliani, Delacroix y Pissarro. De pensadores: Auguste Comte y Pierre Bourdieu. Y hasta del dictador sanguinario dominicano Rafael Leónidas Trujillo.
Nos ajustamos a nuestra propia historia y realidad para recordar que, por ejemplo, el Cementerio General capitalino atesora en el olvido incuestionables nombres grabados en las losas que pocos visitan; fue declarado Patrimonio Nacional y no está en los planes insuficientes de escuelas y colegios ni en las escasas guías turísticas que promueven la ciudad.
Claro que asusta visitar el cementerio, pero por su entorno deplorable: calles inmundas, ocupadas por borrachos pendencieros, camiones atravesados, pleitos entre vendedores, indigen- tes en los basureros, cantinas destartaladas, beodos tirados en las aceras, aguas negras en la calzada. Los delincuentes saquearon las tumbas y el Mitch le dio su toque destructivo, pero algo ha mejorado por este tiempo, por lo menos adentro.
Poetas, escritores y pensadores se juntan allí: Froylán Turcios, Juan Ramón Molina, Marcos Carías Reyes, Paulino Valladares, Ramón Rosa, Vicente Cáceres; la feminista Visitación Padilla; el compositor Augusto C. Coello. Los presidentes Julio Lozano Díaz, Vicente Mejía Colinatracción dres, Ramón Ernesto Cruz, Policarpo Bonilla, Vicente Tosta y hasta el dictador Tiburcio Carías Andino.
La cultura y la educación elevan la razón, fortalecen la autoestima, hacen mejores personas: solidarias, respetuosas, honestas, dignas, magnánimas; lo contrario lo vivimos a diario. Distraídos en la politiquería y el fragor de lo cotidiano, olvidamos la importancia de llamar por su nombre la indiferencia cultural que nos subdesarrolla. Ojalá cambiara esto, para que un día las amenazas sean los besos