A días del aniversario de su nacimiento rescatamos un fragmento de una entrevista que George Plimton le hizo al escritor estadounidense en 1958
imagen marcaron una época.
A unos días del aniversario de su nacimiento, desempolvamos un fragmento de una famosa entrevista al Nobel de Literatura y Premio Pulitzer, realizada por George Plimton y publicada en la revista The Paris Review en 1958.
Aquí parte de la conversación, editada en español en Narradores El Ateneo, en 1996, y reeditada por el diario argentino Clarín el 18 de julio de 1999.
-¿Le resultan placenteras las horas dedicadas al proceso de la escritura? Me resultan muy placenteras. Cuando trabajo en un libro o en un relato escribo cada mañana, en cuanto haya luz. A esa hora nadie molesta y está fresco, y uno se pone a trabajar y se caldea a medida que escribe. Uno lee lo que ha escrito y, como siempre, se interrumpe cuando sabe qué es lo que va a ocurrir a continuación. Uno sigue a partir de ese punto...
-¿Puede quitarse de la cabeza el proyecto al que está entregado cuando está lejos de la máquina de escribir? Por supuesto, pero para eso hace falta disciplina y esa disciplina se adquiere.
-¿Hace alguna revisión o alguna reescritura cuando lee hasta el lugar en el que se interrumpió el día anterior? ¿O las revisiones vienen más tarde, cuando todo el trabajo está terminado? Todos los días reescribo hasta el punto en que dejé el día anterior. Cuando todo está terminado, naturalmente lo reviso. Así se tiene otra oportunidad de corregir y reescribir cuando otra persona lo mecanografía y uno ve el material más prolijo. La última oportunidad son las pruebas. Uno agradece todas esas chances.
-¿Reescribe mucho? Depende. Reescribí el final de “Adiós a las armas”, la última página, treinta y nueve veces antes de quedar satisfecho.
-¿Había allí algún problema técnico? ¿Qué era o que lo obstaculizaba? Buscaba las palabras adecuadas. era un muy buen lugar para trabajar. Esta finca es un lugar espléndido o lo fue. Pero siempre he trabajado bien en todas partes. Quiero decir que he podido trabajar tan bien como puedo en distintas circunstancias. El teléfono y los visitantes son los que destruyen el trabajo.
“El don más esencial para un buen escritor es tener un detector de mierda incorporado, a prueba de golpes”.
-¿Cuáles lugares le resultaron más provechosos para trabajar? El hotel Ambos Mundos parece haber sido uno, a juzgar por la cantidad de libros que usted escribió allí. ¿O el ambiente no ejerce demasiada influencia sobre su trabajo? El Ambos Mundos de La Habana
-¿La estabilidad emocional es necesaria para escribir bien? Una vez me dijo que solo podía escribir bien cuando estaba enamorado. ¿Podría explayarse más sobre el tema? ¡Qué pregunta! Pero lo felicito por el intento. Uno puede trabajar en cualquier