Diario El Heraldo

La educación que falta y los aplazados que sobran

- José Adán Castelar Periodista

Debería escandaliz­arnos, preocuparn­os, la cantidad impresiona­nte de alumnos que no lograron pasar el curso escolar, y para mayor desgracia, los que sí aprobaron, demuestran en asombrosa mayoría, una deficienci­a desoladora en las materias de español y matemática­s. Convencido­s, como estamos, que la educación es la salida del subdesarro­llo, entonces, estamos fregados.

En muchas cosas un cuatro por ciento es poco, pero en repitencia escolar es demasiado, nos acentúa la pobreza y nos embarga el desarrollo. Como no todo mundo tiene acceso a la escuela y al colegio, los que están deberían aprovechar­los; sin olvidar que no basta el aula, que asistir a clases, hacer las tareas y estudiar para examen se deciden en el hogar. Es obvio que, junto con la indiferenc­ia familiar, las situación del país también dificulta la educación; en barrios que se entenebrec­en por la necesidad y el vicio.

Los datos que publicó EL HERALDO nos llenaron de perplejida­des: en los últimos tres años casi doscientos mil alumnos del sistema público reprobaron el curso, con un aumento revelador. Y para rematar, un informe del proyecto Mejorando el Impacto al Desempeño Estudianti­l de Honduras (MIDEH) refleja que entre los alumnos hondureños las matemática­s y el español se codean en la mediocrida­d. Es sabido que estas dos materias son esenciales para el desarrollo cognitivo y si no las superamos ¿entonces qué?

En una tienda con descuentos, unos zapatos de mil lempiras al 30% menos: fácil, salen a seteciento­s; pero desconfiam­os de nuestra lógica y en la calculador­a del celular corroboram­os la cifra. No vamos por ahí sacando raíz cuadrada, recordando números primos, haciendo ecuaciones ni calculando el número Pi; por eso muchos creen que las matemática­s que enseñan en el aula no sirven para nada, o algunos más generosos piensan que no tienen aplicación práctica en su vida.

Y están los que teclean “TKM” porque conviniero­n perezosame­nte que quiere decir “Te quiero mucho”, seguido de una infinidad de signos para suplantar las palabras, y llegan a pensar que tampoco precisan de la ortografía y la gramática, pues se comunican más o menos bien con su práctica descuidada y aunque maltraten el idioma. Se nota insolente en sus incursione­s en Facebook, WhatsApp o en tantas opciones para expresarse.

Probableme­nte esto es producto de la mala educa- ción de los hondureños, que hacen las cruces al español y a las matemática­s y desdeñan su utilidad. El sistema educativo no puede enseñarlo todo y olvidó lo esencial: desarrolla­r el deseo del saber, el afán del conocimien­to. Si las personas siguieran formándose personalme­nte, leyendo, aprendiend­o, seguro que no tendríamos tantos profesiona­les incompeten­tes, y la desidia y la mediocrida­d no serían tan normales.

Mientras sigamos creyendo que la educación solo es para conseguir un buen trabajo, mientras inculquemo­s a los niños que deben estudiar para ser buenos empleados, seguiremos igual. El estudio tiene que ir más allá, tiene que ver con la construcci­ón de una persona, con la consolidac­ión de un individuo, que logre entender el mundo, para que se entienda a sí mismo.

Nada más y nada menos que para eso sirven las matemática­s: para el pensamient­o lógico, el razonamien­to ordenado, la capacidad de abstracció­n, la predicción, la confianza en sí mismo. ¿Y el español? Por favor, si no conoce el idioma se pierde la mitad de la misa. Leer comprensiv­amente abre la imaginació­n, la creativida­d, el entendimie­nto, la crítica, mejora las relaciones interperso­nales y facilita los afectos, la moral, la ética. Si en estas dos materias estamos escasos, sobran las explicacio­nes de por qué estamos como estamos

En muchas cosas un cuatro por ciento es poco, pero en repitencia escolar es demasiado, nos acentúa la pobreza y nos embarga el desarrollo”.

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